
Por Francisco Javier Ruiz Quirrín
REAPARECIÓ hace unos cuantos días hablando frente a colegas reporteros, el exgobernador Eduardo Bours Castelo. Si lo hizo fue buscando algo. No sabemos si luego de unos cuantos días transcurridos, encontró lo que buscaba.
Pero al leer sus declaraciones, observamos al Eduardo de siempre. No ha cambiado.
En 1997 y estando cerca del Presidente Ernesto Zedillo, le pasó por su mente la posibilidad de ser el candidato del PRI a la gubernatura de Sonora. No pasó mucho tiempo para que constatara que sus propios paisanos-adversarios, encabezados por Manlio Fabio Beltrones (entonces gobernador saliente) operaran en la asamblea nacional de su partido para ponerle candados y evitar que fuese el candidato.
Entonces, el joven Eduardo, “aguantó vara”, pero guardando en su interior agravios. Estaban aún reprimidos sus sentimientos de rebeldía.
Luego de llegar al Senado de la República a pesar de su derrota en el año 2,000 por aquella llamada “ola Fox”, el obregonense empezó a trabajar en la candidatura del PRI al Gobierno del Estado.
En lo personal entramos en contacto con este Bours “echao padelante” y empezamos a aprender de él su pragmatismo personal.
Lo verdaderamente importante era el poder, no las convicciones. El PRI era sólo un medio para acceder a ese poder y no había otra forma entonces de alcanzar su anhelo que enfrentarse al Gobernador en turno, Armando López Nogales.
Eduardo logró entonces en el empresario Ricardo Mazón Lizárraga, un aliado extraordinario. Éste último abrazó la causa de su amigo y compadre y puso a su disposición la estructura que había formado un par de años atrás al apoyar a Roberto Madrazo en sus intenciones de alcanzar la presidencia del comité ejecutivo nacional del PRI.
Se encubaba a la vez una nueva generación. Ahí ya sonaban Claudia Pavlovich, el Pano Salido, el Maloro Acosta, Roberto Ruibal. Por su lado, Eduardo apadrinaba a Flor Ayala, Pato de Lucas y Juan Carlos Lam.
Finalmente, la dupla Bours-Mazón logró la candidatura, derrotando al candidato de López Nogales, Alfonso Molina Ruibal. Históricamente hablando, el gran error del Gobernador fue acceder a la exigencia de Eduardo y abrir la elección a la sociedad. Sin embargo, la presencia del “rebelde” Eduardo renovó al PRI en Sonora. Obtuvo más de 215 mil votos, muchos de ellos, panistas y antipriístas que simpatizaron con la bandera de alguien opositor dentro del mismo sistema.
Ya como Gobernador, Eduardo Bours Castelo ejerció un férreo control. En algunas ocasiones llegó a comentarme que veía en Beltrones una amenaza que le atacaba constantemente, “pero que él desde palacio, tenía piedras para defenderse”.
En el terreno profesional, Eduardo me enseñó a comprender el concepto de “utilidad” en el ejercicio empresarial, ya que en la medida en que uno sea más sólido y más independiente, estaba ante la gran oportunidad de no depender de nadie para sobresalir.
Esto me sirvió mucho en mi vida. En el siguiente sexenio, el Gobernador Padrés me puso a prueba, con todo y mi empresa, los dos últimos años de su administración. Deseó aniquilarnos. No pudo.
El pragmatismo de Eduardo lo llevó a su ejercicio político personal estando al frente del Gobierno del Estado. Movido por su odio a Manlio, el 2006 desdeñó a su candidato del PRI a la Presidencia y apoyó con todo al candidato panista, Felipe Calderón.
Sin embargo, a consecuencia de la tragedia de la Guardería ABC, entró en confrontación con el propio Calderón, al atreverse a ligar en medios a la primera dama, Margarita Zavala, con algunos propietarios de la guardería siniestrada, en su ansiedad por separar el incendio del gobierno.
Ahora, en el 2018, apoyó a Antonio Astiazarán, convertido en candidato del PAN al Senado. El afán.
Eduardo sufrió el mismo fenómeno que sufren algunos gobernadores en el arranque de la segunda parte de su sexenio: Una soberbia inaudita se apodera de su pensamiento y hasta llegan a pensar que son invencibles, “porque ellos mantienen una aprobación popular”. A Bours y Padrés, la vida les mostró que son vencibles.
Esta actitud soberbia provocó que muchos de los amigos que le habían abrazado para llegar a Palacio, dejaran a Eduardo solo.
Por eso, ahora que reapareció hablando ante colegas reporteros y tocar temas como el PRI, Manlio y otras críticas, simplemente se puede llegar a la conclusión de que es el mismo Eduardo.
Sus odios y sus fobias continúan abrazándolo. Cuando alguien en redes escribió que eran interesantes estas declaraciones, surgidas de un “priísta”, no faltó quien dijera con toda razón: ¡Pero si nunca ha querido al PRI!
Foto: @dossierpolitico