De Primera Mano | Inocultable descomposición social en Sonora

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín
DICEN algunos que la generación de jóvenes nacidos a partir de la década de los años noventa empezó a “descomponerse” socialmente, el día en que los padres se convirtieron en amigos de sus hijos.
Claro. Una madre y un padre es amigo de sus hijos, pero el concepto va más allá que la simple relación de amistad, tal y como la conocemos.
Un amigo es, en efecto, un confidente, pero también suele ser un cómplice y un encubridor.
Los padres están por encima de ese concepto. Un padre y una madre deben ser también, autoridad y símbolo de amor y respeto.
Y tienen, además, la gran responsabilidad de educar a sus hijos en base a valores como el amor a su familia, a sus mayores, a sus maestras y maestros, además de inculcarles el amor a la Patria, a nuestra bandera, a la nación.
Está comprobado también que una familia debe llenar los elementos para alcanzar una armonía, que incluye la espiritualidad, el santo temor a Dios y tratar de formarse y forjar un pensamiento en base a los valores de la religión que se practique.
Pero hoy, en la tercera década del siglo XXI, cualquiera podría asegurar que dichos valores se han perdido.
Los padres, al convertirse en amigos de sus hijos, al tratar de resolverles todos sus problemas, al abandonar los estímulos en base al trabajo y al esfuerzo, han colaborado en forjar hijos tiranos, caprichosos y frívolos.
Pero también la espiritualidad, en muchos aspectos, se ha perdido.
Ahora, se ha perdido el respeto de los hijos por sus padres, por sus mayores y los deseos por alcanzar propósitos materiales es lo único que importa.
Las niñas, los niños, actúan de acuerdo a lo que ven. Se forman en base al ejemplo que observan en sus padres y en sus hermanos mayores.
No hace mucho tiempo, para la inmensa mayoría de los hombres, la mujer era sagrada. Intocable.
En nuestros días, a todos nos horroriza enterarnos de que los ataques contra la mujer van en aumento. Lo peor, el privarlas de la vida, por el sólo hecho de ser mujeres.
Y el otro aspecto, de terror, la violencia intrafamiliar. El 911 de reportes del C5i, se satura (sobre todo las noches de viernes, sábado y domingo) de llamadas de auxilio por actitudes violentas de parejas o de hermanos.
Nada más y nada menos, el pasado fin de semana, en una populosa colonia de Nogales, Sonora, una jovencita de 13 años de edad, intentó asfixiar a su hermanito ¡de 9 años! y, al no lograrlo, lo apuñaló en el estómago.
Y ante este tipo de hechos, la pregunta es inevitable:
¿Cómo es posible que hayamos llegado a ese nivel de degradación social?
Por supuesto, aún queda mucho amor, valores, espiritualidad y respeto en muchos sectores de nuestra sociedad.
Pero no podemos ser ciegos ante el fenómeno de descomposición social que también avanza con pasos agigantados.
Como un enorme monstruo que amenaza con atraparnos a todos.
NUEVAMENTE, el Hospital General del Estado, en Hermosillo, está saturado de pacientes por COVID-19… Ayer se ofreció la necesidad de llevar a enfermos con baja saturación de oxígeno y se encontraron con la desagradable noticia de que ya no podían recibir más… No había lugares o camas disponibles… La desesperación e impotencia son terribles, sobre todo en personas con alta vulnerabilidad… Ante este escenario, ¿qué hacer? ¿a dónde ir? ¿a quién acudir?… Y el llamado es el reiterativo: ¡A cuidarnos todos!