
Por Franco Becerra
Recuerdo como si fuera hoy que por aquellos años me maravillaba con los cuentos de los Hermanos Grimm y sus bosques encantados, donde habitan los duendes y las hadas que poblaron de fantasía mi imaginación. En uno de los cuentos no comprendí una frase y con la ingenuidad propia de la niñez pregunté: “Abuelo: ¿Qué quiere decir al foso con la carroña?”.
Don Jesús entorno los ojos, apretó la mandíbula y me propinó un severo coscorrón ante el azoro de los asistentes al velorio.
Con los años comprendí que la prudencia es la virtud del que sabe esperar el momento adecuado para expresarse; prudente es quien opta por el silencio al escuchar una estupidez, pues resulta inútil intentar corregirle la plana a quien no está consciente de sus tonterías.
En estos tiempos corren por las redes sociales miles de novedosas ideas de mentes brillantes que nos nutren de valiosa información; aportaciones de especialistas que nos auxilian en la toma de decisiones y que nos ayudan además a ser mejores personas.
Sin embargo, hay otros internautas groseros que dueños de una soberana inmadurez cruzan el pantano… y lo ensucian. Lo que en sus inicios se llamó pomposamente la “Súper Carretera de la información” se ha convertido en un intenso tráfico donde lo mismo circula un veloz Maserati que un lento carro de mulas. La diferencia en la calidad del vehículo no es lo relevante, sino la irresponsabilidad del conductor que provoca penosas colisiones y que en su imprudencia, lo único que merecen es un sonoro coscorrón, como los del abuelo: de los que hacen chipote.