Casi al final de la presentación de un libro que resume y defiende su sexenio, el ex Presidente Felipe Calderón sostuvo que hoy, fuera del poder, duerme «muchísimo mejor».
Cuenta él mismo, en la introducción del libro de 340 páginas, que Alonso Lujambio, su amigo y ex colaborador fallecido al final del sexenio, definía a dos tipos de políticos: los que pueden dormir y los que no.
Entre los que pueden dormir, explica, están los que simplemente carecen de principios y valores, y los que, teniéndolos, no se toman la molestia de aplicarlos.
Los que no pueden dormir, en cambio, son aquellos que, en la aplicación de sus principios y valores, tienen que decidir constantemente entre opciones limitadas, incómodas, falibles.
¿Qué tipo de político es hoy Felipe Calderón?
Ayer, al presentar su libro «Los retos que enfrentamos» (Debate, 2014), dejó ver a un político con ganas de aportar nuevos elementos para ser juzgado.
Su libro, afirmó, no son memorias, sino una especie de alegato en defensa de una administración que, enfatizó, ha sido juzgada más por sus errores que por sus aciertos.
Calderón no tuvo empacho en reconocer que cometió errores al tomar decisiones, y admitió que en su administración la espiral de violencia llegó a su punto más grave.
«En estricto sentido ético, actué al límite de mis capacidades y siempre en conciencia de lo que debía hacer; es decir, las decisiones que tomé fue en el entendido que consideraba que tenía la razón. Pude haber estado equivocado, por supuesto», dijo.
El ex Presidente habló así ante unas 200 personas reunidas en un salón del Club de Industriales. Custodiado por el Estado Mayor Presidencial, el evento congregó a familiares, amigos y ex funcionarios del Gobierno federal.
Entre ellos estaban los ex secretarios de Estado que le fueron más leales: Rafael Elvira, Jordy Herrera, Ernesto Cordero y José Ángel Córdova.
Y también Beatriz Zavala, ex titular de Desarrollo Social, y José González Morfín, presidente de la Cámara de Diputados.
Margarita Zavala llegó antes de Calderón al salón, lo recorrió cuando estaba semivacío, dio algunas instrucciones y ocupó un lugar en la primera fila. La hermana del ex Presidente, Luisa María, llegó pocos minutos antes que él, al igual que su sobrina Mariana Gómez del Campo, su cuñado Juan Ignacio Zavala y su hijo Luis Felipe quien, alegre, se paseaba por el salón apretando manos y palmeando en la espalda a los guardias del EMP.
«Ese sí se porta como ex Presidente», bromeaba Jordy Herrera, señalando al muchacho, trajeado, peinado con gel, engalanado con corbata azul.
Tampoco fallaron Luis Felipe Bravo Mena, Rogelio Carbajal, Gabriela Ruiz, Guillermo Valdés, Salomón Chertorivski, Juan Marcos Gutiérrez, Carlos Torres, Cuauhtémoc Cardona, Luis Pazos, Tarcisio Navarrete y Manuel Minjares.
Amigos y más amigos que el sexenio pasado estuvieron en la nómina federal y hoy están lejos de los espacios de poder que conserva el PAN maderista.
Diego Fernández de Cevallos, ex senador que se negó a ocupar algún cargo en el Gobierno calderonista, contrastaba entre los asistentes.
Él llegó por cuenta propia, pidiendo que el PAN aclare quién pagó las muchachas del video donde Luis Alberto Villarreal baila «La Quebradita» con la ya famosa Montana.
La de Calderón no fue una fiesta tan animada como aquella de Puerto Vallarta.
Hubo canapés y vino de honor, pero cuando una mujer trató de levantar los ánimos gritando «Presidente, Presidente», no fue secundada.
Calderón refrendó el apoyo de sus incondicionales, pero ni a ellos entusiasmó como antaño y, en un momento, él mismo se sinceró: «Los ex presidentes son como un jarrón chino muy valioso, muy costoso, muy bonito, pero la verdad nadie sabe dónde acomodarlo», dijo.
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