Diez años de hostigamiento de Misión 21 contra vecinos de la presa de Hermosillo
Por Imanol Caneyada/
Hay familias que resisten; otras, cansadas de la batalla legal, desgastadas económicamente por los costos que ello implica y amedrentadas por el poderío que exhibe la desarrolladora y los compadrazgos políticos que alega tener, han malbaratado las tierras que habitaron por décadas
Si hay un ejemplo en el que el poder político y económico se une para violar sistemáticamente el Estado de derecho en México, es la alianza que la familia Coppel, propietaria de la desarrolladora Misión 21, y el ex gobernador Eduardo Bours establecieron para despojar de sus tierras a los habitantes que colindan con el vaso de la presa Abelardo L. Rodríguez, en Hermosillo.
En unos meses más se cumplirá una década del inicio del hostigamiento judicial y gansteril que han padecido los propietarios de tierras que colindan con el vaso de la presa en las colonias Las Amapolas, Lindavista y La Victoria, según viene denunciando hace ya mucho tiempo la abogada y maestra en la Escuela de Derecho de la Universidad de Sonora, Rosa Delia Coronado López.
Esta mujer valiente aún resiste los embates judiciales (los cuales se reanudaron en 2013) con los que Misión 21 trata de despojarle de los terrenos propiedad de su familia. En cierta forma, es afortunada; en su calidad de abogada ha podido responder a cada uno de ellos exitosamente… hasta ahora; pero muchos de sus vecinos, que no contaban con los recursos para pagar los servicios legales requeridos, terminaron malvendiendo sus tierras, en gran medida producto de la presión extrajudicial que el Gobierno del estado y la desarrolladora ejercieron en su momento.
Amenazas, coerción, desconocimiento de sus derechos, ministerios públicos y jueces al servicio de Misión 21 torciendo y tergiversando la ley cumplieron con su cometido: algunos vendieron sus tierras a 20 centavos el metro.
Coronado López aclara cuando nos relata esta truculenta historia, en la entrada de su casa a cuyos pies se extiende el vaso de la presa, que no todos los jueces, afortunadamente, han cedido a la presión, y algunos de ellos han hecho respetar la ley.

En 2007, la Procuraduría General de Justicia del Estado de Sonora, encabezada por Abel Murrieta, inició varios juicios reivindicatorios de propiedad contra la familia Coronado y otras familias asentadas desde hace medio siglo al menos en esas tierras.
El objetivo: hacerse de ellas porque colindan con el vaso de la presa, para que Misión 21 pudiera desarrollar un lujoso complejo con campo de golf, lago, hotel y centro comercial.
Antes de ello, el ex gobernador Eduardo Bours había vendido algunas hectáreas del vaso de la presa a la desarrolladora, propiedad de su pariente político José Coppel, contraviniendo varias leyes federales y estatales.
Además de las obvias, ya que los cauces de los ríos y los vasos de las presas son propiedad federal, el Gobierno de Bours ignoró la declaración de área protegida y cerco ecológico que el gobierno de Manlio Fabio Beltrones hizo en 1993. Irónicamente, explica la abogada, en ese momento desplazaron a algunos habitantes del vaso de la presa para ello; diez años después, Eduardo Bours vendía a Misión 21 estos terrenos supuestamente protegidos.
Durante ese tiempo, recuerda la entrevistada, el vaso de la presa floreció como nunca antes y se repobló de la fauna típica del área. Ahora, el único pulmón verde que tiene Hermosillo está seriamente amenazado con la devastación que la desarrolladora ha provocado en el lugar; hace un par de meses, por ejemplo, terminaron de construir un bordo de tierra de aproximadamente diez metros de alto por seis de ancho que parte en dos el vaso de la presa.
Además de la defensa judicial de sus tierras, la licenciada Coronado ha interpuesto una serie de denuncias ante Conagua y Profepa por la invasión de la desarrolladora al vaso de la presa y el desvío del río San Miguel; de momento sólo le han dado largas al asunto.
Otro de los siniestros detalles de esta historia es que el título de propiedad que otorga la posesión a la empresa de los Coppel de las tierras en el vaso de la presa y alrededores es apócrifo, asegura Rosa Delia Coronado, pues el Gobierno del estado no era el propietario de las hectáreas que supuestamente vendió a la desarrolladora.
El notario que dio fe de ello es el licenciado Salvador Corral.
Entre 2007 y 2009, el hostigamiento judicial y extrajudicial fue constante; hay casos atroces como el del vecino al que un agente del ministerio público amenazó con sembrarle droga al hijo si no cedía; terminó por vender su propiedad en escasos cien mil pesos.
El conflicto de intereses también se hizo presente; uno de los abogados que llevaba el caso para el Gobierno del estado, Otoniel Gómez Ayala, tenía a su hijo del mismo nombre trabajando como secretario de acuerdos y proyectista en el juzgado donde se celebraban algunos de los juicios.
En 2009, un poco antes del término de la administración boursista, el Gobierno del estado se desistió de la acción judicial.
Varios vecinos habían cedido a las presiones y malbaratado sus tierras, sin embrago, otros, como la familia Coronado, se mantenían en pie.

Con la coyuntura del cambio de gobierno y la llegada de los panistas al poder, Guillermo Padrés les prometió a los habitantes de los terrenos colindantes que cesaría el hostigamiento.
Sin embargo, en 2013, surgieron nuevas demandas, esta vez encabezadas por la desarrolladora Misión 21, con el beneplácito, sospecha Rosa Delia Coronado, del gobierno padresista.
En estos tres años se han recrudecido los embates, tanto judiciales como extrajudiciales, y cada uno de los expedientes los pelean en primeras y segundas instancias en condiciones muy desfavorables, pues hay funcionarios que no cumplen con su trabajo y operan a favor de los intereses de la empresa de los Coppel.
Hay familias como la Coronado que resisten; otras, cansadas de la batalla legal, desgastadas económicamente por los costos que ello implica y amedrentadas por el poderío que exhibe la desarrolladora y los compadrazgos políticos que alega tener, han dejado las tierras que habitaron por décadas.
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