Educación básica mexicana, una errata sin solución
Por Iván Ballesteros Rojo/ En los últimos meses se ha venido hablando sobre la necesidad imperiosa de una reforma educativa en México. Una donde los alumnos no sean los únicos que se ponen a prueba, sino también los docentes y las instituciones educativas. De la necesidad de lo anterior no cabe la menor duda. Lo que está en tela de juicio es la competencia de la Secretaría de Educación Pública para administrar los destinos de la educación nacional. Que para el ciclo que está por iniciar se repartan 227 millones de libros con 117 errores ortográficos, y según Raúl Alba, investigador y consultor que había advertido desde 2010 sobre esos errores, y cientos más por tomo, en cuestiones conceptuales y didácticas, suena a que la SEP, es decir, el Gobierno Federal, está poniendo la carreta por delante del caballo.
Fue hace unos días cuando el titular de la SEP, Emilio Chuayffet, culpó a la anterior administración federal por dejar pasar “117 errores ortográficos imperdonables”; y anunció que los libros gratuitos se irán con esos errores porque el proceso de edición ya es irreversible. Su razón, además de los millones que se han gastado, porque el material no llegaría a tiempo para el inicio del ciclo escolar. El Secretario de Educación también disculpó a la editorial más grande del planeta, que es dirigida por la Comisión Nacional de libros de texto Gratuitos (Conaliteg). “Conaliteg es una empresa del Estado y no fue ella la que motivó las faltas. Las faltas venían en la redacción y no se revisaron. Es la editorial más grande del mundo, 255 millones de libros en un año, de tal manera echar para atrás la producción hubiera resultado un muy difícil problema de resolver”.
Desde 2008 se ha venido hablando sobre errores graves en los libros de educación básica. Errores de tipo ortográfico, de sintaxis, en datos de gráficos y asignación de títulos. En 2011 se detectó que los libros de primaria iban con contenidos ajenos al plan de estudios, confusiones y temáticas abordadas de forma insustancial. Que el actual titular de la SEP recurra al viejo truco de culpar a la anterior administración, y que además diga que ya no se puede hacer nada, es un mensaje que sirve para darnos cuenta que los políticos mexicanos no tienen autocrítica ni están rodeados de personas capacitadas para delegar tareas que ellos no podrían hacer nunca, como planear, investigar y redactar los contenidos de un libro de texto de primaria.
Se me ocurren por lo menos dos estrategias que se pudieron haber tomado, en estos siete meses que lleva el Gobierno de Peña Nieto, para solventar, o cuando menos convenir a maestros a tomar previsiones, sobre estos 117 errores. La impresión de una fe de erratas. O por lo menos un aviso en los portales de la SEP. Otra, la reimpresión, con las correcciones, únicamente de las hojas donde están los errores.
Que en siete meses no se haya podido solucionar un problema de erratas en los libros de educación básica, y que se culpe la anterior administración de eso, nos habla de que no hay un proyecto ni una revisión de los asuntos importantes de la agenda nacional. La educación, quizá, el que más debería preocuparnos.