El bueno, el malo y el feo

Por Sandra Karina Ibarra Carbajal
No sé quién hizo más famoso el título, si Ennio Morricone con la fenomenal banda sonora o Sergio Leone, con la dirección del legendario western en el que, tres pistoleros se ven obligados a colaborar entre sí, con tal de obtener un jugoso botín de oro. Se trata del “rubio” (el bueno), un despiadado mercenario (el malo) y un astuto pero torpe bandido (el feo).
Esa perversa colaboración forzada, cuyo eje cohesionador es la ambición por el dinero, es justamente el fenómeno que protagonizan las y los políticos del régimen guinda y de la oposición simulada azul, roja, verde y naranja.
Bailan la danza de la simulación en el Congreso, le juegan al bueno, al malo y al feo.
La propuesta de reforma a la Ley de Amparo enviada por la Presidenta Sheinbaum, quien asumió el papel de la despiadada mercenaria (la mala) que propuso originalmente una serie de medidas para blindar al gobierno frente a las y los ciudadanos, aunado a la estocada final y más grave: la impunidad total en caso de que las autoridades decidan que no les da la gana cumplir con una sentencia que ampara a la ciudadanía.
Acto seguido, en la Cámara de Senadores surgieron los “buenos” y los “feos”, porque luego de un circo de “parlamento abierto”, por medio del cual, en cuestión récord de minutos, el régimen autocrático que nos gobierna tuvo el circense gesto de permitir desahogarse, no así, participar en un ejercicio serio de democracia deliberativa, a diversos actores sociales, quienes expresaron su rechazo a la propuesta de reforma.
Así, las y los legisladores que fingieron que escucharon, protagonizaron el rol mercenario de “los buenos”, y mágicamente en cuestión de horas, determinaron recular en diversas propuestas (curiosamente las más agresivas), pero dejaron aún, dardos con el suficiente veneno para matar la eficacia del juicio de amparo y colocarnos a las y los ciudadanos en el total desamparo ante actos arbitrarios.
El corazón vivo del juicio de amparo como una herramienta para combatir el abuso de poder, es la figura de la suspensión, que nos permitía evitar que cualquier acto de autoridad se ejecutara en perjuicio de quien lo padece, hasta que se resolviera en sentencia quién tenga la razón; sin embargo, esa figura es precisamente la que se encuentra moribunda con las reformas que subsisten en los términos planteados por los mercenarios que fingieron el rol de “los buenos” en el parlamento.
Son burdamente sistemáticos y generalizados en sus manotazos autoritarios, generan una bomba de humo, fingen deliberación (falsa) y para simular una pluralidad que no existe, ceden en extremos en los que, desde un inicio planearon no ejecutar (por el momento).
No podía faltar en la saga de la vida real, el personaje del “feo”, del astuto pero torpe bandido, quien a última hora en lo oscurito, furtivo y delincuencial (según las notas palaciegas se lo atribuyen al Senador Adán Augusto del partido guinda), colocó un artículo transitorio que revienta la seguridad jurídica y otorga aplicación retroactiva de las reformas a todos los juicios que ya se encuentren en trámite, evidenciando que, en su mundo paralelo de borrachera absoluta de poder, no existe el artículo 14 Constitucional que prohíbe la retroactividad de una norma en perjuicio de persona alguna.