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El cerebro en la pandemia

El estrés en sí no es malo, es una energía para la acción, el problema se complica por el confinamiento, las malas noticias, la incertidumbre y toda la publicidad falsa llamada infodemia

Por Rosa Chávez Cárdenas

Son muchos se quejan de que han bajado su rendimiento mental en este año y medio de pandemia, el efecto lo llamaron “neblina mental”. La carga psicológica deja consecuencias fisiológicas: depresión, ansiedad, cambios en el apetito, en el sueño, la digestión, fatiga, falta de atención y afectaciones en la memoria.

El hipocampo es la zona del cerebro responsable de la memoria es una de las más afectadas por los efectos de la pandemia. El hipocampo también está involucrado en el aprendizaje, además esta zona del cerebro sufre deterioro con la edad, especialmente para los sedentarios y los que dejan de trabajar.

Con la pena, los efectos del cerebro por la pandemia van más allá de afectaciones en la memoria, el déficit de atención y las dificultades de aprendizaje. Los receptores de las redes neuronales son sensibles a la hormona del cortisol, esa que se dispara con el estrés, son notorios los cambios de humor, el miedo, la dificultad de concentración y la toma de decisiones.

El sistema límbico y la amígdala también están afectados, estas áreas son las encargadas de las emociones y la memoria de acontecimientos traumáticos, están muy activos por los meses de incertidumbre y malas noticias.

Afortunadamente los efectos no son iguales para todos, depende de la fortaleza individual, de los patrones en su familia y por supuesto de los daños que deja esta infección como la pérdida de un familiar, de un amigo, para los que enfermaron, los que se quedaron sin empleo.

El estrés en sí no es malo, es una energía para la acción, el problema se complica por el confinamiento, las malas noticias, la incertidumbre y toda la publicidad falsa llamada infodemia. El estrés postraumático por el duelo de cualquier pérdida incrementa la carga en la salud mental, dejando trastornos como ansiedad, depresión y enfermedades psicosomáticas.

Algunos han hecho el esfuerzo para mantenerse sanos, no han dejado de practicar ejercicio, de cuidar su alimentación, aprovechan su tiempo libre en el arte, las manualidades, y hasta han aprovechado para reparar su casa. Tienen la filosofía de “al mal tiempo buena cara”. Pero es un hecho, a los gobiernos y a los medios de comunicación les gusta mantener atemorizada a la población, saturados de información vivimos en estado de ansiedad anticipatoria, de restricciones absurdas para las actividades diarias y de incertidumbre, sin saber cuándo recuperaremos la normalidad.

La población se divide entre los que quieren el confinamiento y los que quieren regresar a la normalidad sin tantas restricciones; están convencidos que ni el gobierno, ni un patrocinador nos van a mandar el dinero para subsistir.

El estrés libera hormonas como la adrenalina y el cortisol, no causa efectos si utilizamos la energía de estas hormonas, el problema es que al acumularse afecta el cerebro y a los órganos.

Los investigadores en Reino Unido han detectado cambios en el volumen con los efectos de la pandemia en las regiones temporal, frontal, occipital, subcortical, en el hipocampo y la amígdala. Un alto nivel de cortisol está asociado con mala memoria, falta de percepción visual, pérdida de sentimientos de empatía, ansiedad, incremento de peso y mal humor. Los adultos mayores son más vulnerables y los niños experimentan retrasos en su desarrollo social y en el lenguaje.

Luis está tan abrumado por la pérdida de su trabajo, las llamadas frecuentes para cobrarle las tarjetas de crédito, hasta que afectó su salud, le subió la presión, afectó su corazón y fue necesaria una cirugía. Confiado en su seguro médico, hasta que se enteró. El seguro no se quiso hacer responsable con el argumento que tenía una enfermedad previa.

Aunado a sus deudas tiene que pagar la cuenta del hospital. Pasó días con ideas de suicidio. Hasta que, un amigo lo llevó a terapia, al compartir sus problemas y escucharse a sí mismo, empezó a despegar su mente, la neblina mental se convirtió en llanto liberador. Dejó el silencio y compartió con amigos, todos solidarios preocupados por su salud ayudaron a encontrarle un nuevo trabajo. Entendió que las penas cuando se comparten se hacen más pequeñas, las alegrías cuando se comparten se hacen más grandes. Lo dijo Paracelso: “el poder de la fe, la sugestión y la confianza, son ingredientes importantísimos en cualquier proceso”.

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