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El discurso de odio es alentado desde palacio nacional

De Primera Mano

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

NO DEJÓ de sorprendernos, por fortuna, la reacción masiva que se dio este lunes por la agresión fijada en una imagen de la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández, incinerada por los manifestantes convocados por el Presidente de la República para conmemorar la expropiación petrolera de 1938.

Fue una especie de “gota que derramó el vaso”, ante el cúmulo de ataques sufridos por la representante del Poder Judicial Federal, desde que asumió ese cargo el pasado 2 de enero del presente año.

Todo inició por las críticas externadas por el Presidente López Obrador, que se acrecentaron luego de la ceremonia del 5 de febrero, en Querétaro, cuando la ministra recibió al titular del Poder Ejecutivo Federal, con aplausos, pero sin ponerse de pie.

Minutos antes había trascendido que agentes de la Presidencia habían cambiado el orden de las personalidades en el presídium. Tanto la ministra Piña como el presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Creel, debieron flanquear a López Obrador en un acto netamente republicano como es el aniversario de la promulgación de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.

Al transcurrir de las semanas, el Presidente ya no se detuvo para calificar a los integrantes de la Corte, en especial a su Presidenta, de “beneficiar con sus sentencias a delincuentes, lo que los hacen corruptos e insensibles”.

A la par de ello, las agresiones terroríficas contra la mujer a lo largo y ancho del país, se han repetido en forma escalofriante. Marcó un antes y un después en el manejo de las redes sociales, un “Twitt” en que se daba como solución para terminar con la ministra, el uso de una bala.

Ayer, trascendió un mensaje de la esposa de López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, reprobando la acción violenta como solución a los problemas y, al mismo tiempo, un “Twitt” de la senadora Olga Sánchez Cordero, quien recordó a Norma Lucía Piña como su secretaria proyectista en la Corte y lamentando los ataques contra ella.

Hasta en Sonora y buena parte del país, la censura contra otro “Twitt” del delegado de los programas del Bienestar, Jorge Taddei Bringas, quien irónicamente pidió “atender de sus quemaduras a la ministra Piña”, seguido de todo un rosario condenando la actitud asumida por el funcionario, muy cercano por cierto, al Presidente.

Quizá toda esta condena convenció a López Obrador para que, ayer, desde Chiapas, manifestara su desacuerdo en el uso de la violencia. No estuvo mal. Lo que seguiría es que él mismo disminuyera el volumen de sus discursos de odio.

Lo correcto, más allá de sus posturas agresivas contra quienes no piensan como él, es detener a las manos que operan el uso de la violencia contra sus adversarios.

SÓLO la eficacia de la Fiscalía General de Justicia en el caso del responsable del atropellamiento de una adulta y dos niños en el sur de Hermosillo el pasado día 5 de este marzo, hablará por la titular de esa área, Claudia Indira Contreras… Las investigaciones, sin duda, han avanzado… Se encontró el auto con el que se cometió el delito, se identificó al responsable y se ha elaborado una ficha roja para detenerlo donde se encuentre… Lo demás que se diga no deja de ser un rumor, alimentado por la ansiedad de hacer justicia… Si las investigaciones conducen a exhibir públicamente a quienes, a sabiendas de proteger a un irresponsable y delincuente, le han ayudado a escapar, la misma vida podría encargarse de cobrarles factura tarde o temprano.

UN ENFRENTAMIENTO entre bandas rivales en Caborca, dejó por resultado siete muertes y otros tantos más heridos… La llamada “mesa de seguridad”, se manifiesta optimista al reconocer que hay llevado a cabo decomisos y detenciones… Pero en materia de “prevención” a efecto de evitar que la terrible violencia continúe, de eso no hay nada… En realidad, la Secretaría de Seguridad se ha dedicado a rendir informes de su actividad después de los hechos delictivos… Si actuara “antes”, se demostraría en el regreso a una ansiada paz y tranquilidad.