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El partido del Presidente y sus resultados electorales

Lo sucedido en esta jornada electoral no fue un resultado aislado y tampoco alejado de los últimos sucesos y decisiones de los máximos órganos de justicia en el país

 

Por David Figueroa O.

Hoy cuesta hacer valer el poder por el poder sin tomar en cuenta el sentir ciudadano; se viven nuevos tiempos y los sucesos de este mes en términos de decisiones de los órganos de justicia y los resultados electorales de este fin de semana así lo demuestran.

Morena le apostó todo al poder y a la implementación de programas asistenciales: con el primero se ha hecho de brazos ejecutores para disminuir todo aquello que le represente oposición; con el segundo quiso garantizar votos a partir de lealtades por dádivas. Una estimación insuficiente y limitada como la venganza consumada contra México Libre.

Las razones políticas y no jurídicas evidenciadas en la negativa de dicha organización como partido político prueban que ello fue posible sólo por tener el poder, sin tomar en cuenta que ese poder no fue conferido para tales fines, sino que en cada voto depositado iba la confianza en la capacidad de construir algo distinto.

Y es que en México se ha caído en la errónea concepción del triunfo basado en la derrota de todos los demás: ‘Yo gano si tú pierdes’ y con ese concepto tan chiquito aplastamos toda posibilidad de desarrollo como sociedad, pero no la capacidad individual para dar cuenta de ello.

Así, el resultado electoral de este domingo 18 de octubre en los estados de Hidalgo y Coahuila demuestra que la aprobación del presidente no se convierte en votos para su partido.

Ahora bien qué se puede esperar con Morena que en definitiva no ha concretado una estructura eminentemente partidista, no es un partido político ni en la base ni en la estructura, sino un movimiento social que se desdibujó al llegar al poder.

A menos de dos años de haber logrado un triunfo democrático indiscutible en las urnas y que lamentablemente no supo valorar, Morena ha quedado en un movimiento que día a día se muestra sólo como una lucha de grupos peleando por el poder.

Andrés Manuel López Obrador fue el fundador y presidente de ese movimiento que alcanzó un registro partidista y de ahí no han logrado pasar. Hasta la fecha no han podido ponerse de acuerdo para nombrar un presidente distinto; igual que las famosas ‘tribus’ del PRD que el hoy Presidente tanto criticó.

La falla de fondo consecuente con el resultado electoral de este fin de semana se reduce a una estrategia basada en dádivas o intercambio de beneficios; y odio. Nada más.

Y ninguna de esas dos líneas garantiza votos a su partido más allá de lealtades personales que no implica masas. Incluso esas lealtades personales fincadas en el intercambio de beneficios políticos y económicos es la más débil entre todas las formas de ganar lealtad, por eso se equivoca también Morena en pensar que esos programas asistenciales le garantizan votos por sí mismos.

Por ejemplo si en Sonora piensan que ya ganaron o su ventaja es irreversible rumbo al 2021 por los 400 mil apoyos o más que entregan en becas y asistencias, nada más alejado de la realidad.

En primer lugar porque no hay trabajo de partido, se les ha escurrido el tiempo en administrar pleitos internos y repartición de posiciones sin siquiera tenerlas; esa dinámica se está volviendo el modus operandi de Morena mientras el presidente camina por una vía alterna totalmente distinta y distante: sus venganzas, sus intereses personales, sus demostraciones de poder, su afán de control.

En pocas palabras lo sucedido en esta jornada electoral no fue un resultado aislado y tampoco alejado de los últimos sucesos y decisiones de los máximos órganos de justicia en el país, ante lo cual podemos concluir que:

Morena sigue siendo un movimiento social sin estructura partidista con un líder fuerte aún pero que desde el primer mes de gobierno no ha dejado de disminuirse. Y viceversa, en la oposición hay estructura partidista con experiencia electoral y de gobierno pero con escasez de líderes.

En este escenario los resultados en Hidalgo y Coahuila dejan claro a unos y a otros que ni la entrega de dádivas; ni el poder por el poder –aún teniéndolo–; ni el fomento del odio garantizan votos.

En México el electorado poco a poco y a golpe de decepciones va aprendiendo a valorar su libertad y secrecía en las urnas, pues ningún tema material le genera ya compromiso alguno con nadie. Incluso nos atrevemos a decir que las promesas ya no pintarán más en campañas exitosas el 2021.

Agradezco sus comentarios y retroalimentación a través del correo electrónico [email protected]; y en redes sociales: Twitter @DavidFigueroaO /Fb David Figueroa O.