El Tigre de Santa Julia, toda una leyenda
Por Enrique “Kiki” Vega Galindo/
Durante un tiempo, Jesús Negrete fue soldado, luego abandonó el cuartel para ingresar a la criminalidad; famoso por sus escurridizas huidas de la ley hasta quedar detenido en medio de un hábil plan
José Jesús Negrete, “El Tigre de Santa Julia”, nació en el año de 1873 en el pueblo de Cuerándaro, Guanajuato, en donde como peón de campo radicaba su padre, a quien ayudó en sus tareas los primeros años de su infancia. Después trabajó como jornalero, sin haber tenido oportunidad de instruirse; era analfabeta, y a la vista de una parada militar le sugirió la idea de ingresar al Ejército Nacional, y como carecía de recursos económicos hizo el viaje a pie desde su pueblo hasta la Capital, en donde se dirigió al Cuartel de Artillería de Tacubaya, causando alta en el Tercer Batallón de Artillería.
Durante el tiempo que fue soldado, interpretaba bien las ordenes que reciba, y las cumplía con actividad y diligencia, lo que le valió ser ascendido a cabo, a sargento segundo y a sargento primero. Pero sufrió una decepción en su carrera militar —ya que imaginaba una vida llena de aventuras, luchas, combates y emociones— al cumplir el término de su enganche, abandonó el cuartel para ingresar a la criminalidad.
J. Jesús Negrete durante su vida en el cuartel conoció a Heraclio Rodríguez, y por sugestión de él, practicaron una horadación en los muros del Cuartel y en compañía de otros delincuentes robaron machetes, monturas y pistolas. El 14 de octubre de 1900, en compañía de otros cuatro delincuentes más asaltaron la Hacienda de Aragón, próxima a la Calzada de la Villa. Robaron herramienta, incluyendo un yunque. Parte de lo robado lo ocultaron dentro de la misma hacienda, al día siguiente irían a recoger el botín pero ahí se suscitó un tiroteo entre los delincuentes y el Administrador de la Hacienda, resultando herido éste y uno de sus ayudantes.
Como consecuencia de este delito J. Jesús Negrete huyó por algunos estados del interior de la República mexicana. El día 24 de septiembre de 1902, de nueva cuenta en la Capital, y al llegar en estado de embriaguez tuvo un disgusto con su amante Ramona Cabrera y le hizo varios disparos con arma de fuego. Por la alarma provocada por los disparos acudió la policía, que no lo pudo aprehender porque huyó, pero lo persiguió la policía y el pueblo hasta una casa en la Colonia Guerrero en la que fue aprehendido. Era conducido a la Comisaría de Policía y se le escapó al policía que lo custodiaba. El policía hizo uso del silbato para solicitar el auxilio de un compañero, quien intentó detener a Negrete, pero éste le disparó un tiro y lo mató. Huyendo Negrete.
El 4 de junio de 1904, en el barrio de Puerto Pinto en Tacubaya, dos amigos de Negrete invitaron a Macedonio Molina a tomar unas copas con el fin de robarle su cobija. Molina se encolerizo y fue a su casa en busca de un arma: su hoz. Los amigos de Negrete le avisaron que lo iba atacar. Negrete esperó a Molina y lo asesinó de tres balazos. Aprehendido Negrete se fugó de la cárcel con sus compañeros.
Posteriormente Negrete y su amante Manuela Álvarez hicieron un hoyo en un muro de la Oficina de Correos de La Piedad, D.F., se introdujeron a ella y robaron. El 21 de junio de 1904, Antonio y Bernabé Ruiz —padre e hijo— por instrucciones de Negrete se introdujeron a la casa de la Señora Irene Pacheco de Adams, con el fin de robar. Intervino el gendarme Rafael Bejarano, para aprehender a Los Ruiz y es herido de bala por Negrete.
El 3 de septiembre de 1904, Negrete y tres delincuentes más robaron el “Molino de Valdés” de donde se llevaron sillas vaqueras, reatas de cuero y balanzas de pesar. El 15 de octubre de 1904, Negrete y cinco delincuentes se encontraban en compañía en una taberna de Santa Julia, dos sujetos que no eran amigos de Negrete provocaron un disgusto, y pidieron ir a sus casa por armas para estar en iguales condiciones, y arreglar sus negocios. Antes de que llegaran a su casa, Negrete los atacó a balazos por la espalda, mató a uno y el otro huyó mal herido, para avisar a Los Rurales, saliendo 18 de ellos en su persecución. Les dieron alcance en una barranca. Entablándose un tiroteo. Negrete mató a dos rurales y lesionó a otro. Continuó la persecución hasta la Hacienda de Los Morales, en donde de nueva cuenta se entabló el combate. Matando Negrete a un civil que acompañaba a los Rurales. Allí hieren a un amigo de Negrete y lo aprehendieron.
Por estos sucesos peliculescos acaecidos ese memorable día recibió José Jesús Negrete el apodo de: “El Tigre de Santa Julia”. Ingresó el 15 de octubre de 1904 al penal de Santa Elena, para fugarse de esta prisión, mediante una horadación y escalamiento, el día 25 de noviembre de 1905. Duró prófugo hasta que el día 28 de mayo de 1906 fue reaprehendido en un barrio de Tacubaya. Los delitos cometidos, la evasión y las circunstancias de su captura, son los hechos en que se basa la celebridad de este delincuente, que al pasar de los años, aun sigue siendo recordado, y sobre su figura se han escrito cientos de artículos, documentales, cuentos, mitos, leyendas y películas.
La aprehensión de Negrete se dio en siguientes términos: labor de investigación dilatada, penosa, y finísima, tratándose de un hombre que siempre andaba solo, se alarmaba de cualquier rumor, era desconfiado y receloso hasta el extremo. El plan era acercarse sigilosamente hasta él, para conocer sus costumbres, sus guaridas, y preparar el golpe final.
El lugar que frecuentaba Negrete era una casa situada por la calle del Nopalito en el barrio de Puerto Pinto en Tacubaya, donde vivía Guadalupe Guerrero, una mujer de quien estaba profundamente enamorado. Un hábil policía se infiltró en la vida de Negrete y le provocaba celos, sabiendo la pasión avasalladora que sentía por la mujer, diciéndole que cuidara a su mujer porque en su ausencia era visitada por otro hombre. La fiera vencida por los celos, olvidó sus minuciosas precauciones y comenzó hacer visitas frecuentes y prolongadas a la casa de Tacubaya. Cuando el Inspector General consideró que ya era el momento deseado para irrumpir en la habitación de su amante.
Para la operación de su captura intervinieron los agentes: Francisco Chávez, Ladislao Barajas, y Manuel Mayén. Cerciorándose de que Negrete se encontraba en su casa ubicada en el Callejón del Chile, en el barrio Puerto Pinto, en la parte alta de una cuesta que iba al barrio de Dolores por un callejón maltrecho y a las orillas, desde donde podía observarse una gran nopalera perfecta para ocultarse, en uno de los jacales ubicados por ese callejón vivía la mujer de Negrete. A un lado se encontraba el potrero de Francisco Mendoza rodeado por una barda. Los oficiales pusieron especial atención a la nopalera y la barda, porque si se les escapaba no lo iban a poder agarrar.
El plan era atacar con 12 gendarmes por distintos flancos para impedir se les escapara. Entonces actuaron con rapidez buscando a Negrete por todos lados y no lo podían encontrar. Pero Negrete estaba atrás de un nopal donde no se podía ver, sentado de aguilita haciendo sus necesidades, no los escuchó venir y cuando levantó la cara de asombro de que lo estuvieran apuntando cuatro carabinas. Al verse sin remedio y escuchando las carcajadas de los gendarmes por la manera tan fácil e incómoda para Negrete de como lo habían agarrado. Grito: “…me doy… pero no me amarren…”. Inmediatamente se le recogió su pistola Colt 44 con cachas nacaradas blancas, una canana con 100 tiros útiles y una preciosa daga.
En solo siete años de actividad delictiva “El Tigre de Santa Julia” se convirtió en el delincuente más buscado y de renombre en la época de Don Porfirio Díaz. Sus compañeros de fechorías todos fueron miembros de la milicia y pertenecientes al: “Tercer Regimiento de Artillería Montada”, y ellos fueron: Fortino Mora, Narciso Bravo, Tranquilino Peña, José Concepción “El Arriero”, Pedro Herrera, Jesús Salazar y Evaristo Navarro.
Negrete ya encerrado en la Penitenciaria de Belén, se calmó, y se puso a estudiar, aprendió a leer y escribir, devoró decenas de libros, era un buen trabajador, de conducta intachable, no vociferaba, ni hablaba majaderías, era callado, reservado. No fue simpático, ni repulsivo. Escribió hermosas cartas y poemas. Sus ojos negros siempre miraban fijamente irradiando ira. Era locuaz. Inclusive le envió una larga carta a Porfirio Díaz pidiendo su indulto. Quien se lo negó diciendo: “…Lástima de inteligencia y valor. Si tan solo se hubiera dedicado a la Milicia… ejecútenlo y cúmplanse sus caprichos, y entiérralo cristianamente…”.
Fue ejecutado el día 23 de diciembre de 1910, cuando tenía 37 años de edad. El Padre Villalaín lo confortó en la Capilla de la Prisión el día de su ejecución. Pidió bañarse porque quería: “llegar, limpio, muy limpio al Señor”. Lo rasuraron con una maquina Gillette que fue comprada a la Sonora New Company de la Calle Gante.
Doña Paz Roqueñi de Miranda “La Madrina”, que auxiliaba a los presos que iban a ejecutar, le llevó una sabrosa barbacoa, la cual fue rociada con vino, cerveza y agua de seltz.
Antes de morir le escribió una bella carta a su hermana y su hijo. Lo vistieron con un traje negro, salió de la capilla fumándose un habano, tranquilo y seguro siguió su camino hasta el jardín donde se ubicaba el paredón. No dejó le vendaran los ojos. Dijo: “quiero ver venir la muerte…”. Posteriormente dijo: “Adiós a todos… y que ¡Viva México!”. Oyó la orden de: ¡fuego! Y los Dragones hicieron una descarga. El primer disparo falló, el segundo le entró por el cuello, y el tercero le penetró por la sien izquierda para despedazarle el cerebro.
“El Tigre de Santa Julia” fue amortajado y metido en una humilde caja de madera. Fue sepultado en una fosa de sexta clase en el Panteón de Dolores.
El autor es: Sociólogo, Historiador, Escritor e Investigador.
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