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Europa: entre el miedo y la defensa de sus valores

La crisis de migrantes y el terrorismo islámico ponen a prueba a la Unión Europea; frente a valores como democracia, derechos humanos, igualdad y libertad,  tradicionalmente identificados con el viejo continente, cobran cada día más fuerza los discursos nacionalistas y xenófobos

Por Imanol Caneyada

Los gritos de júbilo y alegría de las multitudes en las principales capitales de Europa por la llegada del nuevo año no ocultaban las extremas medidas de seguridad. En relación con años anteriores, en las plazas de ciudades como Berlín, Londres, Roma, París y Madrid, en las que habitualmente se junta la gente para celebrar el cambio de año, se había prácticamente doblado la presencia policiaca y las revisiones a las personas que accedían a esos puntos eran exhaustivas.

Alrededor de dichos lugares de celebración, las autoridades de cada país habían colocado sacos de arena y muros de hormigón ante la amenaza de un posible atentado con un camión o un autobús manejado por un fanático yihadista dispuesto a arrollar a la multitud.

Doce días antes había sucedido en Berlín.

La Unión Europea se encontraba en alerta cuatro, aunque el mismo 31, en las redes sociales comenzó a circular el rumor de que habían aumentado a alerta cinco porque era inminente un atentado. Los medios de comunicación se apresuraban a desmentirlo.

Terminaba el 2016, aciago y tenso, duro, sangriento para Europa, y el miedo era el principal protagonista.

Llegó la medianoche, el 2017 entraba inmaculado, fresco, con la dosis de esperanza que suele traer cada año nuevo. En las principales capitales europeas la fiesta se había prolongado durante toda la noche y los trasnochadores regresaban a sus casas pensando que el terror del extremismo islámico no había podido vencer el espíritu festivo y conciliador de la cultura que viven y representan millones de habitantes de la UE.

Pero apenas salía el sol cuando la noticia corrió como pólvora. No había sido en París. No había sido en Londres. Ni en Madrid ni en Roma. Las escenas de gente aterrada, sangrante, herida o muerta correspondían esta vez a la capital de Turquía, Estambul, esa ciudad frontera entre dos mundos: occidente y oriente, dos mundos que nos guste o no, están en guerra.

 

De Berlín a Estambul

En occidente, más allá de religiones, diciembre es un mes que simboliza la paz, la hermandad, la reconciliación y la felicidad de reunirse con los seres queridos. Aeropuertos, estaciones de tren y de autobuses se ven inundados por millones de personas que se reencontrarán con sus familias para celebrar la Navidad y despedir el año. Puro y duro simbolismo, cierto, pero en el ambiente es inevitable respirar eso que hemos llamado espíritu navideño, caracterizado por la solidaridad entre los seres humanos.

El Estado Islámico (Isis), que ha superado a sus antecesores de Al Qaeda en brutalidad y sadismo, eligió la ciudad de Berlín para advertirle a occidente que no habría tregua ni siquiera en fechas tan especiales, o tal vez, por ser fechas tan especiales no pararon en el ejercicio del terror.

Un atentado en Estambul al inicio de este año, tiene en shock a Europa.
Un atentado en Estambul al inicio de este año, tiene en shock a Europa.

El atentado se produjo el 19 de diciembre cuando un atropello masivo mató a 12 personas y lesionó a otras 56 en un mercado navideño junto a la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm en Breitscheidplatz, en el distrito de Charlottenburg de Berlín. Una víctima adicional, el conductor original del camión, Lukasz Robert Urban, fue encontrado muerto a tiros en el asiento del copiloto. Un sospechoso fue arrestado y liberado más tarde debido a falta de pruebas, mientras que el autor permanecía prófugo.

En la tarde del 21 de diciembre el fiscal alemán dictó una orden de búsqueda y captura contra Anis Amri, un ciudadano tunecino de 24 años, e hizo una oferta pública de recompensa de hasta 100 mil euros por la entrega de datos que ayudasen a dar con su paradero. Amri fue abatido en Milán el 23 de diciembre, y pocas horas más tarde la agencia Amaq divulgó un vídeo del autor del atentado donde aparecía jurando lealtad al Estado Islámico.

El pueblo alemán, en una gran mayoría, reaccionó a causa de este brutal golpe criticando la política de acogida a los refugiados que la canciller Angela Merkel ha desplegado a lo largo de todo este año. Alemania ha sido uno de los países europeos que más refugiados ha recibido debido a la crisis humanitaria desatada en países en guerra.

Muchos alemanes se preguntan: ¿cuántos militantes de Isis se cuelan a Alemania haciéndose pasar por refugiados? ¿Por qué nosotros tenemos que abrir nuestras fronteras a millones de personas, entre las cuales hay gente que odia nuestro estilo de vida, nuestros valores, nuestra forma de pensar?

Doce días después, Turquía entraba en estado de shock después de iniciar 2017 con un nuevo atentado en Estambul que dejó al menos 39 muertos y 69 heridos. En la madrugada del domingo un atacante, aún a la fuga, accedió a la exclusiva sala de fiestas Reina, en la orilla europea del Bósforo, y ametralló a bocajarro a los más de 500 asistentes que celebraban la llegada del nuevo año.

Más de 30 horas después del atentado, el Estado Islámico asumió su autoría.

Al mismo tiempo, en la ciudad de Ceuta, ubicada en Marruecos pero perteneciente a España, miles de refugiados y emigrantes de diferentes partes del continente africano trataban de saltar el cerco que divide a la ciudad del resto de Marruecos, con la intención de iniciar el 2017 en territorio europeo. La policía española impidió su ingreso empleando todos los medios a su alcance.

Crisis migratoria y demagogia

 

En las plazas de las principales ciudades europeas fue redoblada la vigilancia durante festejos.
En las plazas de las principales ciudades europeas fue redoblada la vigilancia durante festejos.

La crisis migratoria en Europa, también conocida como crisis migratoria en el Mediterráneo o crisis de refugiados en Europa, es una situación humanitaria crítica, que se agudizó en 2015 por el incremento del flujo descontrolado de refugiados, solicitantes de asilo, emigrantes económicos y otros migrantes en condición de vulnerabilidad, que en conjunto comparten las vías de desplazamiento irregular hacia países de la Unión Europea. Para diciembre de 2015, más de un millón de personas habían entrado en Europa, de las cuales novecientos mil habían solicitado asilo político. Por otra parte, alrededor de tres mil personas habían muerto en el intento.

En 2016 se sumaron a este masivo desplazamiento humano provocado por guerras, hambruna y miseria alrededor de 450 mil personas, procedentes de África, Oriente Medio y el sudeste asiático.

Las brutales escenas que presenciamos este año en el Mediterráneo con barcazas repletas de hombres, mujeres y niños tratando de llegar a las costas europeas en busca de un futuro negado en sus países de origen, indignaron a la opinión pública y orillaron a los gobiernos de la Unión Europea a establecer políticas de acogida y fronteras abiertas.

Lo anterior, claro está, tenía que ver con ciertos valores que Europa ha tratado de mantener y con los que se identifica discursivamente hablando, relacionados con la democracia, los derechos humanos, la igualdad y la libertad.

Valores con los que cualquier ciudadano promedio de la UE estaba de acuerdo… hasta que la invasión de migrantes y el terrorismo yihadista ha trastocado la tranquilidad en la que vivían.

La primera advertencia del cada vez más aceptado discurso nacionalista, xenófobo y de odio a lo extranjero fue el triunfo del conocido Brexit en Inglaterra. Más del 52% de los ingleses votó a favor de que el Reino Unido dejara la Unión Europea. El principal argumento de los políticos conservadores que promovieron el Brexit fue la amenaza de la masiva llegada de extranjeros al país que arrebatan los puestos de trabajo y la tranquilidad los ingleses.

En Francia, ante las elecciones que se celebrarán este año, el Frente Nacional gana terreno de forma alarmante. Su candidata, Marine Le Pen, hija del fundador de este partido de ultraderecha, Jean-Marie Le Pen, ha dicho cosas como que hay que expulsar a todos los fundamentalistas extranjeros, se ha manifestado como una entusiasta seguidora de las ideas proteccionistas de Trump, y pretende sacar de las escuelas públicas a los hijos de los migrantes, entre otras propuestas igual de xenófobas.

De momento, a medio año de los comicios galos, la candidata del Frente Nacional cuenta ya con el apoyo del 30% de los franceses y suma y sigue, mientras el actual presidente y candidato de la izquierda, Hollande, sigue en caída libre.

Hay que recordar que Francia ha sido uno de los países europeos más castigados por el extremismo islámico en los dos últimos años.

La propia Merkel ve con preocupación este 2017 en el que habrá elecciones en Alemania, pues sus políticas humanitarias para con los refugiados y migrantes hacen cada vez más difícil su reelección.

Europa, creadora e impulsora del parlamentarismo, los derechos humanos y la desintegración de las fronteras entre países, empieza a dudar de los valores que ha abrazado en los últimos 40 años.

El terrorismo islámico y la crisis de los refugiados está empezando a sacar lo peor de ese viejo continente, en el que la sombra del nacionalismo extremo renace, alimentada por el terror.