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Francisco Javier Armenta, el héroe de Cajeme

Por Héctor Rodríguez Espinoza/

Nacozari fue puesto en el mapa y en la historia universal, por la grandeza de Jesús García Corona, el héroe ferrocarrilero. Ciudad Obregón tiene un héroe de la misma magnitud, sin embargo no se le ha dado el reconocimiento que merece.

Este lunes 11 de agosto se cumplieron 17 años del trágico incendio del Centro Comercial VH, ubicado en la Plaza Tutuli, de Cd. Obregón, en el que el joven abogado Francisco Javier Armenta Cota salvó la vida de 11 personas atrapadas en dicha conflagración, en 1997.

Nació en Ciudad Obregón, en 1954, donde cursó su educación básica y después se tituló de Licenciado en Derecho por la Universidad de Sonora. Figura en la lista de cajemenses ilustres homenajeados un 30 de noviembre, lo que enalteció el evento.

Rosendo Eliseo Arrayales Terán, activista social y varias agrupaciones o colectivos civiles siempre han insistido —para que no se olvide— en valorar por siempre este acto de heroísmo.

Sin duda el más bello ejemplo de generosidad que hemos conocido es el de este joven abogado que sacó a once personas entre las llamas y el humo letal aquella mañana del 11 de agosto de 1997. Él estaba allí, como muchas personas.

El joven abogado, de sólo 23 años de edad, había acudido ese día al supermercado en compañía de su hermana Martha. Alrededor de las 11:15 hrs., una explosión en el área de cocina ocasionó el incendio que en pocos segundos atrapó en el interior del Super a varias personas. Algunas pudieron escapar del humo, entre ellas estaba Francisco. Pero en lugar de ponerse a salvo, se detuvo para ayudar a su hermana quien ya había sido alcanzada por las llamas. Después que la sacó regresó para salvar a otras 11 personas, algunas de las cuales ya estaban muy dañadas y morirían días después; otras alcanzaron a sobrevivir gracias a la acción heroica de Francisco.

Pudo haber salvado su vida, pero prefirió arriesgarla por aquellos que no lograban salir del incendio. Inhaló humo y sufrió graves quemaduras. Diez días después falleció, dejándonos su ejemplo para admiración de las generaciones actuales y futuras. Algún día una plaza, una calle o una escuela deberán llevar su nombre y los adultos hablarán a los niños de un héroe que surgió de las llamas.»

Ciertamente en el Acuerdo 511 del Acta 77, de la Reunión de Cabildo, de 10 de septiembre de 2012, se acordó incluir este día en el calendario cívico del Ayuntamiento de Cajeme, para conmemorar el acto y que la calle del Parque Lineal de la Laguna del Náinari llevaría su nombre (originalmente era ponerlo a la prolongación de la calle Guerrero, pero se objetó que traería confusiones en documentos oficiales donde se utiliza «Prolongación Guerrero»).

Pero el activista social Arrayales Terán me insiste que no se concretó, ya que no se programó ningún acto oficial ni existe una placa con su nombre, donde se enaltezca su heroica acción.

En el año de 2013, en la Laguna del Náinari, un pequeño grupo de ciudadanos, encabezados por dicho activista social se reunió para conmemorar ese 16° aniversario luctuoso y exigir que se ponga la placa alusiva.

El pasado lunes 11 de agosto de este año de 2014, a las 8:00 hrs., a un costado del discóbolo de la Laguna del Náinari, se realizó un acto cívico, encabezado por miembros de la sociedad civil y familiares de Armenta Cota, donde se recordó este acto de valentía, colocaron un arreglo de flores y dieron algunas palabras a los asistentes. Sienten y reclaman que ha sido olvidado por las autoridades y en general por la sociedad cajemense.

Lo cierto es que ni las autoridades del Municipio, ni la ciudadanía, ni los medios, le hemos dado el lugar que merece como uno de los más grandes héroes de nuestra historia ciudadana.

En un siglo de historia, Cajeme tiene en Francisco Javier el más alto ejemplo de heroísmo, de entrega desinteresada por el bien de los demás. Es el suyo un ejemplo que debería sembrarse en la conciencia de los niños y los jóvenes de ese municipio, sobre todo en esta época de antivalores que lo han hundido en la etapa más violenta de su historia citadina.

Las sucesivas administraciones municipales no deben seguir minimizando la importancia simbólica que tuvo este acto. Incluso cuando se le «reconoció», en el 2002, fue para incluirlo en una larga lista de ciudadanos distinguidos que sin duda merecen reconocimiento. Pero el caso de Francisco Javier merece un tratamiento aparte.

La «formación cívica» de alcaldes y funcionarios sirve para elogios, homenajes y eventos festivos o de contenido político para halagar a poderosos, pero no a un modesto ciudadano que en otras ciudades ya tendría cuando menos un monumento en honor a su heroísmo. Una calle o una escuela llevarían su nombre.
Sin embargo, Francisco Javier sigue en el olvido y esta indiferencia refleja de manera contundente el tipo de sociedad que son los cajemenses.