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“Gobernadora, no se olvide de nosotras”: Fernanda Araiza, víctima de violencia intrafamiliar

Por Imanol Caneyada/

Las víctimas de violencia intrafamiliar están en total indefensión, denuncia esta muchacha a la que su padre golpeó brutalmente en una plaza de Hermosillo; en el albergue-refugio en el que se esconde recomiendan a las víctimas que dejen el país, pues en ni en Sonora ni en México encontrarán protección

Tal vez la recuerden. Publicamos su historia en Primera Plana el pasado 21 de agosto. Fernanda Araiza sufrió una brutal agresión en la plaza Bicentenario de manos de su padre, Miguel Mario Araiza, la cual quedó grabada en un video que circuló en las redes sociales.

En ese mismo reportaje, nos hicimos eco de la denuncia que la víctima había puesto en la Visitaduría General de la PGJE contra la Agencia Primera Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar porque violaron todos los protocolos de la ley y no actuaron debidamente, poniendo en riesgo la integridad de Fernanda.

Un mes después, nos citamos con ella en un callejón de Hermosillo. Ha dejado por unas horas el albergue-refugio donde se esconde para denunciar el estado de indefensión en que se encuentran ella y otras mujeres que buscan protección en estas instituciones.

Lleva gorra y lentes, voltea nerviosamente en todas direcciones, tiene miedo de que su padre la localice y la recluya a la fuerza en su casa o la agreda si se niega a ir. El lugar en el que nos vemos es discreto, apartado. Su amigo y sicólogo, Rafael Barajas, ronda vigilante mientras charlo con ella. La paranoia de ambos me contagia. El miedo de ellos me contagia.

Por unos minutos puedo entender lo que viven las víctimas de violencia de género e intrafamiliar.

Fernanda está desesperada. La denuncia que puso ante el Ministerio Público no avanza, lo único que sabe es que ya consignaron el expediente ante el juez. Mientras el lento proceso de la justicia se echa a andar, ella vive recluida en un albergue-refugio, asistiendo a terapias a causa del efecto postraumático y ocupando la mente en talleres de reciclaje; ésa es su existencia actual, la existencia de una chica de veinte años que estudiaba medicina.

Lo primero que me dice es que las trabajadoras del albergue-refugio les recomiendan, tanto a ella como a las otras mujeres, que piensen en abandonar el país; en Sonora, en México, las autoridades no van a protegerlas ni garantizar su integridad física ni psicológica.

“Sí, tengo una orden de protección; ¿qué voy a hacer si mi padre me encuentra, defenderme con la orden?”, me dice.

Recuerdo entonces lo que me explicaba Silvia Núñez Esquer, encargada del Observatorio Ciudadano del Feminicidio en Sonora, en una entrevista referente al tema. Las políticas del Gobierno del estado en cuanto a la violencia de género e intrafamiliar buscan reconciliar al victimario y la víctima, contraviniendo de esta forma todos los tratados y manuales internacionales que existen, los cuales afirman que el agresor nunca va a rehabilitarse, por lo que empujar a la víctima a sus brazos es mandarla al matadero.

5 violencia generoA pesar de ello, en Sonora, reflexionaba la activista, se insiste en esta política conciliatoria que le ha costado la vida a muchas mujeres.

Fernanda me lo confirma. En efecto, las autoridades, pero también una sociedad machista y conservadora como la nuestra, la empujan hacia la reconciliación, la convierten en la mala de la película, ponen como víctima al agresor.

Fernanda recuerda lo que fue su infancia y parte de su adolescencia, hasta que decidió gritar basta. Su madre, víctima-cómplice del agresor, le enseñó desde muy pequeña a agachar la cabeza, a ser sumisa, a callar, a no responder, a aceptar las imposiciones de su padre, con el sólo objetivo de no despertar su ira.

De lo contrario se exponían a la violencia económica, psicológica y física.

Lo peor del caso, me dice Fernanda, es que durante todo este tiempo pensó que esa situación era normal, que así funcionaban las cosas y que no había forma de cambiarlas, ni siquiera era consciente de que estaba siendo víctima de violencia.

La mayoría de las mujeres que se encuentran en esta situación creen que el trato que reciben es lo que merecen y que la sumisión es la conducta adecuada.

Pero un día abren los ojos, como en el caso de Fernanda, ayudada por su amigo y sicólogo Rafael Barajas, y enfrentan al agresor.

Las consecuencias pueden ser terribles en una sociedad en la que las autoridades carecen de la voluntad, la preparación y los instrumentos para proteger a las víctimas y en la que la ciudadanía es indiferente e incluso cómplice.

Todo el entorno se vuelve hostil y las personas que tratan de ayudar a la víctima se convierten a su vez en víctimas.

Es el caso de dos amigos de Fernanda que iban a testificar en contra de su padre por haber sido testigos de deferentes episodios violentos y que terminaron negándose a declarar por amenazas del agresor.

Es el caso de Rafael Barajas, quien aún continúa al lado de Fernanda, pero que ha sido demandado por sus padres por tráfico de personas y por suministrar drogas a la muchacha.

Rafael Barajas, conociendo cómo se las gasta la justicia en Sonora, teme acabar en la cárcel por estos delitos inventados.

Es decir, aclara la víctima, por meterme ideas en la cabeza, como si yo fuera incapaz de pensar; tengo 20 años, soy mayor de edad, no pienso vivir agachando la cabeza, sumisa, sometida.

Dice que ha abierto los ojos y que se ha dado cuenta del horror en el que vivía, pero también es consciente del horror en el que viven muchas mujeres en Sonora, en México y en el mundo.

Le suelto algunas cifras: en el mundo, cada quince segundos una mujer es víctima de violencia; en México, 64% de mujeres dice haber sufrido violencia; Sonora ocupa el primer lugar en el país de violencia durante el noviazgo.

A lo que Fernanda me responde que ella no piensa quedarse callada, que va a seguir luchando por ella y por las otras mujeres.

“Señora gobernadora, usted como mujer no puede olvidarse de nosotras, de la situación en la que estamos”, dice con un punto de indignación.

Fernanda, de momento, ha cancelado su futuro. En unos minutos más regresará al albergue-refugio a seguir con las terapias y los talleres de reciclaje. No sabe si algún día podrá retomar sus estudios de medicina, si caminará por las calles de Hermosillo sin permanecer alerta, si tendrá una vida libre de violencia, a la que, según la Constitución, tiene derecho.

Mientras tanto, el agresor, continúa libremente con su labor de amenazar, presionar, intimidar, a pesar de que un video muestra cómo aquel domingo 9 de agosto se levantó de la silla del café donde se había encontrado con su hija, aprisionó a Fernanda del cabello y comenzó a golpearla de forma salvaje.