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Hermosillo: de pueblito lindo a jungla de autos

La capital sonorense ya es grande, y mientras crecemos, nos toca madurar como ciudadanos

Por Alberto Moreno 

Hermosillo ya no es ese pueblito tranquilo donde saludabas al vecino mientras paseabas al perro. No. Hoy es una jungla de autos, y cada uno de nosotros parece haber olvidado que existen reglas de tránsito. Se habla de 700,000 autos en una ciudad de un millón de habitantes, y créeme, todos parecen querer estar exactamente en el mismo semáforo al mismo tiempo.

Las calles, pobrecitas, no dan abasto. Los baches son como esos amigos que siempre aparecen sin ser invitados, y el drenaje colapsa con la primera lluvia seria, mientras una fuga de agua se convierte en un pequeño lago urbano. Y, por si fuera poco, la urbanización crece como levadura en pan caliente: nuevos fraccionamientos, más autos, más caos.

Pero, queridos hermosillenses, no todo es culpa de la ciudad. Cada uno aporta su granito de arena: ese conductor que se estaciona en doble fila porque “solo será un minutito”, el que deja su auto bloqueando la cochera del vecino, o el valiente que aparca justo en el paso peatonal, todos colaboran en que nuestro tráfico sea digno de un documental de supervivencia urbana.

Administrar Hermosillo es un reto gigante, pero nosotros también tenemos parte del trabajo. Usar transporte público, planear rutas, respetar los señalamientos y cuidar nuestras calles puede sonar aburrido, pero funciona. Sí, funciona más que estacionarse sobre la banqueta mientras haces “una rápida compra”.

Hermosillo ya es grande, y mientras crecemos, nos toca madurar como ciudadanos. Porque una ciudad no solo se hace con calles y edificios; se hace con personas que recuerdan que vivir aquí no significa manejar como si estuviéramos en un videojuego.