Hermosillo y el agua: Entre soluciones técnicas, decisiones políticas y una emergencia que persiste

Por Guillermo Moreno Ríos
¿Tiene Hermosillo resuelto su problema de agua? La respuesta, aunque incómoda, es clara: todavía no.
Aunque en los últimos años se han logrado avances significativos en infraestructura, operación y gestión hídrica, los desafíos estructurales que se arrastran desde hace décadas, sumados a una gobernanza fragmentada y a un contexto climático cada vez más exigente, nos obligan a reconocer que el camino aún es largo.
Esta fue una de las principales reflexiones del encuentro “Agua para Hermosillo”, organizado por el Consejo Integrador de la Construcción, la Industria y el Desarrollo, A.C. (INCIDE), que reunió a expertos, profesionistas, jóvenes universitarios y ciudadanía organizada para revisar con mirada crítica y propositiva, el modelo hídrico de la capital sonorense. El evento, coordinado por el Ing. Juan Manuel Sauceda Morales y la estudiante Jessica Meza Valenzuela, fue una muestra de que la sociedad civil también está decidida a ser parte de la solución.
Una transformación en curso
Agua de Hermosillo ha enfrentado un escenario crítico: tarifas congeladas, fugas, baja micromedición y un déficit financiero preocupante. Debemos reconocer que bajo una reestructuración integral, el organismo ha duplicado sus ingresos, automatizado infraestructura, incrementado la micromedición del 43% al 50% y mejorado su atención al usuario. Se han modernizado procesos de pagos digitales, sistemas de rebombeo inteligentes y flotillas más eficientes.
Hermosillo produce más de 400 litros diarios por habitante, una cifra superior a muchas ciudades del mundo. Paradójicamente, pero buena parte de ese volumen se pierde: no se mide completamente, no se factura en su totalidad; así lo apuntó el Dr. Nicolás Pineda Pablos, de Hermosillo ¿Cómo Vamos?, “no basta con producir más agua. Si no se mide bien, no se factura correctamente y no se gobierna con visión, seguiremos desperdiciando no solo líquido, sino oportunidades”.
Más allá de los planes: gobernanza hídrica para un futuro sostenible
El Plan Hídrico Sonora 2023–2053, presentado por el Gobierno del Estado, representa un esfuerzo importante para garantizar el agua a largo plazo. Incluye presas, pozos, rehabilitación de redes y fortalecimiento institucional. Sin embargo, su éxito dependerá no solo de la infraestructura, sino de su implementación sostenida, la protección de acuíferos y la restauración de cuencas.
A mediados de 2025, Hermosillo aún enfrenta un déficit estacional superior al 20%, con zonas de baja presión pese a nuevos pozos. Esto evidencia que producir más agua no basta si no se mejora la eficiencia y se equilibra el uso con criterios ecológicos y sociales.
El desafío principal es fortalecer la gobernanza. Hoy, muchas decisiones siguen siendo reactivas y los marcos legales no protegen del todo a los municipios frente a proyectos sin consulta. Como advierte el especialista Juan Jaime Sánchez Meza, urge dotar a las ciudades de herramientas jurídicas para cuidar su seguridad hídrica con visión de futuro.
La sustentabilidad del agua
Uno de los temas que preocupan es la propuesta para urbanizar el vaso de la presa Abelardo L. Rodríguez. Independientemente del enfoque técnico o económico que se le intente dar, este proyecto representa una amenaza ambiental, hídrica, económica y social de gran escala. No se trata de oponerse al desarrollo, sino de recordar que hay límites que no deben rebasarse, por el bien común, por el derecho humano a la seguridad y el de las futuras generaciones a tener agua segura. Y no olvidar que el agua siempre, siempre recobra su cauce.
Los megaproyectos deben ir acompañados de visión sustentable. Mientras las zonas altas de la Sierra de Sonora —de donde nacen los ríos que abastecen Hermosillo— sigan deforestadas, erosionadas y sin políticas claras de restauración, ninguna presa será suficiente. El bambú, como lo hemos planteado, es una alternativa viable para regenerar suelos, infiltrar agua y recuperar cuencas. Así como lo fue la desalinización, la eficiencia energética o la recuperación de aguas residuales, todas son piezas disruptivas y necesarias del mismo rompecabezas.
Un pacto por el agua
Hermosillo necesita un pacto hídrico de largo plazo. Uno que trascienda periodos de gobierno, que combine técnica y participación, que incluya a las universidades, al sector productivo, a los barrios, y que reconozca que sin agua no hay salud, ni desarrollo, ni nearshoring, ni bienestar.
Los avances recientes muestran que sí se puede cambiar el rumbo. El agua no puede depender de la voluntad del gobernante en turno, sino de un consenso amplio y firme: sin agua, no hay futuro.