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¡Horror, los vecinos tienen fiesta… otra vez!

 Por Imanol Caneyada /

En un hecho inédito, en el último mes y medio, Inspección y Vigilancia de Hermosillo ha aplicado alrededor de 50 sanciones a fiestas privadas que no cumplen con lo establecido en el reglamento o se salen de control

 

Es necesario aceptar que no hemos podido autoregularnos y ser congruentes en sociedad, reflexiona Alfonso López Corral, especialista en análisis de la conducta

El infierno son los otros, aseguraba Sartre; en Hermosillo el infierno puede tener forma de los típicos vecinos que organizan fiestas continuamente hasta entrada la madrugada, con sus muy dudosos gustos musicales a todo volumen y una caterva de invitados que inunda la cuadra, bloquean las cocheras, llenan de basura la calle y, ya pasados de copas, terminan en pleitos de borrachos.

Es parte del folclor, de la geografía citadina, de los usos y costumbres. También es parte de este fenómeno la resignación de los vecinos afectados que, la mayoría de las veces, no llama a la policía por temor a la posterior reacción de los vecinos escandalosos o porque la autoridad no va a acudir a tiempo; si lo hace, se limita a pedir que le bajen a la fiesta y ya.

Todos conocemos historias semejantes o las hemos padecido en mayor o menor medida; todos hemos metido la cabeza debajo de la almohada a las cuatro de la mañana para tragarnos la impotencia mientras las risotadas, los gritos y la música de banda parece que la tenemos en nuestra recámara; todos, en algún momento, hemos ido al trabajo sin pegar ojo y con el deseo frustrado de decirle cuatro cosas al vecino o la vecina al que le importa un comino nuestro derecho a descansar en paz.

Pero ojo, la mayoría hemos participado en fiestas así sin pensar en cómo afectamos a los otros.

Es un problema complejo en el que intervienen una notable falta de educación cívica, una autoridad muy laxa y complaciente a la hora de aplicar las leyes y el desconocimiento de las mismas.

A últimas fechas, en un hecho inédito, la Dirección de Inspección y Vigilancia del Ayuntamiento de Hermosillo ha dado a conocer en una serie de comunicados de prensa la aplicación sistemática del reglamento en relación a la celebración de fiestas privadas que se consigna en el Bando de Policía y Buen Gobierno y las consecuentes sanciones.

Sólo en el mes de abril y lo que va de mayo, ha sancionado más de 50 fiestas por no cumplir con los permisos requeridos, molestar a los vecinos, pasarse del horario permitido y/o salirse de control.

Como consecuencia, han llegado a multar a los infractores hasta por 300 salarios mínimos, la máxima sanción que contempla el reglamento.

Luis Armando Becerril Calderón, director de Inspección y Vigilancia.
Luis Armando Becerril Calderón, director de Inspección y Vigilancia.

Luis Armando Becerril Calderón, director de Inspección y Vigilancia, ha advertido que “(los ciudadanos) deben entender que lo que hacemos es un esfuerzo para darle tranquilidad a la gente y por ese motivo vamos a las colonias a atender todos los llamados, por lo que es importante que hagan caso a las recomendaciones”.

Al parecer, la actual administración está dispuesta a aplicar la ley y comenzar a revertir una práctica cultural que nos pinta como ciudadanos inconscientes y desobligados.

Pero como señala Alfonso López Corral, el especialista en análisis de la conducta al que consultamos, “todos queremos que se cumpla la ley, pero con eso se debe entender que a nosotros también aplica”.

López Corral es psicólogo, posee una maestría en Ciencias Sociales por el Colegio de Sonora y es candidato a doctor en Ciencias del Comportamiento, con especialidad en Análisis de la Conducta, por la Universidad de Guadalajara.

Para el especialista, el problema de las fiestas de vecinos que se salen de control cada fin de semana es persistente porque no hay sanciones inmediatas no negociables ante las autoridades. “Me explico: En estos momentos parece que todos estamos de acuerdo en que el problema más grave que atraviesa nuestro país es la corrupción. Claro, tal acuerdo es fácil de entender porque este problema se le ha endilgado a la clase política en su totalidad, a nuestros gobernantes y representantes en el congreso. Y merecido se lo tienen. Sin embargo, no nos hemos puesto a reflexionar sobre nuestro comportamiento como ciudadanos”.

¿Todos acatamos las reglas en todo y para todo?, se pregunta Alfonso López, y responde: No parece ser así.

Parece que estamos dispuestos a pasar por alto lo que consideramos nimiedades —continúa el especialista—, detalles sin importancia porque no afectan a nadie. Podemos tirar una basura en la calle y de seguro no contamina el mundo, eso si nadie más hace lo que nosotros. Pero ¿y si todos hacen lo mismo? Es así que nos pasamos los altos, los semáforos en rojo, arrojamos basura en cualquier sitio, obstruimos banquetas y pasos cebras, nos estacionamos en lugares prohibidos, manejamos bebidos, manejamos carros sin placas o chocolates, quemamos basura, tiramos el agua, hacemos fiestas en casa con música a todo volumen hasta la madrugada y que se salen de control, nos avisamos en las redes sociales dónde se encuentran los retenes antialcohol —más allá de la discusión de si son o no constitucionales—, sobornamos al tránsito… y sume los que recuerde.

¡Son cantidad!, afirma alarmado Alfonso López y agrega: Repito, si una sola persona lo hace quizás no pase nada, pero eso no es así.

A estas alturas, reflexiona el entrevistado, parece necesario aceptar que no hemos podido autoregularnos y ser congruentes en sociedad: respetar las reglas y así exigir que otros lo hagan. Parece que este margen de libertad alcanzado por la deficiencia y negligencia de nuestros sistemas administrativos, civiles y penales nos ha perjudicado. Hacemos todo lo arriba citado y más porque se puede hacer, porque rara vez hay una sanción inmediata. Todos queremos que se cumpla la ley, pero con eso se debe entender que a nosotros también aplica.

En opinión de López Corral, es urgente que ante cualquier falta que afecte a otro medie la autoridad y actúe en consecuencia, porque por el momento no tenemos otra manera de acatar.

Decenas de veces, nos recuerda Alfonso López, hemos escuchado el ejemplo de las personas que nada más cruzan a Estados Unidos y de inmediato obedecen las leyes. Hasta se hace chiste de eso. Si eso sucede es porque allá la falta cometida tiene su sanción. Si esto aplicara aquí, nos conduciríamos de la misma forma.

No es difícil darnos cuenta, agrega el especialista, que el problema de corrupción de nuestra clase política se debe a la casi nula posibilidad de que sean sancionados por sus faltas. Y urge que eso suceda. Pero eso es solo la mitad del problema, aún falta entender que las reglas también aplican para nosotros y que no será por buena voluntad que cambiaremos nuestras costumbres.

Eso parece que ya no sucedió, concluye con cierta resignación el entrevistado, por lo que es perentorio que cada falta sea penada, y no me refiero a que se escriba en los códigos civiles y penales, sino a que se apliquen sin excepción y de inmediato.  Nuestros actos tienen consecuencias y por lo pronto necesitamos a alguien que nos lo esté recordando. Aún tenemos que alcanzar nuestra mayoría de edad como ciudadanos. Si yo tengo derecho a dormir sin que el vecino se adueñe del ruido y el escándalo, él también tiene el mismo derecho. Por el momento parece que tienen que intervenir las autoridades para recordárnoslo.