Joaquín Murrieta, entre el mito y la realidad
En mayo de 1855 el gobierno de California emitió una recompensa de 5 mil dólares por su cabeza; antes de morir, regresó a vivir en Villa de Seris junto con sus amigos que fueron las familias Moreno, Valenzuela, Noriega, Ibarra, Lujan, Peralta y Araiza
Por Enrique “Kiki” Vega Galindo
Hablar de este personaje histórico ha causado una serie de controversias entre quién fue y qué es lo que en realidad hizo. Son varias y distintas las opiniones de cronistas, biógrafos, historiadores, escritores e investigadores.
Hurgando entre algunos escritos hago mi propia aportación, no tratando de crear controversias sino de poner en relieves algunos datos que hace algunos años atrás era imposible localizar principalmente porque la mayoría de los documentos se ubican en archivos, bibliotecas, universidades, museos y periódicos de los Estados Unidos de difícil acceso. Así que la gran mayoría de los resultados de las investigaciones hasta ese entonces eran productos de mitos, leyendas, tradiciones orales, y el decir de la gente común.
Primero que nada hay que asentar que la historia nace de un personaje sonorense. Quien nació y se crio en una etapa de la historia de nuestro Estado en la que se debatía por la lucha de poder entre dos bandos o partidos políticos, uno era el Liberalista que luchaba por la emancipación del Estado, y el otro el Conservador o Dictatorial, apoyado este último por el Clero y la Milicia.
La lucha se inició en el año de 1830. En Sonora estos partidos fueron tomando fuerza. Para el Gobierno Virreinal Centralista la separación de Texas fue un duro golpe a sus intereses económicos. Principalmente por el cobro de las alcabalas. Además en Sonora se daba un enfrentamiento bélico entre los grupos étnicos con los criollos, porque los indios querían liberarse del yugo español que las tenía sometidas en la ignorancia y la pobreza. El grupo indígena era el mayoritario en población, pero no tenía acceso al voto popular. Además porque los criollos se estaban adueñando de las tierras comunales.
En 1835 se dictó una ley en la cual se les otorgaba la denominación de: ciudadanos. Teniendo derecho a la vida comunitaria. Ya sin obedecer el toque de campana. Esta última era una ley a la cual estaban los indios acostumbrados a obedecer por ejemplo: a qué horas levantarse, ir a comer, ir a trabajar, irse a dormir, ir a Misa, rezar el Rosario. Es decir, eran esclavos a disponibilidad de un toque de campana.
La legislatura sonorense no surtió efecto porque este ya era un hábito impuesto desde los tiempos de la corona española y los encargados de aplicar la Ley del Toque de Campana fueron los Misioneros Jesuitas y los Frailes Franciscanos.
Los sonorenses sabedores que con la pérdida de Texas el dictador López de Santa Anna, tenía fijados sus ojos en este lejano territorio, inmediatamente se organizaron para separarse del resto del país y constituirse como una nación independiente.
Por esos años era el Gobernador Interino de Sonora el Señor Licenciado José Justo Correa quien había asumido el poder el 27 de febrero de 1836. Sonora se denominó a partir de la creación de las Siete Leyes Constitucionales como: El Departamento de Sonora. Siendo su primer Gobernador Don Manuel María Gándara, y a su vez se creó el Consejo llamado Junta Departamental integrada por José Lucas Prieto, Pedro B. Aguayo, José María G. de Noriega, José María Escalante y Moreno, Rafael Buelna, Ramón Encinas, Juan Tello y Orozco, Pedro L. Moreno, y Francisco Saldamando.
Tomando la Comandancia Militar del Departamento de Sonora Don José Urrea el día 27 de diciembre de 1837. Desconociendo ese mismo día el poder central. Negando cualesquier relación con el Presidente de la República. Urrea dijo: “…México quiere ser libre… no un Usurpador o Dictador… los pueblos exigen libertad… y que paren las masacres sangrientas…”.
El 7 de noviembre de 1841 Gándara traicionó los principios libertarios de la Junta Departamental y las decisiones del General Urrea, a quienes había jurado fidelidad y se unió al Centralismo de Poder apoyando el Plan de Tacubaya. Convirtiéndose en el principal opresor del pueblo sonorense. Acabando y destruyendo las esperanzas libertarias del pueblo mexicano. Para ese entonces grandes caravanas de gentes estaban emigrando a colonizar la Baja y la Alta California. Organizándose los grupos en Álamos, Sonora.
Los inmigrantes ansiaban paz y tranquilidad, nuevas tierras donde plantar sus sueños, lejos de la aborrecible discordia y la lucha por el poder político. Para 1846, no obstante las discordias entre los grupos de poder, José María Gándara y José Urrea en contubernio con José María Gaxiola, José Lucas Pico, Francisco Andrade y Francisco Cuesta, eran los dueños de la Gubernatura y Comandancia Militar y el Departamento de Sonora. El Gobierno se asentaba en Ures, pero entre los días 13 al 15 de febrero de 1847 la Capital del estado se cambió para Arizpe.
Estas discordias de poder fueron tratadas de ser aprovechadas por el gobierno norteamericano para apoderarse de Sonora. Intentado atacar o invadirlo por medio de Fronteras, y el Puerto de Guaymas. En esta época los placeres de oro de California se convirtieron en un objetivo empresarial de los comerciantes sonorenses quienes se propusieron invadir el solitario y mortal desierto, para lo cual inmediatamente se propusieron organizar caravanas hacia aquellas afamadas tierras en busca de paz y tranquilidad, además de estabilidad económica. A quienes había dañado principalmente por los Tratados de Guadalupe-Hidalgo realizados el 2 de Febrero de 1848.
Así pues el día lunes 13 de Mayo de 1848 salieron de Hermosillo entre cinco a seis mil personas unas lo hicieron por tierra y otras por la mar partiendo desde el Puerto de Guaymas. Estas personas fueron los primeros comerciantes que dieron auge a los placeres de California. A finales del año de 1849, regresaron por el Puerto de Guaymas los gambusinos quienes venían forrados de pingues ganancias.
Fueron en total 248 personas quienes pagaron solo en impuestos en la Aduana Portuaria de Guaymas la cantidad de $426 mil pesos en oro. Pagados por enormes cantidades de instrumentos de labranza, maquinaria y utensilios de trabajo agrícolas y ganaderos, productos químicos, medicinas, telas, ropas, joyas, zapatos, whiskey, coñac, champaña, vino, en fin, regresaron con un total de dos millones tres cientos treinta y seis mil pesos oro, en mercancías. Siendo estas personas los principales impulsores del desarrollo económico, al comercio, la industria, la ganadería y la agricultura. Adueñándose a su vez del poder político del Estado.
Justo en este momento apareció en escena la figura de Joaquín Murrieta. Quien nació en la Hacienda San Rafael del Alamito, Trincheras. Fue hijo de Juan Murrieta y Juana Orozco. Bautizado en Álamos entre los años de 1830 a 1832.
Se casó con Carmen Félix en Altar el día 10 de Diciembre de 1849. De allí se vino a vivir a la Hacienda El Alamito a 22 kilómetros de Hermosillo, al descubrirse los placeres de oro del Arroyo la Poza se fue a vivir a Villa de Seris, en el preciso momento que empezaba a llegar a poblar este poblado gente de La Colorada y Sahuaripa.
Cuando se organizaron los rancheros de Villa de Seris para llevar una enorme recua de mulas y naranjas hacia la Alta California, contrataron pistoleros para que los protegieran de Los Apaches y salteadores de caminos. Joaquín y sus hermanos Juan y José, además de otros amigos se incorporaron a la caravana y partieron con ellos. La ruta Joaquín Murrieta y diseño el sendero siguiendo la margen del Río San Miguel, llegando a Cucurpe y de allí con rumbo hacia el Río Magdalena, hasta llegar a Pitiquito siguiendo el Río Altar, llegando a Caborca y de allí a Altar, enfilándose desde aquí hasta Fresno, California.
En 1850 se dictaron Leyes para cobrar impuestos a los inmigrantes mexicanos. Apareciendo el “Acta del Grasoso” que era como se les conocía a los mexicanos. Por medios legales e ilegales los yanquis les quitaban sus minas. Uno de los afectados fue la familia de Joaquín Murrieta. Los maleantes asesinaron y violaron a su esposa, no pudiendo perdonarles esta acción se reveló en contra de las nuevas legislaturas mineras del Estado de California. Uniéndose con sus amigos sonorenses para organizar una banda dedicada a aterrorizar a los linchadores yanquis a quienes robaba su dinero y joyas.
Su banda se llamó “Los 5 Joaquinos” y fueron: Joaquín Botellier, Joaquín Carrillo, Joaquín Murrieta, Joaquín Ocomorenia y Joaquín Valenzuela. Salieron juntos desde Hermosillo protegiendo la caravana.
Joaquín Murrieta era de piel tersa y color café oscura, montaba un caballo negro y se vestía de negro. Era de figura atractiva, elegante, simpático, educado, mujeriego, pendenciero y jugador. Sus amigos lo conocían con el apodo de “El Coyote” o “El Prieto”, las mujeres gringas al no poder pronunciar prieto decían “Patrio” (que en nada tiene que ver con denominarlo como “El Patrio”).
Se creó una novela ficticia y un reportero publicó algunas etapas de su vida, bautizándolo como “El Zorro”. Pero Walt Disney creó la leyenda del Zorro y se la vendió a Hollywood.
El primer actor que interpretó al Zorro fue Tyrone Power quien salió vestido de negro, con una capa, un antifaz y un látigo, interpretando a un personaje aventurero, romántico y que defendía a los indios mexicanos, no de los gringos sino del gobierno español. Buscaba la paz y la justicia, luchando contra la corrupción y la impunidad.
Según el General Persifor Smith, gobernador de California, informó que Joaquín Murrieta fue muerto en 1853. Los militares de la caballería le entregaron una cabeza dentro de un garrafón lleno de brandy, y una mano cercenada. Pero los ataques en contra del racismo de los norteamericanos que oprimía a los mexicanos no se detenían. Los asaltos y robos de Los 5 Joaquines persistían. Entonces el 28 de Mayo de 1855 el Gobierno de California emitió una recompensa de 5 mil dólares por la cabeza de Joaquín Murrieta.
En 1998, al reconstruirse la Misión de San Juan Capistrano a 60 millas de San Diego, California, fueron encontradas unas grabaciones en uno de los muros que decía: “A aquí estuvo Joaquín Murrieta en 1886”. Esta insignia la escribió cuando se dirigía al rancho de su compadre en Tecate, Baja California.
En 1877 lo vieron en un mineral de placer conocido como Real del Castillo el cual se ubica cerca de Ensenada. En 1880 se fue a vivir al rancho El Alamito cerca de Cucurpe donde falleció en 1890.
Es un hecho que Joaquín Murrieta antes de morir, regresó a vivir en Villa de Seris junto con sus amigos que fueron las familias Moreno, Valenzuela, Noriega, Ibarra, Lujan, Peralta y Araiza. Con quienes se asoció para vender caballos salvajes enviándolos a Veracruz por barco desde el Puerto de Guaymas.
Joaquín Murrieta fue sepultado en un Panteón Jesuita cerca de una Misión en Cucurpe. Sus restos fueron trasladados a Trincheras a un Panteón donde actualmente se ubica una Plaza Municipal.
Uno de sus descendientes directos lo fue el General Marcelino Murrieta Murrieta profesor de la Universidad de Jalapa, Veracruz, quien se levantó en armas en contra de Porfirio Díaz en 1910. Viajó hasta Magdalena donde se estableció, y se unió al Ejército Constitucionalista en 1913. Joaquín Murrieta escribió: “Aquel que ignora de donde viene, difícilmente podrá saber a dónde va”.
El Autor es: Sociólogo, Historiador, Escritor e Investigador.
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