La furia de los maestros, la cobardía de los diputados, la valentía de la gobernadora
Por Imanol Caneyada/
Que a nadie le quepa la menor duda, los maestros disidentes en Sonora, opositores a la reforma educativa, están muy enojados, llenos de rabia y consignas contra un sistema que, de la noche a la mañana, consideran que los ha traicionado.
Un sistema que durante décadas les consintió todo a cambio del voto corporativo, de pronto, sale con la reforma educativa y en nombre de la calidad los pone a hacer un examen extenuante, que dura ocho horas (bastante antipedagógico, por cierto) y que si no lo presentan, los corren.
Era martes 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en memoria, entre otros sucesos, de las 129 obreras que murieron en un incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist, en Nueva York, en 1911.
No fue muy sensible de parte de las autoridades de la Secretaría de Educación y Cultura enviar las notificaciones de cese de labores a las maestras que se habían negado a realizar la prueba precisamente el día en que se conmemora a la mujer.
Y por esa falta de sensibilidad política, entre otras cosas, los alrededor de 150 maestros congregados frente al Congreso local destinaron la mayoría de las consignas al titular de la dependencia, Ernesto de Lucas Hopkins, popularmente conocido como el Pato.
Así que esa mañana, los transeúntes podían escuchar gracias a la megafonía afirmar a uno de los líderes del movimiento magisterial que él tenía un pato en casa que sí sabía contar, a diferencia del Pato que ocupa la SEC, que no ha podido establecer con claridad cuántos son los maestros que serán cesados por rehusarse a hacer la prueba.
Y es que existe la idea entre los inconformes que de la cifra original, más de 100, han ido los líderes del SNTE expulsando los nombres de sus allegados hasta, supuestamente, quedar reducido el número a más o menos 60, aunque tampoco queda muy claro; por eso la demanda irónica de los maestros inconformes de que el Pato también haga el examen para permanecer en el puesto que ostenta.

Allí estaban, pues, los docentes agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación exigiendo diálogo a las autoridades estatales y federales de la educación por lo que consideran una reforma aplicada arbitrariamente, sin criterio, y que responde principalmente a los deseos del gobierno de Peña Nieto de privatizar la educación y despojarle al pueblo su derecho a la misma.
Además de al titular de la SEC, las consignas iban dirigidas con mucho encono al secretario de la Sección 54 del SNTE, Jesús Jaime Rochín; y al de la Sección 28, Francisco Javier Duarte, a los que calificaban de traidores y de haber vendido al magisterio.
Entonces, ante la negativa de los diputados de recibir a una comisión de maestros, éstos decidieron entrar al Congreso sin invitación. No todos, algunos, unos cincuenta, y se apersonaron en el Salón del pleno, en el área destinada al público general, la cual está separada de las curules por una mampara de plástico transparente.
En ese momento, a nuestros ínclitos representantes populares les llovió sobre mojado. Nada nuevo, nada que no piense la mayoría del pueblo: zánganos, parásitos, les llamaban, “ustedes son los que friegan a la nación”.
Y los diputados se hicieron chiquitos, les dio miedo porque el ímpetu de los maestros crecía, algunos golpeaban en la mampara con mucha rabia; y poco a poco, como quien no quiere la cosa, como quien hace que la Virgen le habla, fueron abandonando el pleno hasta dejar muy solo y desvalido el recinto legislativo, ése en el que todos estamos representados, todos… se supone.
A los diputados del SNTE también les tocó su dosis de insultos: mantenidos, parásitos, traidores, la cuenta está pendiente, les decían coléricos.
Ante el silencio de los legisladores, el grupo que había entrado al Congreso decidió unirse a los demás manifestantes que aguardaban afuera. Ya reagrupados, se dirigieron al Palacio de Gobierno.
En la marcha acusaron a la gobernadora Claudia Pavlovich de traidora a las mujeres y de represora; y al secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, de estar empeñado en un proyecto político-electoral personal, “por lo que está jugando con la educación pública nacional y la está volviendo botín, pretendiendo sorprender a la sociedad”, denunciaban los líderes locales de la CNTE.
Las puertas de Palacio de Gobierno permanecieron cerradas, la Gobernadora mantenía una reunión con autoridades educativas y del SNTE.
Alrededor de una hora después, el grupo de maestros interceptó la camioneta en la que Pavlovich dejaba el Palacio de Gobierno. La mandataria descendió del vehículo, mantuvo un breve diálogo con los maestros e instruyó a su secretario de Gobierno, Miguel Pompa Corella, a instalar una mesa de negociación con la disidencia magisterial.
Las demandas de la CNTE
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación ha denunciado que la evaluación a los maestros es un pretexto para imponer una serie de sanciones laborales.

Considera que el verdadero objetivo de la reforma educativa es la privatización de la educación en el país, “para lo cual ocupa someter a los maestros a una política de pensamiento único que no estorbe sus propósitos neoliberales”.
Cuestionan el proceso evaluatorio, pues éste no tiene consecuencias significativas en el proceso de enseñanza aprendizaje y, por lo mismo, en la mejora del rendimiento educativo; además, denuncian, se desconoce quién evalúa, qué perfil tienen los evaluadores, los exámenes están llenos de inconsistencias y no se respetó la ley sobre las condiciones previas de evaluación.
En Sonora, señalan los maestros disidentes, los maestros que tendrían que evaluarse fueron escogidos dolosa y selectivamente por el SNTE, utilizando el examen para decir quién era cesado y quién se quedaba.
Aclaran que los docentes que decidieron no evaluarse y que a partir del 8 de marzo fueron advertidos de su separación del servicio, no rehúyen la evaluación, pero no aceptan que atropellen sus derechos y por dignidad no se prestan a la demagogia gubernamental de una evaluación opaca, tramposa e irrelevante.
La CNTE promete una lucha pacífica pero permanente y amenaza con una huelga nacional si no se establece un diálogo entre el magisterio disidente y las autoridades educativas.