
Hoy desafortunadamente se tortura mediáticamente en la moderna Picota de las redes sociales, donde todo aquel que está conectado se siente con el derecho de lanzar toda clase de inmundicias a un infractor
Por Franco Becerra B. y G.
A lo largo de la historia los seres humanos han sido severamente castigados por sus actos, por su ideología o por sus orígenes étnicos y religiosos.
Comprendo que a un asesino serial o a un político corrupto la sociedad les castigue con dureza, si es que la justicia así lo determina, pero jamás aceptaré que se asesine o se encarcele a un individuo por sus ideas políticas.
Por el tono de piel y la religión que profesan, millones de seres han sido sacrificados en campos de batalla y en los de exterminio.
Incontables individuos más han sido penosamente humillados y cruelmente asesinados por su preferencia sexual.
Sin embargo, los más terribles métodos de tortura que anticipan la muerte, fueron creados en la Edad Media por una sociedad que hacía del dolor y el sufrimiento un vergonzoso espectáculo para el pueblo.
En medio de una feroz hoguera ardía en leña verde el acusado de hechicería en la Plaza Mayor, frente al enfermizo morbo popular.
Los huesos de un desgraciado se dislocaban lentamente a medida que el verdugo apretaba poco a poco las sogas del Potro, hasta provocar la dolorosa muerte.
Nada más terrible que morir encerrado en la cavidad del sarcófago de la Doncella de Hierro, siendo atravesado cruelmente en las carnes por 13 afiladas púas para morir desangrado.
Hoy deseo centrar la atención en un instrumento que torturaba física, pero sobretodo moralmente al acusado, me refiero a La Picota, aparato compuesto por dos placas de madera con tres orificios: uno para la cabeza y otros dos para las manos.
Las maderas se ajustaban con un candado de acero y el prisionero inmovilizado era víctima de todo tipo de humillaciones del pueblo que le lanzaba terrible improperios, comida podrida, animales muertos y hasta materia fecal.
Esos aparatos malignos ocupan las salas de los museos alrededor del mundo, para recordarnos que el ser humano en la Edad Media llegó a niveles de brutal sadismo que nadie desea que retornen.
Hoy desafortunadamente se tortura mediáticamente en la moderna Picota de las redes sociales, donde todo aquel que está conectado se siente con el derecho de lanzar toda clase de inmundicias a un infractor, sea culpable o le asista la inocencia.
A qué oscuro puerto hemos llegado, si es que ya llegamos. No lo sé.
Acude el recuerdo de mi maestro de literatura de la secundaria PVC Américo Niño, que ante alguna barrabasada expresada en clase, levantaba la barbilla y señalando al alumno le decía con un tono sereno, reposado, cercano al ruego:
“Más cordura joven… por favor”.