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La recompensa está en la creación: René Mayoral, cellista

A sus 24 años, ha entregado ya diez años de su vida a la música. En febrero se titulará como intérprete de violonchelo por el Conservatorio de las Rosas, en Michoacán, una de las más prestigiosas escuelas de música de México

Por Imanol Caneyada

Para los que saben, para los expertos, la Suite Nro. 2 para violonchelo de Johann Sebastian Bach es una auténtica piedra de toque para los intérpretes de este instrumento; por su parte, el Concierto para cello en Do Menor, de Joseph Haydn, exige un gran virtuosismo del ejecutante, y Sept papillons, de la finlandesa Kaija Saariaho, está considerada por la crítica como una de las obras más perfectas para un solo instrumento de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI.

Tres piezas representativas de su tiempo, tres desafíos que el cellista hermosillense René Mayoral ha reunido en el concierto “El violonchelo a través del tiempo”, el cual presentó en Álamos en la pasada edición del FAOT 2018 y en el Kiosco del Arte de Hermosillo el miércoles 31 de enero.

El hermosillense René Mayoral, presentó en Álamos en la pasada edición del FAOT 2018, el concierto “El violonchelo a través del tiempo”.

Dice el escritor rumano Mircea Elade que el violonchelo es un ángel que gime encerrado en las tinieblas de nuestra alma.

¿Cómo y por qué esta joven promesa de la música culta o clásica o docta o escrita… o música simplemente abrazó un instrumento cuyo sonido se asemeja al lamento humano?

René Mayoral tiene 24 años y en febrero se titulará como intérprete de violonchelo por el Conservatorio de las Rosas, en Michoacán, una de las más prestigiosas escuelas de música de México.

Su padre, el consumado jazzista Óscar Mayoral, le influyó desde niño para decantarse por una profesión exigente y vertiginosa como pocas, nos cuenta en su casa el ejecutante un día antes del concierto.

A muy temprana edad comenzó a estudiar piano y solfeo, sin embargo, la partida de su maestra rusa truncó su preparación y quedó un poco a la deriva.

Recuerda que a los catorce años dos hechos serían fundamentales para emprender el definitivo camino de la profesionalización.

Uno de ellos fue su ingreso a la Orquesta Juvenil de Sonora. En ese momento, reconoce, la elección del cello fue un poco arbitraria, no lo tenía claro, se dejó llevar por el sonido grave del instrumento, sin más.

No obstante, de la mano del maestro Fernando Palma, adquirió las bases y terminó de abrazar un instrumento al que diez años después sigue literalmente abrazado.    

El otro hecho importante para determinar su vocación fue la decisión de estudiar la preparatoria abierta, lo que le permitió aislarse del mundo propio de esa edad y, con el cuarteto Crescendo que fundó en ese tiempo, explorar las posibilidades de la música y configurar su relación con la misma.

Una época, confiesa, en la que desarrolló el placer por experimentar y componer y por la música de cámara.

Y a pesar de que su padre lleva más de tres décadas cultivando el jazz, la comprensión de las estructuras de la música escrita, sus esquemas, reflexiones y variaciones muy medidas, frente al indomable e imprevisible jazz, le hizo finalmente decantarse por la música académica.

De esta forma, a los 17 años ingresó en el Conservatorio de las Rosas, en donde estudió tres años de bachillerato musical y cuatro de licenciatura con especialidad en el cello.

De todos es sabido lo extenuante que llega a ser la carrera de un concertista, de un ejecutante; René Mayoral, a sus 24 años, ha entregado ya diez años de su vida a la música. Y claro, ha dudado, duda y seguirá dudando si hizo la elección correcta, una duda, confiesa, que no sólo le pertenece a él sino a la mayoría de sus compañeros de conservatorio.

Aclara que estas dudas no tienen que ver con la consabida y equivocada idea de que se puede morir de hambre; el ejemplo de lo contrario lo vive en su casa día a día, con su padre, a quien el éxito le ha sonreído a lo largo de una larga carrera. Además, asegura que no aspira a grandes lujos en la vida, condición indispensable para ser artista, bromeamos.

Tiene claro que la única recompensa que tiene y tendrá en el futuro está en la propia creación.

Entonces, ¿por qué duda René Mayoral?

Es una carrera muy dura, nos susurra, y la música es celosa, absorbente, te exige todo intelectual y físicamente. Porque no solo se trata de los conocimientos teóricos, sino de una implicación a nivel corporal que demanda muchas horas de ensayo.

Además, está la duda de todo artista, los demonios que acompañan a cualquier creador: ¿tengo el talento necesario, estoy llamado para esto?

Demonios que lo atormentarán a lo largo de toda su carrera.

Detrás del concierto “El violonchelo a través del tiempo”, integrado por las tres piezas mencionadas, cuya duración es de veinte minutos cada una, hay muchísimos meses de ensayo a razón de entre seis y ocho horas diarias de trabajo.

Pero René Mayoral no se conforma con depurar la ejecución del cello y alcanzar un posible virtuosismo, ahora que se reciba del conservatorio, quiere estudiar una maestría en el extranjero especializándose en composición.

Esta parte, la de crear partituras de música docta, ha convivido durante toda la carrera con la otra, la de intérprete.

En 2015 presentó en Las Fiestas del Pitic la musicalización del poemario Poesida, del poeta mayor de Sonora Abigael Bohórquez.

En todo este tiempo no ha dejado de componer, incluso piezas de rock, por lo que en su siguiente etapa quiere explorar las posibilidades de la composición y conocer el mundo de la mano de la música, aunque con el tiempo promete regresar a Sonora para aportar su experiencia en la construcción de ese capital simbólico al que llamamos arte.