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Las corridas de toros en Hermosillo

Por Ignacio Lagarda Lagarda

En el año de 1900, el ciudadano chino nacionalizado mexicano Juan Sau construyó una plaza de toros llamada “Colón”, que era un corralón de piedra localizado en las calles Oaxaca y Matamoros, donde hoy se encuentra el edificio FER, con una capacidad para no más de mil aficionados, sentados en gradas de madera de quinta clase, pero para la ciudad de aquella época que contaba con alrededor de 30,000 habitantes, era de gran nivel.

La primera corrida en esa plaza se realizó el 21 de octubre de 1900, a beneficio del torero Vicente Sierra “Minuto” que se encontraba enfermo del hígado.

La corrida estaba encabezada como siempre por Manuel Ramos “Ramitos”, que en ese entonces ya estaba considerado como el ídolo del toreo en una ciudad poco aficionada a esa fiesta.

También participaron en la corrida como toreros aficionados los ciudadanos españoles Antonio Rodríguez y Antonio Calderón.

La estocada favorita de “Ramitos” era la de mete y saca que estaba muy en boga entre los toreros de la época pero que a los aficionados les parecía algo espectacular  por la rapidez con que la ejecutaba. El torero “Ramitos” ejecutaba esta suerte sin pena ni gloria ya que en esa época los toros que se lidiaban estaban “despuntados”.

Los banderilleros que acompañaron a “Ramitos” en la corrida fueron los siguientes: Francisco Encinas “El Güero”, Jesús Anaya “El Chúvila”, Gonzalo Hernández “Poncianito”, y como picador José Noriega “El Ticket”, también participó en la cuadrilla el propio enfermo del hígado, Vicente Sierra “Minuto”.

Gonzalo Hernández “Poncianito” fue uno de los banderilleros que más se distinguió en las corridas que se efectuaban en ese entonces en Hermosillo y en el resto del Estado. “Ramitos” no salía a torear a ninguna parte si no llevaba con él a “Poncianito”, ya que lo consideraba como su “Ángel de la guarda” en el ruedo.

La plaza “Colón” se vio sumamente concurrida dada la finalidad que se perseguía.

El evento fue dedicado a la colonia española en la ciudad, que en ese tiempo estaba integrada por muy pocos miembros, entre ellos, Carmelo Echeverría, Darío Calderón, Claudio Rueda, José Goroztizaga, Antonio Honrado, Señor Roldán, Fermín Mendía, Tadeo Iruretagoyena y Servando Guerra, ya que Vicente Sierra “Minuto” era de esa nacionalidad.

La corrida, que estuvo amenizada por la banda del 19° Batallón, fue todo un éxito y “Minuto” reunió una buena cantidad de dinero para curar su estado de salud.

En la plaza de toros “Colón” hubo alguna vez una corrida de noche, iluminada con la recién inaugurada luz eléctrica introducida a la ciudad en 1895. La corrida de noche resultó un fracaso ya que con tan poca luz los toros no veían a los lidiadores y no los embestían.

Una mañana de junio de 1909 el chino Juan Sau, propietario de la Plaza de Toros “Colón” compareció ante el Sr. Don Francisco Aguilar, Prefecto Político de Hermosillo, para pagar una fuerte multa por el derrumbe en plena corrida de su plaza.

Al quedar inservible la plaza Colón, don Francisco Escalante y don Lucas Pavlovich, construyeron una plaza de toros más grande, elegante y cómoda que la Colón a la que le pusieron Plaza de Toros “México”, localizada en la Guerrero y Oaxaca, con frente a la Matamoros y en 1900, en la primera corrida en esa plaza, don Francisco Díaz hizo la suerte de “Tancredo”.

Manuel Ramos «Ramitos» (1867-1940).

En ese año torearon Manuel Ramos “Ramitos”; Refugio Hernández “El Cuco”; Juan Calles “Barberillo” y los Banderilleros Jesús Salazar “El Charrito” y Jesús Chávez “El Minuto”. En todas esas corridas actuó como picador Jesús Anaya “El Chúvila” y como torillero Antonio Gallegos.

En la corrida hizo alarde de belleza, gracia y valentía la cuadrilla de mujeres dirigida por Dolores “Lolita” Platt.

En la primera década del siglo XX, en el rastro de la ciudad, en los barrios, calles, cantinas y en cualquier lugar, no se hablaba de otra cosa más que de “capote”, “espadas”, “banderillas de fuego”, “estoque”, “Tancredo” y se discutía de la bravura y nobleza de los toros de las ganaderías de “Las Rastras”, “Noria del Verde”, “Pozo Crisanto” y “El Ranero” y en los bailes de barriada, alumbrados con linternas, se cantaba a coro el paso doble “El Machaquito” y el españolísimo “Dúo de la Africana”.

Con este ambiente, 20 de diciembre de 1909, varios jóvenes hermosillenses organizaron una corrida de toros de aficionados con fines benéficos, que tuvo lugar en la Plaza de Toros México. Después de varias reuniones en la cantina Maison Dore y en casas particulares, comenzaron a trabajar diversas comisiones y se nombró el “elenco” quedando integrado así: Julián Arvizu “El Boticario”, Carlos Block “Max”, Enrique Rivera “El Ronoc”, Julio C. Salazar “El Guayabero”, Julián Terminel “El Semita”, Francisco Rivera “Electro” y José Oceguera “El Guapo”.

Los más refinados y aristocráticos círculos sociales designaron las reinas de la corrida, entre ellas la señorita Tulita Mazón, prometida de Carlos Block, el prominente hermosillense, hoy alto empleado de la Dirección de Pensiones muy apreciable caballero que se ha especializado brillantemente en asuntos contables, don, que fuera en 1917 Gerente del Banco Mercantil y Agrícola, quien dio muestras de gallardía y valor, en aquella corrida.

A las 3:45 de la tarde del 20 de diciembre de 1909 había tanta gente en la plaza que ni siquiera cabía el suspirito de un enamorado. Se abre la puerta principal y en lujosas berlinas negras con los capacetes tirados hacia atrás, con briosos corceles arropados en finísimas mallas blancas que casi llegan al suelo, aparecen aureoladas por su juventud, donaire y regia belleza las reinas, señoritas Rosana Monteverde, Tulita Mazón, Ernestina Torres, Beatriz Ortiz, Rafaelita Salido, Mercedes Verdugo, Beatriz de la Vega y Lucila Salido.

La concurrencia como impelida por un resorte se pone de pie, muda por un momento ante la hermosura de sus regias damas y sin más puertas de escape para su emoción estalla en cerrado aplauso. Detrás de las reinas aparece la cuadrilla de aficionados dirigida por el profesional Juan Calles.

Después de las dianas, el maestro don Rodolfo Campodónico se arranca con el paso doble “El Machaquito” y momentos después el clarín oficial de Juez de Plaza que lo es el joven Francisco Ayón, ordena la iniciación de la corrida.

Del callejón sale con la divisa de la Noria del Verde prendida en la nuca, un torete de uno a dos años y en el centro de la plaza con elegante verónica lo recibe el joven Carlos Block, le hace otras suertes que son premiadas con aplausos, pero luego le empiezan a flaquear las piernas y entra oportunamente al quite el Capitán de la Cuadrilla.

Carlos no está conforme, parece que se quiere llevar la tarde y entra con más ardor, con más ánimo y con más valentía a enfrentarse con la bestia y jugando con el toro se lo va llevando desde cerca de la barrera hasta el centro del ruedo.

El Capitán, presintiendo algo, lo cuida de cerca, sin que Carlos se dé cuenta, quien  ahí en el centro le da unos pases de capa que hacen poner en pie al público, da unos pasos adelante, provoca al toro, la bestia embiste con furia y rosa con sus astas el cuerpo del joven torero aficionado que de inmediato se voltea buscando al toro, la bestia se devuelve y encuentra al torero sin capa, erguido, majestuoso y el animal pasmado de la valentía de su adversario a menos de dos metros se para y se queda contemplándolo, ante este cuadro, el público en un inmenso grito de angustia y de alegría, le arroja sombreros, flores y lo aplaude hasta el delirio y Carlos permanece aún de pie, firme, erguido.

¿Fue el valor del joven, origen de este acto?

No; fue que no pudo moverse de su sitio por la vergüenza que sufrió de verse en trapos menores, porque el toro le había quitado los pantalones.

El 5 de febrero de 1910, día de la inauguración de la escuela Leona Vicario, el Profesor Heriberto Aja estuvo en el evento inaugural, tocándole dar uno de los discursos y al referirse al lugar donde estaba siendo inaugurada la escuela dijo:

“Aquí donde antaño la muchedumbre enardecida con la sangre derramada por la paciente bestia que los campos labra; aquí donde los destemplados y confusos gritos de la turba excitaban a luchar al hombre con la fiera; aquí donde para mengua del siglo llamado de las luces, se levantaba un coso taurino; aquí donde el pueblo retrocedía en sus fiestas a la época nefanda de Nerón; ¡se yergue ahora este otro hermoso faro del saber!”.

El profesor Aja se refería a la plaza de toros “Hermosillo” que había sido clausurada un año antes y en su lugar se construía la escuela para niñas Leona Vicario en la calle Yáñez entre Elías Calles y Monterrey.

En 1911 el notable matador de toros Antonio Rivas se presentaba en la Plaza de toros México con una buena cuadrilla organizada, la cual era nueva para todo el público hermosillense, que acudió al llamado de los grandes carteles para anunciar el evento.

Se dice, sin hasta ahora poder comprobarlo, que la primera plaza de toros en Hermosillo se construyó en la esquina de las calles Niños Héroes y la calle Novena (Hoy Zoyla Reyna de Palafox).

Finalmente, en 1947, en las calles Iturbide y Veracruz, los señores Ignacio Soto, Federico F. Valenzuela, Francisco González Casero, Antonio Ceballos Ruiz de Esparza, Casimiro Bonilla y Mariano Miranda  inauguraron la Plaza de Toros llamada «Plaza de Toros Hermosillo», que después se convirtió en arena de box y el cine Arena. En la actualidad en ese mismo lugar se encuentra el Instituto de Ciencias y Educación Superior (ICES), donde todavía quedan rastros de las antiguas gradas de concreto de la plaza de toros.

Epílogo

En 1907, Manuel Ramos “Ramitos”, a los 40 años de edad se mudó con sus hijos de Hermosillo a Nogales, Sonora, donde al poco tiempo se casó con la Señorita Susana Estrada, de 20 años de edad, procreando con ella ocho hijos, falleciendo la mitad de ellos muy pequeños, y llegando a edad adulta Raúl, Emma, Gilberto y Consuelo Ramos Estrada.

El 1 de enero de 1940, a los 73 años de edad y con veinte años de retiro y dedicado a  atender un puesto en el mercado municipal de Nogales, Sonora, fue invitado por el Sr. Pedro González para participar a título gratuito en una corrida de beneficencia para el hospital municipal, coincidentemente el día en que se inauguraba la plaza de toros de Nogales.

Ese día había de vérselas con un toro ya indultado en otro festejo, y que tenía el doble agravante de haber sido rechazado hacía poco de otra corrida de toros, por mostrar tan malas mañas que ponían en riesgo la vida de los toreros.

Alternó ese día con un conocido español de Nogales llamado «el Taquero», a quien se le vino encima el toro y casi lo prende, sino es porque «Ramitos» tuvo a bien aplicarse en forma heroica con su capote para hacerle un quite, pero ese día, nada propicio, por estar frío y airoso, quiso el destino que el toro asesino hiciera por la humanidad de «Ramitos», embistiéndole y lanzándolo muy alto para caer de espaldas sobre el albero trastornándose huesos y pulmones. Sacando fuerzas de flaqueza, de donde ni aire había, se enderezó como un valiente, sacudiéndose la tierra del terno de luces, con gallardía, para ser llevado por las asistencias, a la enfermería, donde solo le aplicaron yodo en las heridas de su rodilla, y ya aposentado en casa, empezó con mucha fiebre, siendo atendido por el Dr. Joaquín Rincón, quien diagnosticó neumonía, falleciendo de estos padecimientos al siguiente 7 de enero de 1940. Fue sepultado en el Panteón Municipal, después de velarlo en su casa de la calle Rosario No 16 en Nogales.

Dejó en sus hijos, su mejor simiente, todos gente de buen obrar y de buenos sentimientos, quienes agradecidos, se encargan de preservar su honorable memoria.

Gonzalo Hernández “Poncianito”, ya retirado se fue a vivir a Nogales donde puso un taller de carpintería y nunca olvidó aquellas hermosas tardes de sangre, arena y sol cuando, siendo el primer banderillero de “Ramitos” ponía sus pares en el mero “morrillo” del burel.

La noticia de la muerte de “Ramitos” le cayó como bomba y dijo: “Yo no cometeré la misma torpeza de mi matador, de querer ser lo que fui cuando ya la bola de años se me vino encima y no hay remedio…considero que ya no soplo por vida de Dios”.

José Noriega “El Ticket”, en su retiro se fue a vivir por algún tiempo al norte de Sonora, trabajando en los centros obreros organizando a los trabajadores en sindicatos, pero nunca quiso explotar el liderazgo sino solo esperando el reconocimiento de los obreros.

Como curiosidad inexplicable diremos que veinte años después de la muerte de “Ramitos”, en el periódico ABC de Barcelona, España, en la edición del martes 8 de marzo de 1960, edición de la mañana página 62, en la parte de “Novilladas en provincias”, se informa que en el puerto de Algeciras, provincia de Cádiz, se torearon seis novillos de don Salvador García Cevada, en la que Manuel Ramos “Ramitos” obtuvo una oreja y aplausos con salida; José Antonio Duarte, dos orejas y dos orejas y rabo y Paco Raigón, petición de oreja y oreja y vuelta.

¿Quién sería este joven novillero que lleva el mismo nombre y apodo del torero que toreó en Sonora a principios de siglo y murió en 1940?