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Las purgas cíclicas en el PAN; Espino, Padrés, ahora Anaya

Por Imanol Caneyada

Una vez más, el choque entre grupos al interior del Partido Acción Nacional tiene como gran protagonista el control del padrón de militantes cara a las elecciones de 2018.

La amenaza de Felipe Calderón de abandonar el PAN en una reunión reciente de consejeros nacionales está directamente relacionada con la limpieza del padrón de militantes que está llevando a cabo el actual presidente del blanquiazul, Ricardo Anaya.

La carta en la que el ex secretario Ernesto Munro insinúa su posible marcha del PAN está igualmente relacionada con la purga del padrón panista sonorense que concluye este sábado 6 de mayo, la cual fue nombrada por la actual dirigencia que encabeza David Galván con el eufemismo de proceso de actualización de datos.

Históricamente, en Acción Nacional, quien tiene el control del padrón de militantes tiene el acceso garantizado a las candidaturas a puestos de elección popular y a la configuración de las listas de los aspirantes a diputados plurinominales.

Lo anterior responde a una lógica interna que no existe en ningún otro partido en México y que tiene su origen en la necesidad de antaño de preservar la identidad y la integridad ante los embates y las amenazas del entonces todopoderoso PRI-Gobierno.

Acción Nacional nació como una pequeña cofradía de hombres justos que buscaba, por la vía de la oposición pacífica, instalar una democracia real en México.

Estos hombres justos, los míticos fundadores, Manuel Gómez MorínEfraín González LunaAquiles ElorduyLuis Calderón Vega (padre de Calderón Hinojosa), Francisco Fernández CuetoAlejandro Ruiz Villaloz, Rafael Preciado Hernández, entre otros, dotaron de una serie de principios humanistas de inspiración cristiana al corpus ideológico del partido y lo blindaron para que no fuera contaminado por las prácticas corruptas que el PRI-Gobierno había establecido como sinónimo del quehacer político en México.

Convertirse en militante del PAN tenía que ver más con una especie de apostolado, de testimonio contra el monopolio del poder que el tricolor ejercía. Ingresar a las filas de Acción Nacional significaba una especie de certificado de ciudadanía proba, íntegra, honrada.

Por ende, ser candidato a un cargo de elección popular por el blanquiazul se convertía, además de en algo peligroso, en un recordatorio a los mexicanos de que no existía una democracia en México. Por supuesto el triunfo no era el objetivo.

Militar en el PAN implicaba entonces una serie de arduas obligaciones pero también una serie de derechos ganados a pulso, principalmente, el de elegir a aquellos que representarían al partido en las elecciones.

Pero cuando el Partido Acción Nacional comenzó a ser una verdadera opción de poder desde aquella gubernatura bajacaliforniana, negociada entre Diego Fernández de Ceballos y Carlos Salinas de Gortari a favor de Ernesto Rufo Appel, en ese momento, el sistema cerrado de militancia dejó de ser un blindaje para preservar la pureza ideológica y se convirtió en un instrumento de control férreo y en la llave para acceder a los puestos clave.

En el PAN de los últimos 25 años, quien controla el padrón tiene el poder.

En 1996, un joven y ambicioso panista de pedigrí, Felipe Calderón Hinojosa, asumía la presidencia nacional del PAN. Un año después, enviaba a Sonora al diputado federal duranguense, Manuel Espino Barrientos, con la encomienda de frenar la candidatura panista al gobierno del estado de Adalberto Rosas.

El argumento: el popularmente conocido como el “Pelón” Rosas tenía acaparado el partido en la entidad y se había dedicado a confeccionar un padrón a la medida de sus aspiraciones, además, supuestamente, mantenía una relación en lo oscuro con el gobierno de Manlio Fabio Beltrones.

Espino Barrientos hizo el trabajo que le encomendó Calderón Hinojosa y lo hizo muy bien. Disolvió el Comité Directivo Estatal, presidido por Roderico Tapia, asumió una delegación transitoria, impuso un candidato gris y anodino: Enrique Salgado, y paulatinamente fue limpiando al panismo sonorense de los seguidores de la fracción que representaba Adalberto Rosas.

Al mismo tiempo, creó nuevos cuadros con jóvenes panistas y empresarios a los que impulsó de manera determinante: Héctor Larios, Luis Serrato, María Dolores de Río, Francisco Búrquez, Florencio Díaz Armenta, Enrique Reina, entre los más destacados.

Sin embargo, también dejó resentido a un grupo de panistas muy cercanos a Javier Corral, pues obstaculizó y frenó sus aspiraciones políticas; el principal: Guillermo Padrés Elías.

Con el triunfo de Vicente Fox en el 2000, Manuel Espino Barrientos fue escalando posiciones hasta llegar a la presidencia del CEN del PAN en 2005.

Sin embargo, poco iba a durarle el gusto. La pugna Vicente Fox-Felipe Calderón en el marco de la carrera del segundo por la candidatura presidencial (el entonces secretario de Energía desobedeció al jefe del Ejecutivo y se destapó contraviniendo sus instrucciones), tendría un desenlace trágico para Espino Barrientos.

Con la llegada a la presidencia de la República de Felipe Calderón, éste inició una persecución implacable contra Manuel Espino hasta expulsarlo del partido.

Los incondicionales del duranguense en Sonora cayeron en desgracia y sus carreras políticas fueron a la congeladora. Sin embargo, ese grupo de panistas sonorenses resentidos con Espino Barrientos, supo leer el momento y no dudó en subirse al tren del presidente de la República. Tres años después, en 2009, gracias una vez más a la manipulación del padrón de militantes, Guillermo Padrés asumía la candidatura blanquiazul a la gubernatura y se convertía en el primer gobernador no priista en Sonora.

El PAN, férreamente controlado por los padrecistas, depuró el padrón y lo engordó según sus intereses.

Pero el desastre en las urnas del proceso electoral de 2012, producto en gran medida de la guerra contra el narcotráfico, debilitó al saliente presidente de la República, y el grupo fiel a Vicente Fox inició un trabajo de recuperación del partido que culminó con la llegada de Ricardo Anaya a la dirección del CEN.

En Sonora sólo tuvieron que esperar a que Padrés terminara su sexenio y fuera arrastrado al lodo por sus propios actos para recuperar el control del partido.

Este sábado 6 de mayo concluye una más de las purgas entre la militancia panista. El objetivo, allanar el camino a Ricardo Anaya rumbo a la candidatura del 2018.

Felipe Calderón gesticula, acusa, reclama y denuncia una práctica que desde que su partido se convirtió en opción real de ejercer el poder, todos los dirigentes panistas han ejecutado sin tentarse el corazón, él incluido.

Y es que quien controla el padrón, tiene el poder.