Martha Antúnez de Acosta: “Y aquí estamos”
Por María Encinas Miranda/
Entrevista con la vicepresidenta de la ‘Fundación Maloro Acosta’
—En un rato viene mi mamá —dijo Manuel con formalidad.
—¿Quiere tomar algo? ¿Agua? —agregó Daniel siguiendo el ejemplo de hermano.
Llegar a la residencia de la familia Acosta Antúnez es un verdadero placer. En esta ocasión la puerta la abrió la abuela materna pero el protocolo de recibimiento estuvo a cargo de Manuel y Daniel quienes me condujeron a la sala.
Los amables “Maloritos” de siete y cuatro años se encargaron de atender a la visita; Daniel me invitó a jugar con sus muñecos súper héroes y ambos me presentaron a la simpática Chispita —que es un cachorro raza Beagle de largas orejas e inquietud indiscutible—; me informaron que su papá Maloro ya estaba en casa y que ahora era “un político”; me mostraron fotos de su recién nacido hermano Elías y me hicieron saber que su mamá lo estaba atendiendo en ese momento, pero no tardaría en bajar.
Minutos después aparece Martha Antúnez de Acosta para recibir la estafeta y agradecer la buena atención que habían dado a la visita ya con su vaso de agua y un platito con galletas.
R. Son niños muy bien educados
MAA. Gracias. Son niños rodeados de mucha gente, familia, amigos, han aprendido a ser cordiales. Tienen sus etapas como todos los niños de su edad —dijo la orgullosa mamá mientras abraza a Daniel—, pero les reconocemos que son respetuosos y amables.
¿Cómo fomentas los valores en el hogar?
Con el ejemplo definitivamente. Los niños deben criarse con amor, pero también con disciplina; lo platicamos Maloro y yo desde el primer momento que decidimos tener hijos, nos comprometimos a formar hombres de bien, productivos y con valores.
¿Cuánto contribuye Maloro en el quehacer con los niños?
Mientras está en casa nos da tiempo de calidad, que es lo más importante. Juega con ellos, los escucha, los abraza, les ayuda en las tareas, si tiene que cambiar pañales, lo hace. Cuando puede los lleva a la escuela o va por ellos. Es un papá que aprovecha el tiempo cuando está con sus hijos y les cuenta historias antes de dormir.
Nuestra familia es un trabajo de los dos y eso no está en discusión.
Tus hijos próximamente se convertirán en jóvenes ¿Crees que una madre se debe preparar para eso?
Claro que debemos prepararnos, como se prepara cualquier persona para un oficio o profesión. No entras al quirófano sin haber estudiado Medicina. Yo me preparo todos los días, los observo, los escucho y platico con ellos. Hasta tomé un curso sobre Administración del Hogar-Empresa en IPADE. Me gusta hacerlo, lo disfruto y pienso que si eso me sirve para bien de mi familia, no dudaré, seguiré aprendiendo.
La vida no es totalmente fácil, pero uno tiene que seguirle para superar adversidades
Marthita, como le llaman cariñosamente amigos y familiares le dio un giro importante a su vida cuando contrajo matrimonio con Maloro Acosta hace diez años. De ser una joven con aspiraciones en el ramo del Derecho se convirtió en esposa y madre, pasó a ser una profesional de la materia.
¿Cómo fue su infancia?
Tuve una infancia rodeada de mis seres queridos, en la colonia Valle Verde, pero mis recuerdos están especialmente en Villa de Seris y en las faldas del Cerro de la Campana, donde vivían mis abuelas María Isabel “Lala” Jacob y Manuelita Ochoa… aquéllos patios grandes donde juagaba con mis hermanos y primos.
Viví rodeada de amor, con mi padre mis madres y dos hermanos. Me gustaba hacer cosas como vender dulces afuera de mi casa, en una mesita, de ahí obtenía ganancias que guardaba para cuando iba de paseo —recordó con alegría—.
Sin embargo, como en toda familia, llegan los tiempos difíciles y así me sucedió siendo apenas una niña.
Aún emocionada con su historia, le resulta fuerte al narrarlo, Marthita se refirió al problema de salud que padeció su padre, que cambió no sólo su vida sino la de toda la familia. Lupita, su mamá, tuvo que tomar las riendas del hogar y trabajar para sacar a sus hijos adelante:
“La admiro. Ella redobló esfuerzos, trabajó por nosotros y nos puso el ejemplo de que cuando estamos cayendo debemos sostenernos de lo más sólido, lo más fuerte que era el amor que existía en casa. Como buena mujer e inteligente no se echó a llorar, se convirtió en el pilar más importante de mi vida.
“Mi padre murió en el año 2000 y al igual que mi madre, le tengo un enorme amor, siempre lo querré y respetaré”, agregó.
¿Qué más aprendiste de tu mamá?
El valor solidario y la generosidad.
Viví la enfermedad de mi abuela Lala y mi mamá se la llevó a mi casa y pese a que trabajaba, la atendió en todo momento y nos enseñó con el ejemplo a estar pendiente de ella y cuidarla con amor. La familia se unió más que nunca porque todos colaboraron con su tiempo.
Los Maloritos mayores ya andan inquietos y Elías de dos meses avisa que es su hora de comer. Martha como buena mujer demuestra que puede estar en varias partes a la vez y atiende las necesidades de cada uno sin perder el ritmo de la entrevista.
¿Cómo conociste a Maloro?
Empieza la frase sonriendo mirando al recuerdo: “Mi amiga Lizeth nos habló del uno y el otro por separado, nos hizo una cita y le atinó”.
El Patio, la nevería, fue el escenario de su primer encuentro, platicaron, se conocieron, se pusieron al día con los generales de su familia, hicieron la siguiente cita, pasó el tiempo y se casaron.
Desde entonces la vida de pareja “fue anormal”. Ella estudiaba la licenciatura en Derecho en la UNISON mientras que él estaba en “Campaña”, sus visitas eran a altas horas de la noche y un día se quedó dormida en su presencia. “Él tiene mucha batería y yo duermo muy bien”, dijo Marthita riendo.
¿Cómo te conquistó?
Recordarlo aún le provoca un suspiro: “Su plática, su sonrisa, su simpatía, el buen sentido del humor que lo caracteriza, las ocurrencias que me divierten tanto, lo trabajador, inteligente, siempre formal, pulcro, oloroso; los detalles que aún tiene… supe que era el esposo ideal”, describió sin titubear.
“Con él aprendí a tener detalles porque él siempre lo ha sido; es observador, me sorprende”, platicó.
Del noviazgo anormal al matrimonio
La petición de matrimonio fue inesperada, un 6 de enero encontró el anillo junto al monito de la rosca de Reyes, envuelto en una bolsita.
Aceptó inmediatamente; Maloro representó para ella el hombre que sería el esposo que había imaginado y el padre que quería para sus hijos. Comentó que se identificó con él inmediatamente.
“Observé el trato que tenía con su familia, el cariño con que se refería a sus tíos que lo criaron, el respeto por su padre, el amor a sus hermanos, a su mamá que ya no estaba hasta sus amigos… entonces dije ¡Me lo quedo!”, enfatizó Marthita sonriendo.
El 12 de octubre se casaron, en una ceremonia “anormal” como dice ella: fue un miércoles a mediodía, día inhábil, el puente para irse de luna de miel a Tamarindo, Jalisco, “porque fue un regalo de bodas”. Esto hace casi diez años.
¿Es exigente en casa?
Era en algunas cosas, pero nos fuimos adaptando por el ritmo que llevamos en la familia “no es normal”. Con el tiempo, ambos, somos más flexibles, más tolerantes, gracias a la comunicación que tenemos.
¿Come de todo?
Sí, come de todo. Lo que más le gusta son los tacos dorados, el café en la mañana. Pero a él los domingos le toca hacer el desayuno con ayuda de los niños. Hace hamburguesas, es lo que mejor le queda, aunque a Manuel le gustan más los Hot Dogs de su papá.
Llamas “anormal” el ritmo de vida, ¿Esto provoca fácilmente alguna diferencia entre ustedes?
Tenemos diferencias como cualquier pareja pero las resolvemos platicando o cediendo. Alguno de los dos debe ceder. Lo que sí es un hecho es que no nos dormiremos enojados.
¿Cómo vivieron el momento el día que Maloro perdió las pasadas elecciones?
Fue una etapa muy difícil, diferente pero representó una gran oportunidad.
Fue duro, fue una pérdida pero lo tomé como un abanico de oportunidades. Al principio no lo entendíamos pero después nos dimos cuenta que Dios tiene planes que nosotros no nos imaginábamos.
Mira, en ese momento tuvimos dos opciones, derrotarnos o salir adelante, decidimos lo segundo, por tanto continuamos.
Cambiamos de ciudad un tiempo, nos unimos más como familia, fue un reto y se convirtió en una etapa muy bonita.
Siempre me he sentido segura con Maloro, sé que cuando se propone algo lo logra, si no, es como él lo plateó en una ocasión: le da vuelta a la página rápido y no permite que la situación lo envuelva, cierra los capítulos negativos con trabajo. Así lo ha hecho en su vida diaria, con su familia también, con sus amigos, en su profesión… lo admiro, lo sigo, caminamos juntos… y aquí estamos.
La fundación Maloro Acosta
Marthita Antúnez de Acosta, es Vicepresidenta de la Fundación Maloro Acosta, que surgió precisamente para ofrecer orientación a padres de familia y jóvenes afectados por el bullying así como temas sobre valores. A seis años cumplidos la Fundación continúa activa con los programa originales y otros que se han sumado para apoyar familias de Hermosillo.
“Estamos contentos con la labor que hemos desempeñado, se ha cumplido el objetivo inicial pero cada vez nos proponemos más. La Fundación que preside mi cuñado Juan Pablo Acosta, continúa llegando a las nuevas generaciones de adolecentes; nos sentimos orgullosos de tener en las colonias Centros de Desarrollo para la Mujer, donde ellas aprenden un oficio que les puede ayudar a mejorar la economía familiar”.
Este fin de semana, por ejemplo, la fundación celebró por décimo año consecutivo los XV años de 50 niñas hermosillenses que cumplieron su sueño de tener su fiesta, su vestido, su pastel, todo lo que desean las jovencitas al llegar a la edad de la ilusión. Sin embargo la fundación va más allá. Durante diez días se les ofrece a las festejadas una especie de campamento con evento enfocados a los valores, sexualidad, padres e hijos, autoestima todo a través de actividades recreativa.
“Los y las jóvenes son un objetivo importantísimos para nosotros, en ellos está el futura de la sociedad, son los hijos que le dejaremos al mundo”.
*Esta entrevista fue realizada el día 09 de marzo de 2015.