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Misterios del Ayate Guadalupano, entre la ciencia y la historia

La sagrada imagen plasmada en la tilma de Juan Diego, durante siglos ha logrado acrecentar la fe de millones de mexicanos

Por Pbro. Erick Ballesteros

El Papa Pío XII emocionado dirigió las siguientes palabras al pueblo mexicano “Acababan apenas de abrirse al mundo las dilatadas regiones del Anáhuac, cuando a las orillas del lago de Texcoco floreció el milagro. En la tilma del pobrecito Juan Diego pinceles que no son de aquí abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos maravillosamente respetaría”.

No tenemos nosotros los mexicanos algo más grande, ni que nos honre más que esta tilma milagrosa donde está estampada la preciosa imagen de Nuestra Señora. Hemos sido escogidos, hemos sido exaltados y puestos en gran honor ante todos los pueblos de la tierra, ya lo decía el Papa Benedicto XV, “Non fecit taliter omni nationi”.

Quien la contempla a la Virgen de Guadalupe queda penetrado de un sentimiento de algo sobrenatural y fuera de este mundo.

Por lo cual todo católico y todo buen hijo de esta nación mexicana debe de ser un ferviente guadalupano, buen conocedor de la historia, milagros y devoción que se debe a tan Augusta Señora.

No obstante, a pesar de tan grande y patente milagro que representa el Ayate Guadalupano, como en todo siempre hay detractores. Si la verdad misma Jesucristo permitió ser contradecida, para que hubiera mayor firmeza en la fe de los que lo seguían, de la misma manera Santa María de Guadalupe, permite que haya hijos rebeldes, para que se fortalezca la fe de sus fieles con los milagros y maravillas que se realizan.

Autenticidad histórica

¿Está realmente demostrada la autenticidad histórica de los orígenes de la Virgen de Guadalupe?

Al hablar de la autenticidad histórica de algo, hablamos de pruebas que demuestran la realidad del hecho, y la historia tiene herramientas especiales, a las que somete un hecho o un texto.

En lo que se refiere a la Santísima Virgen María de Guadalupe descansa en fuentes seguras que demandan del crítico más exigente reconocimiento de su certeza moral.

Desde el siglo XVI, la imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe, gozó de parte de las autoridades religiosas y civiles, así como del pueblo, de la más profunda veneración. Dato trascendental es que en los tres primeros siglos desde su aparición XVI, XVII y XVIII, no tuvo impugnadores ni dentro ni fuera de México.

Históricamente se conocen dos relatos contemporáneos de gran valor entre otros 35 documentos más, y son: el del P. Juan González, que era el intérprete de Zumárraga y el segundo de Antonio Valeriano el Nican Mopohua, estos relatos  transmitidos de generación en generación, constituyen una tradición viva, constante e invariable durante casi cinco siglos.

Tan sólida era esta tradición, pasado un siglo del acontecimiento que el historiador Miguel Sánchez afirmaba en 1648 que aún caso de que no hubiese ningún documento escrito “no había de desistir de mi propósito, cuando tenía de mi parte el derecho común, grave y venerado de la Tradición en aqueste milagro, antigua, uniforme, general”.

El ayate de Juan Diego

En 1979 Philip Callahan y Jody B. Smith estudiaron la imagen con rayos infrarrojos y descubrieron que no había rastro de pincelada. Y que la técnica usada en el rostro y en el manto es inexplicable.

Nadie que se acerque y contemple libre de malicioso prejuicio, deja de sentirse cautivado por el hechizo y seducción que irradia. Su hermosura suavísima, la dulzura del semblante, el embeleso y ternura en la mirada, la compostura de su rostro, leve y suavemente inclinado para el lado derecho. Quien la contempla queda penetrado de un sentimiento de algo sobrenatural y fuera de este mundo.

El ayate donde fue pintada es de un material de fibra de maguey, mide 168 x 105 cms. La imagen tiene la altura de 163cm. En 1666 examinaron la imagen varios peritos pintores, Cabrera dijo que se encontraban las cuatro técnicas de pintura en la imagen en diversas partes. Pero algo muy importante, determinaron que no tenía aparejo ninguno la pintura.

Esta falta de aparejo causó admiración, ya en tiempo de Cabrera, y en tiempos modernos, se remitió al Dr. Ricardo Kunh, director del Departamento de Química, de la universidad de Heidelberg, premio nobel de Química, dos fibras del ayate para que analizase la naturaleza de los pigmentos usados. Su dictamen fue el siguiente:

“En las fibras analizadas, una roja y otra amarilla, no existen colorantes vegetales, ni colorantes minerales ni tampoco animales”.

Años después, en 1963, el profesor Campos Ribera, de Barcelona, reconocido mundialmente como perito en pintura, examinando la tilma afirmó: “no encontré vestigio alguno de pincel ni forma de preparo en la tela” y concluía “ningún artista humano hubiera escogido, para ejecutar una obra de tal magnitud una tela o lienzo de la calidad del ayate y mucho menos con una costura al centro”.

El milagro de los ojos

Pruebas que se pueden decir intrínsecas al Ayate Guadalupano, podemos mencionar de manera muy especial el milagro de los ojos.

Todo comenzó en 1956 que Carlos Salinas Chávez observó por primera vez reflejada en la pupila del lado derecho la cabeza de un hombre. Este hallazgo produjo gran impresión en los oftalmólogos y en los técnicos en pintura.

En 1975 el Cirujano Oculista Dr. Enrique Graue examinó con oftalmoscopio de alta potencia y vio en los ojos el fenómeno de Purkinje. Vio repetida la imagen de un hombre en la córnea ocular y en el cristalino.

Otro notable descubrimiento fue el del Dr. Rafael Torrija, hace observar que al enfocar una fuente luminosa sobre el ojo derecho, el iris se torna brillante, llenándose de luz y los reflejos luminosos contrastan con mayor claridad.

Todo esto provocó una piadosa curiosidad por conocer más acerca del lienzo sagrado, no sólo entre los mexicanos sino entre los hombres de ciencia de todo el mundo.

Dos científicos americanos Phillip Callahan y Jody Smith obtuvieron permiso para someter el ayate a un análisis infrarrojo. Publicaron los resultados en su libro “La Virgen de Guadalupe un estudio infrarrojo”. Confirmando lo que siglos atrás habían determinado los sabios pintores con Cabrera, que no tiene aparejo la pintura, y que no se encuentra rastro de pincelada. Y que la técnica usada en el rostro y en el manto es inexplicable.

Pero no quedó esto ahí, se digitalizaron los ojos de la Imagen para estudiarlos mejor; esto le tocó al sabio peruano José Aste Tonsman, quien en su libro “Los ojos de la Virgen de Guadalupe, un estudio por computadores electrónicos”, aumentando desde 30 hasta 2,000 veces los ojos, descubrió en ambos ojos a más personas, un indio de cuerpo entero y el español barbudo, un hombre anciano, un joven, el posible Juan Diego y una negrita.

Como los fariseos se negasen obstinadamente a creer en Jesucristo, que afirmaba de sí “Yo soy el Hijo de Dios” Jesús los interpela diciéndoles, “si no creéis en mí, creed en mis obras, ellas dan testimonio de mi”. De modo análogo, no faltarán críticos racionalistas, protestantes fanáticos o simples anarquistas que cuestionarán duramente la posibilidad y la verdad del Ayate Guadalupano, no obstante ahí están las pruebas para el que realmente tenga intención de conocer y para el que no, como diría el gran San Agustín, no tengo ninguna.