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Morena: los pasos de la ruptura

Las cosas no les salieron como presumían y Marcelo Ebrard se les rebeló alegando inconsistencias exigiendo la reposición del proceso. Digan lo que digan, eso provocó la ruptura y les echó a perder las cuentas alegres 

Por Bulmaro Pacheco

Cuando sosteníamos que las cosas no iban a salir bien en el proceso interno de Morena, sus seguidores se apresuraban a negarlo y a afirmar que sería un rotundo éxito. Según ellos, bastaba con tener al referente político que había diseñado la estrategia y sería a la vez el árbitro ante cualquier diferencia entre los jugadores: el presidente de la República.

El mismo que condujo de principio al fin el ungimiento de la “coordinadora de la Cuarta Transformación”, Claudia Sheinbaum. “Ahí no va a haber problema alguno”, decían, y reafirmaban: “Corren más riesgo en el Frente Amplio, porque ahí no hay quién imponga disciplina y orden”.

Pues no fue así. El proceso interno en Morena terminó en ruptura.

Veamos: En 2018, a Ricardo Monreal primero le dijeron «sí», después «quién sabe» y, al final, que no sería para él la candidatura al gobierno de la Ciudad de México porque ya estaba destinada para Claudia Sheinbaum, más cercana al entonces candidato López Obrador.

Monreal alegó derecho de antigüedad en la relación (se refería a que en 1998 abandonó al PRI para sumarse al PRD —cuando López Obrador era el dirigente nacional—, y siendo marginado por el PRI, compitió por las izquierdas al gobierno de Zacatecas; y ganó la elección), pero no le alcanzó.

Andrés Manuel López Obrador

Pero López Obrador tenía otros planes y movió todo para que la candidata al gobierno de la Ciudad de México fuera Claudia Sheinbaum, jefa delegacional en Tlalpan, en aquel entonces. Le dijeron a Monreal que ella salía mejor en las encuestas, las mismas que nunca le mostraron. Así que después de una pausa de silencio, él optó por el Senado, donde fungió como coordinador de Morena hasta el 2023.

En 2021 vino la debacle electoral de la Ciudad de México, cuando Morena perdió nueve de las 16 alcaldías. Alguien le habló al oído al presidente culpando a Monreal de la derrota en la Ciudad de México, y a partir de ahí el zacatecano fue marginado de la cercanía política con el Ejecutivo. Y lo que fuera una buena relación se tornó en distanciamiento, que se comprobó cuando no lo mencionaron para la sucesión presidencial (a pesar de que él a cada rato sostenía que, como fuera, iría en la papeleta electoral en junio de 2024).

¿Que habrá ahora para Monreal? Recientemente declaró que buscaría de nuevo la candidatura al gobierno de la Ciudad de México.

La novedad es que otra vez se le adelantaron con Omar García Harfuch, jefe de la policía capitalina quien acaba de renunciar al cargo para buscar la candidatura. Al buen entendedor le quedará claro que Omar García no renunció para ir a una aventura, va directo a la postulación.

¿Seguirá Monreal la ruta de Ebrard ante esa decisión que lo deja fuera?

El veterano Porfirio Muñoz Ledo quiso primero reelegirse como diputado federal y se lo impidieron. Aspiró después a la dirigencia nacional de Morena, y también se lo impidieron para favorecer a Mario Delgado. El plan ya estaba trazado, y se dijo que a Muñoz Ledo le habían ofrecido la embajada de México en Cuba, algo que nunca se concretó. Porfirio se convirtió en un crítico permanente del presidente y de la llamada «cuarta transformación». Murió en el mes de julio lamentando no haber cruzado palabra con López Obrador desde que le puso la banda presidencial en diciembre del 2018. Porfirio Murió distanciado de la 4T.

Adán Augusto López era gobernador de Tabasco para el período 2019-2024, pero el presidente lo invitó en 2021 a colaborar como secretario de Gobernación en lugar de Olga Sánchez Cordero. Inició conciliador y dialogante con los factores políticos de México (gobernadores, Congreso, partidos), pero de repente cambió, se cerró y se concentró en preparar la plataforma de sus aspiraciones presidenciales. Quizá fue el que más en serio se tomó la competencia. Fue parte de la estrategia sucesoria del presidente, pero en las encuestas quedó en cuarto lugar, apenas con el 10% de las preferencias, ¡por debajo de Gerardo Fernández Noroña!

El presidente pactó con el Partido del Trabajo y autorizó que se midiera en las encuestas al diputado Gerardo Fernández Noroña para asegurar la alianza con ese partido. No quiso correr el riesgo de que le pasara lo mismo que en la elección de Coahuila, cuando el PT arropó al disidente morenista Ricardo Mejía que le restó votos a Armando Guadiana.

También pactó en los mismos términos con el Partido Verde al autorizar la participación —sin ninguna posibilidad de triunfo— en las encuestas del ex gobernador de Chiapas, Manuel Velasco (quizá con la intención oculta de quitarle puntos a Ebrard, ante la simpatía de un grupo de diputados del Verde con el ex canciller). También para fortalecer la alianza electoral del próximo año con un partido que solo busca conservar el registro y obtener más posiciones vía representación proporcional en el Poder Legislativo. El desplegado a plana entera para felicitar a Sheinbaum por su triunfo, al tiempo que le cerró las puertas a Ebrard, reafirmó su sumisión.

López Obrador en varias ocasiones reiteró que él no iba a «cometer el mismo error del ex presidente Lázaro Cárdenas«, de dejar como heredero a un moderado (Ávila Camacho) en lugar de alguien radical y revolucionario (Francisco J. Mújica) que continuara y consolidara las reformas de ese sexenio (1934-1940).

Más claro ni el agua, ese mensaje fue contra las aspiraciones de Ebrard y a favor de quien piensa, continuará sus programas: Claudia Scheinbaum.

El desarrollo de la estrategia sucesoria también incluye atacar con dureza al INE y a la Suprema Corte, para debilitarlas como instituciones de arbitraje político electoral. Así generó una reforma electoral (llamada Plan B) que nunca se discutió y que, al enviarla al Congreso de la Unión para su aprobación, ni siquiera se respetó el proceso legislativo. La suprema Corte tiró estas reformas y provocó que el Ejecutivo radicalizara los ataques contra la institución y en especial contra varios de los ministros incómodos para el gobierno, encabezados por la presidente Norma Piña.

La estrategia incluyó también el blindaje del partido ante cualquier riesgo de sorpresa con el liderazgo formal y por eso nombró como presidente del Consejo Nacional de Morena al gobernador de Sonora, Alfonso Durazo. No quiso correr riesgos ante la cercanía de Mario Delgado con Ebrard y decidió por alguien de mayor confianza ante cualquier eventualidad.

Marcelo Ebrard

Al final y a pesar de que a cada rato afirmaban que todo iba muy bien y que en Morena no había vulgares y ambiciosos (sic) que pudieran afectar la unidad del partido, las cosas no les salieron como presumían y Marcelo Ebrard se les rebeló alegando inconsistencias exigiendo la reposición del proceso. Digan lo que digan, eso provocó la ruptura en Morena y les echó a perder las cuentas alegres que hacían de cara a los resultados del 2024. Además de la cargada oficial del Ejecutivo y los gobernadores de Morena a favor de la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, la ruptura de Ebrard tiene otros ingredientes de mayor profundidad y sentimiento en su relación cercana y personal con el Presidente que les hizo creer, que habría piso parejo en la competencia.

Las consecuencias ahí están y, de darse la participación de Ebrard por otro partido, el más afectado será Morena y no Xóchitl Gálvez como lo han desparramado los voceros oficiales, para tratar de atenuar el control de daños por la ruptura al interior de Morena.

Si la ruptura fue en su cancha, con el Presidente, con Morena y con su candidata:  ¿Por qué habría de afectar a otros? Al contrario.

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