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Pavlovich: Los Reyes de la Naranja

Por Ignacio Lagarda Lagarda

Los Pavlovich cultivaban principalmente naranja criolla o regional porque era la más cotizada en aquella época. Sin embargo, en las plantaciones de Lucas y Felipe también se cultivaba naranja valencia y de ombligo. En el 90% del total de las huertas administradas por la firma “L. J. Pavlovich and Brother” se cosechaba naranja criolla, mientras que en 5% se recogía naranja de ombligo y en el otro 5% se levantaba naranja valencia.

Cinco de las seis fincas existentes en Hermosillo contaban con árboles de naranja regional, en tanto que el Molinito se encontraba plantado con árboles variedad valencia. De igual modo, en el Molinito había alrededor de cinco o seis arboles de tangerinas, por lo que era la única huerta heterogénea de la firma comercial. En cambio, en todas las huertas de Villa de Seris, con excepción del 16, que tenía de seis a ocho árboles de naranja de ombligo, se levantaba naranja criolla.

En el cultivo de los naranjos los hermanos Pavlovich utilizaban instrumentos de labranza modernos. En un principio empleaban el arado de una sola mancera halado por dos mulas para preparar el terreno, después utilizaron el solqui jalado por cuatro mulas, luego el tractor. Para el cuidado de los árboles se usaba la rastra, las tijeras y los serruchos curvos. Los Pavlovich también seguían un programa de fertilización en sus plantaciones.

Para recolectar la fruta los cortadores empleaban escaleras y las cajas para guardar la naranja. Las cajas se importaban de Canadá́ y se ensamblaban con clavos cementados procedentes de California, Estados Unidos. En la cabecera de las cajas aparecía impresa la siguiente leyenda: “L. J. Pavlovich y Hermano, Exportadores de Naranja. Hermosillo, Sonora”.

Los hermanos Pavlovich regaban sus huertos de Hermosillo y Villa de Seris con agua proveniente de tres repartideros: a) Repartidero de Villa de Seris llamado El Compartidero; b) Repartidero de la calle Galeana; y, c) Repartidero de la toma del Torreón.

El Compartidero de Villa de Seris estaba en las faldas del Cerro La Regional y a unos metros de la huerta la Regional. Todas las huertas de Villa de Seris se regaban con agua proveniente de este repartidero. Pero, en 1905, al iniciarse la perforación de pozos artesianos o de luz en la Huerta de Ruiz se construyó uno.

En Repartidero de la calle Galeana se encontraba en el barrio de La Carrera, en la esquina actual de Galeana y Dr. Pesqueira. De esta toma se abastecían el Vapor de Camou y el Molinito. Por su parte, el Repartidero del Torreón, ubicado al poniente de Hermosillo en el barrio del Torreón, dotaba de agua a la Quinta Amalia, las tierras de Antonio Morales y las de Pascual Encinas, entre otras. Por otro lado, las plantaciones del Zanjón, el Switch y la Huerta de Francisco A. Rivera se regaban con agua que se extraía del subsuelo. El agua se distribuía a través de canales de tierra.

Los Pavlovich controlaban el 33% de los derechos de agua existentes en Hermosillo y el barrio de Villa de Seris. En consecuencia, regaban sus tierras constantemente y su voto resultaba definitivo en el nombramiento anual del juez de agua de los repartideros de la comunidad.

A cargo de los naranjales había un administrador general. Cada año, durante la época de cosecha, se contrataban de 12 a 15 jornaleros yaquis para cortar la fruta de los árboles. Los regadores y veladores de las huertas, así como los choferes eran empleados permanentes. Los trabajadores que laboraban con los hermanos Pavlovich no solo eran libres, sino también asalariados.

En un principio los Pavlovich empacaban la naranja en la Quinta Amalia. Pero, para 1904, abrieron una empacadora en la calle Oaxaca número 22 con el propósito de seleccionar y empacar la fruta de acuerdo a los criterios de exportación. La empacadora también era depósito de frutas, legumbres y pasturas.

En la empacadora la fruta era clasificada, empacada y vendida. El proceso constaba de seis etapas. Primero: un peón vaciaba las cajas de naranja en un elevador que subía a dos metros de altura con cadenas de rodillos para luego caer a una banda que caminaba despacio. Al pasar por la banda Don Felipe, junto a tres trabajadores más, rodaba la fruta para verificar que cumpliera con los criterios de calidad necesarios para la exportación.

Segundo: la naranja rodaba hacia una máquina seleccionadora o separadora, la cual la apartaba por tamaños. Cuando la naranja pasaba por la seleccionadora quedaba organizada “en siete departamentos marcados con los números 112–126–150–176–200–226–250, números que indican la cantidad de fruta de ese tamaño que cabe en una caja”. Cada caja pesaba entre 25 y 30 Kg. La banda de la seleccionadora rodaba la naranja y esta iba cayendo a las cajas por unos orificios, los cuales correspondían al tamaño de la fruta.

Tercero: las empacadoras envolvían la naranja en papel de china rosa y la acomodaban en las cajas hasta llenarlas.

Cuarto: las cajas rodaban por una banda hacia una máquina clavadora, la cual las tapaba.

Quinto: cada caja se marcaba con un sello con el objeto de indicar la calidad y cantidad de la fruta.

Sexto: las cajas se estibaban en carretillas para: a) subirse a los carros de mulas y trasladarlas a la pera del ferrocarril; o, b) guardarse en el almacén.

La empacadora de naranja de los Pavlovich era muy moderna y mecanizada. La naranja se empaquetaba siguiendo una línea de producción altamente mecanizada, donde la mano del hombre solo intervenía en el empaque seleccionando la naranja con gran esmero, en tanto que los hombres llevaban a cabo las faenas más pesadas.

La naranja cosechada en las huertas administradas por la firma comercial “L. J. Pavlovich y Hermano” contaba con cuatro mercados bien definidos: a) mercado local; b) mercado regional; c) mercado nacional; y, d) mercado internacional.

A raíz de la inauguración del Ferrocarril de Sonora en 1881 se reactivó la economía y el comercio floreció́. Los Pavlovich distribuían naranja a pequeños y grandes comerciantes de la ciudad y a comisionistas. Los pequeños comerciantes, a su vez, vendían la fruta en el Mercado Municipal, abarrotes, expendios o a domicilio. Los grandes comerciantes de Hermosillo, a los que se les vendía naranja, eran Elías Luketich, de origen serbio y propietario de la firma comercial “E. Luketich Company”, y Miguel Gaxiola.

Los precios de la naranja que se vendía en la localidad variaban de un año a otro. Por ejemplo, en 1896 la caja de naranja (126 a 250 frutas por caja) se vendía a $1.00. Para 1900, cuatro años más tarde, la caja se vendía a $1.40 siempre y cuando el comprador suministrara la madera, los clavos y el papel necesarios para el empaque de la misma. De acuerdo a la Escritura Pública No. 45 de 10 de julio de 1901, en ese año, la caja de naranja costaba por lo menos $1.00.

Los expendios eran bodegas donde se guardaban y vendían frutas a granel. George Rafaelovich, compatriota de los Pavlovich, tenía un expendio en la calle Monterrey número 126. Por su parte, los “naranjeros” recorrían la ciudad en carros de tracción animal vendiendo naranjas de casa en casa, una práctica todavía es común en Hermosillo.

Los Pavlovich vendían naranja tanto en el norte del estado de Sonora, como en el sur. En el norte de la entidad los Pavlovich abastecían Santa Ana, Magdalena, Cananea y Nogales. En el sur del estado el Sr. José María “Pepe” Escobosa Romero, cuñado de D. Lucas y D. Felipe, se encargaba de la distribución del producto.

A Santa Ana, Magdalena y Nogales se enviaba un furgón de naranjas cada semana. Esteban Pavlovich recibía la fruta en la ciudad de Nogales. A Cananea se despachaba un troque de naranja cada semana o cada 15 días. Juan Kuliacha comercializaba el cítrico en Cananea y en los pueblos del río de Sonora.

Durante la época de cosecha Pepe Escobosa y su familia se trasladaban a los Mochis, Sinaloa, desde donde se encargaban de distribuir la naranja en el sur de Sonora. En Cajeme (hoy Ciudad Obregón) el Sr. Escobosa acomodaba medio furgón de fruta. Una vez en Cajeme la naranja era distribuida en Esperanza y los pueblos yaquis. En Navojoa, Escobosa Romero, entregaba de medio a un furgón de fruta a Jesús Barbusón, quien, a su vez, la vendía en localidades cercanas.

Federico García y Alva sostiene que los Pavlovich exportaban naranja a Chihuahua, Durango y Coahuila y se tiene la certeza de que Lucas y Felipe vendían naranja en Sinaloa. María Gámez, esposa de Pepe Escobosa, comercializaba naranja fresca tanto en Mochis, como en Culiacán, Sinaloa. Los comerciantes con los que transaba la Sra. Gámez distribuían el cítrico en los poblados aledaños.

En la temporada de 1933, José Pavlovich colocó naranja hermosillense en la Ciudad de México. Los comerciantes de La Merced recibieron gustosos la fruta proveniente de las plantaciones de Lucas y Felipe Pavlovich, a pesar de ser un poco más pequeña que la naranja veracruzana.

La firma comercial “L. J. Pavlovich y Hermano” inició con el negocio de exportación de naranjas a Estados Unidos y Canadá en 1904. Los Pavlovich exportaban naranja a Estados Unidos. La fruta que se exportaba, 500 cajas diarias de fruta, se embarcaba en el Ferrocarril de Sonora y llegaba a su destino a través de la aduana de Nogales, Sonora.

En julio de 1900 el cajón de naranja mexicana se vendía en Corpus Christi en $1.50 USD (United States dollars), en tanto que el cajón de naranja americana se cotizaba en $3.30 USD. Para agosto de 1900 el precio de 200 unidades de naranja en la misma plaza ascendía a $3.31 USD. En 1904, la naranja de Hermosillo se vendía en el extranjero a $7.32 el millar. En 1916, la caja de naranja cosechada en los naranjales de los Sres. Pavlovich se cotizaba en $7.50.

Fueron varios los acontecimientos que pusieron fin al periodo de bonanza de la empresa “L. J. Pavlovich y Hermano”. El sabor y la calidad de la naranja sonorense amenazaban a los citricultores estadounidenses, por lo que introdujeron el piojo a Hermosillo. La plaga del piojo invadió las huertas de Hermosillo alrededor de 1927. En consecuencia, el gobierno de la Unión Americana impidió el paso de la fruta infestada por su territorio mermando, así, las exportaciones. La plaga del piojo ocasionó la pérdida de los mercados más importantes, incrementó los costos de producción y disminuyó el precio de la naranja. El crack bursátil de 1929 profundizó la situación al colapsar los mercados internacionales y disminuir el volumen de productos agrícolas comercializados en Estados Unidos.

Además, en el reparto agrario de 1937 a los Pavlovich les fueron expropiadas 200 Has. de tierras cultivable. También, el hecho de que la población de Hermosillo haya crecido propició que las huertas quedaran inmersas dentro del perímetro de la ciudad. Asimismo, la apertura de la Costa de Hermosillo y el inicio de la producción de naranja en Obregón afectó el negocio de Lucas y Felipe Pavlovich.

Por otro lado, alrededor de 1933, Lucas y Felipe pidieron un préstamo a Victoriano López dando en garantía la Regional y la Quinta Amalia. Los Pavlovich no pudieron pagar la deuda y perdieron ambas propiedades.

Alrededor de 1940, Lucas y Felipe Pavlovich finiquitaron la firma comercial “L. J. Pavlovich y Hermano” y dividieron los bienes en dos partes.

A Lucas le tocó la Huerta de Ruiz y a Felipe el resto de las huertas pequeñas. A la muerte de los hermanos Pavlovich sus hijos heredaron las tierras y bienes inmuebles de sus padres.

Los hermanos Pavlovich no sólo fueron los productores de naranja más importantes de Hermosillo, sino los más modernos y tecnificados de finales del siglo XIX y principios del XX. Administraban una gran extensión de terrenos con 19 huertas, controlaban la tercera parte de las acequias y establecieron una red de compradores fuertes que distribuía la fruta en diferentes mercados. Las técnicas de cultivo utilizadas, así como el empleo de instrumentos de labranza de punta y maquinaria moderna les permitieron cosechar naranja de primera calidad.

Los Reyes de la Naranja, como llamaban a los Sres. Pavlovich en Sonora, propiciaron que Hermosillo se diera a conocer como la “Ciudad de los Naranjos”. Su vida es ejemplo para todos los citricultores sonorenses.