Por Bulmaro Pacheco/
El PAN se dividió después de la derrota. Empezaron a repartir culpas entre ellos y con el tiempo empezaron gradualmente a deslindarse del ex gobernador Padrés; La actual crisis los agarró fuera de lugar. Su cultura política así es, así ha sido
La detención y sujeción a proceso penal de un alto funcionario del gobierno estatal pasado —por inédito y no visto en los últimos 41 años en Sonora—, marca un hito en la historia reciente del estado y manda señales a varias de las principales instancias del ejercicio del Poder local y federal.
Desde luego que más allá del espectáculo —vía redes sociales— derivado de ese hecho y de las diversas percepciones de la lucha contra la corrupción, está la posibilidad de —ahora sí— fortalecer el alicaído estado de Derecho y responder al feroz reclamo social contra la corrupción que se le hiciera al gobierno de Claudia Pavlovich desde que ganó la elección. Con las decisiones de los últimos días, el gobierno estatal gana apoyo social y se consolida.
El 7 de febrero se cumplen ocho meses desde que el PAN perdiera el Gobierno de Sonora y —hasta hoy— no han hecho —tanto el partido como sus militantes más conspicuos— autocrítica y un balance objetivo de lo que les pasó.
Ha perdido el PAN un tiempo valioso que ahora, con su crisis por los procesos penales en curso y la inhabilitación de funcionarios de su gobierno, les hubiera sido de utilidad para procesar sus reacciones ante su inédita crisis, derivada ya no del activismo político de ayer sino del ejercicio directo del Poder con todas sus consecuencias.
¿No esperaban esta crisis? Parece que no. Nunca vieron con seriedad que el gobierno estatal fuera sobre de ellos para hacer efectiva la Ley, con todas las irregularidades, abusos y desviaciones detectadas desde antes de entregar el Poder. Pasaron por alto en sus percepciones que la elección la perdieron —entre otras causas— por el hartazgo social ante la corrupción de su gobierno, y se defienden cándidamente tratando de destacar logros sexenales que, ante el juicio social emitido y los abundantes casos de corrupción denunciados, se han desvanecido rápidamente… si es que los hubo.
Se confiaron en la cultura de impunidad y en sus alianzas público-privadas con quienes tanto del PRI como de algunas organizaciones, no resistieron el canto de las sirenas del gobierno panista y estuvieron abiertamente con ellos en sus estrategias políticas y en sus negocios. A medida que pasa el tiempo más se conoce del tema; pero ya nadie se sorprende.
Por esa cultura, las comparecencias de ex funcionarios ante la Fiscalía Estatal Anticorrupción siempre fueron vistas (por ellos) con desdén y hasta con burla hacia la autoridad, saliendo con el consabido “el que nada debe nada teme”, cuando todo mundo sabía que sí le “debían” mucho a Sonora y que si bien no albergaban temor alguno por la sensación de impunidad y el exceso de confianza en su probable victoria electoral, eso los llevó a descuidar formas y procedimientos y dejaron el terreno sembrado de pruebas en su contra en casi todas las esferas de la administración pública. No acaba uno de sorprenderse por la lista de casos y la relación de ejemplos de corrupción en cuanto terreno tocaban. ¡Hasta las tienditas escolares fueron sus víctimas!
Con la cultura de la impunidad y acostumbrados a que nada pasaba, desdeñaron la posibilidad de que habría voluntad política para aplicarles la Ley y castigar sus ilícitos. Hoy pagan esas omisiones.
¿No hicieron un balance de lo que les pasó el 7 de junio?
Hasta el momento no. No se conoce un documento crítico que razone los principales hechos y analice en serio sus crisis, alternativas y escenarios a futuro. Es increíble. Tampoco —que se sepa— se ha integrado una comisión o grupo de militantes para hacerlo. Después de la derrota, su prioridad fue revisar nombres y grupos que podían hacerse de la dirigencia estatal del PAN —lo que quedaba— como si nada hubiera pasado. ¡Error!
Por eso, en los ocho meses que corren, el panismo ha estado a la defensiva, tratando de justificarse con críticas a las acciones de la nueva administración estatal y buscando destacar logros del pasado inmediato.
¿Por qué?
Entre otras, porque el PAN se dividió después de la derrota. Empezaron a repartir culpas entre ellos y con el tiempo empezaron gradualmente a deslindarse del ex gobernador Padrés. El ex dirigente estatal Juan Valencia ya no tuvo respuestas ni capacidad de unificar, se debilitó y fue sustituido. Su ex candidato a gobernador se deslindó de su protector. Los 23 presidentes municipales de extracción panista han llevado con cuidado su relación con la gobernadora del Estado, dos de sus diputados federales enfrentan procesos, la fracción panista (13) en el Congreso local se dividió desde la humorada de designar a dos coordinadores de bancada, y terminó por desintegrarse cuando cuatro de los 13 diputados votaron a favor de las propuestas del gobierno en lo relativo a la política fiscal 2016. ¿Quién defiende ahora a su principal impulsor y a quién le deben las posiciones políticas que detentan? ¿Quién unifica? Nadie. Ni ellos ni sus padrinos.
¿Y Damián Zepeda?
Entre el panismo se comenta que el secretario general del CEN del PAN reaccionó, impulsando transitoriamente al ex alcalde de San Luis Río Colorado Leonardo Guillén para la dirigencia estatal del PAN, evitando con ello la llegada del ex alcalde López Caballero y preparando quizá el terreno para el arribo de un militante más correoso y fogueado como Ernesto Munro, una especie de héroe de mil batallas y puente generacional… según ellos.
Pero en los hechos, ni Guillén, ni ningún grupo han operado con eficacia para unificar al panismo en Sonora y el tiempo les gana ante tanto conflicto. Las cosas se les complican porque tanto la dirigencia estatal como la nacional deberán guardar distancia y exigir la aplicación de la Ley contra los casos de corrupción si no quieren salir raspados políticamente en los procesos electorales en curso. Ya lo sintieron en Colima.
¿Les podría afectar en las elecciones en curso?
Sí, porque ya son muchos —y delicados— casos de corrupción señalados entre los panistas, que por décadas presumieron y alardearon de pureza política y honestidad. Los casos más recientes: los del ex gobernador de Aguascalientes; la legisladora de Sinaloa implicada en asuntos de narcotráfico; y el abultado caso del ex gobernador Guillermo Padrés, que sus adversarios les estarán recordando en los meses que restan para el proceso electoral del próximo junio, con todo y su fantasmal Comisión Nacional Anticorrupción presidida por Felipe Bravo, que en los casos recientes para nada les ha servido.
¿Y mientras?
Está por verse la reorganización del PAN en el Congreso local en el próximo período ordinario de sesiones y lo que harán con los cuatro diputados disidentes en crisis. Hasta la fecha, una parte de la fracción panista local aparece como radical y otra como colaboradora con el Poder, pero esa alianza no se ve productiva ni útil para los asuntos vitales del estado de Derecho en Sonora. Presumen de llevar las sesiones del Congreso (Comisión Permanente) a los municipios, pero hasta el momento, además de los viajes, las fotos y sus tímidas expresiones, no ha existido un debate serio acerca de las prioridades con una agenda de temas relevantes para Sonora. Se están tardando y el tiempo se les va.
¿Cómo cuáles temas?
Por ejemplo: El contralor estatal habla de inhabilitaciones contra más de 10 altos ex funcionarios, que seguramente acudirán a interponer recursos ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo saturado de panistas (3 contra 2). ¿Qué hará el Congreso con eso? ¿Lo dejará igual?
A la Fiscalía Estatal Anticorrupción se le ubicó en la estructura de la Procuraduría de Justicia. ¿Cuándo la convertirán vía reforma constitucional en un órgano autónomo, para darle una mayor capacidad de acción?
¿Cuándo transformarán a la Procuraduría del estado en fiscalía estatal para estar en sintonía con las reformas federales en la materia?
¿Cuándo tendrán listo el proyecto de una nueva Ley Estatal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, que sustituya la obsoleta legislación local?
¿Qué hay de las reformas a la Ley de Gobierno Municipal para evitar el excesivo endeudamiento y las irregularidades laborales?
¿Qué hacer con las reformas para el fortalecimiento de la figura del ministerio público del fuero común que tanta falta le hacen?
¿Dejarán igual a la Comisión Estatal de Derechos humanos, tan parcial con el gobierno panista y saturada —antes del fin— por personajes del PAN?
¿Qué van a hacer con la ilegalidad del magistrado Sotomayor?
¿Cómo van las reformas anti corrupción en sintonía con la agenda federal en la materia? ¿Se tiene ya un modelo para Sonora?
¿Qué hacer con los 100 años que cumplirá la Constitución de Sonora en el 2017? ¿Se tiene previsto un programa de reformas que la actualicen?
Estos temas prioritarios no se ven por ningún lado.
¿Y no los discuten los diputados locales?
Esos temas hasta el momento no aparecen en la agenda del Congreso local y están perdiendo un tiempo muy valioso en aras de demostrar una endeble armonía aderezada de intereses y relaciones públicas de ocasión, para la fotografía y consumo de los medios. Al PRI —en el Legislativo— se le puede agotar el bono de la sociedad vía la construcción de una mayoría para las reformas. No sabemos el rumbo de las izquierdas y el PAN seguramente reaccionará ante la crisis que vive revisando el funcionamiento de su fracción política, tomando un curso distinto y más radical a la luz de los últimos acontecimientos. Sus paseos no van a durar mucho. Ya lo veremos.
¿Qué sigue para el PAN entonces?
La actual crisis los agarró fuera de lugar. Su cultura política así es, así ha sido; lo hemos visto en sus crisis históricas nacionales. También en la extendida corrupción cuando gobernaron Morelos y Aguascalientes.
El sexenio pasado en Sonora el partido se entregó totalmente a las decisiones del Ejecutivo, debilitando con ello su postura crítica y su libertad de acción… y ahora paga las consecuencias.
El PAN se saturó de figuras viciadas y poco consistentes y marginó a los verdaderos militantes, que ahora —como observadores— aterrados por lo que están observando, se muestran escépticos y poco decididos a pagar facturas por cuentas que ellos no cobraron… y menos disfrutaron.
¿Qué les queda? Esperar a que su actual crisis toque fondo para terminar de señalar responsables que paguen, depurar sus filas y decidir por una dirigencia que tenga la capacidad de aglutinar y organizar a las corrientes del panismo que resistan la crisis, algunas de las cuales por cierto, se empiezan a desesperar porque no todos participaron —ni fueron beneficiarios del festín, los dineros, el desorden, la corrupción y los repartos del sexenio pasado—. De ahí su crisis y la fría, larga y oscura noche del panismo que amenaza con prolongarse más de lo que piensan. ¿Se confiaron?… ¡Que paguen!