Reforma Constitucional Laboral 2017
“Así como los Jueces debieran vivir un mes como penados en los presidios y cárceles para conocer las causas reales y hondas del crimen, y dictar sentencias justas, así, los que desean hablar con juicio sobre la condición de los obreros, deben apearse a ellos y conocer de cerca su miseria”.
— José Martí
Por Héctor Rodríguez Espinoza
—¿Qué le pareció, profesor, la conferencia magistral, como se anunció, “Reforma Constitucional en Materia Laboral” que escuchamos del subsecretario de Trabajo y Previsión Social, Lic. Rafael Adrián Avante Juárez? —me preguntaron alumnas, al salir del concurrido evento el pasado martes 28 y ya en el aula.
—¡Excelente Vianney! —le contesto—, aun cuando fue un exitoso acto político, nos hizo un pedagógico y cadencioso recorrido histórico de la génesis y evolución, paso a paso, del Derecho del Trabajo y de la Previsión Social, desde los debates del constituyente de Querétaro, hasta la promulgación de la actual Constitución Política, que el pasado 5 cumplió su 1° centenario.
—Pero ¿cuál cree que fue el tema central, que a nosotros nos dejó francamente apantallados? —me pide Luis Javier.
—Claro, Luis Javier, fue un panorama ciertamente abigarrado que para ustedes, bachilleres de una tierna conciencia social, apenas se están enfrentando, en el aula, a una teoría y legislación de ensueño, pero poco a poco se irán dando cuenta de que el Derecho del Trabajo de los libros y de las leyes, “ha sido pura simulación”, como el expositor lo confesó, no se aplica en toda su plenitud en las Juntas de Conciliación y Arbitraje, Locales y Federales y Tribunales Colegiados de Circuito, según el foro, la academia y la judicatura nacional.
—Otra vez, maestro, ¿cuál fue el tema central? —insiste Paulina.
—¡Ah sí! —les contesto—, dispénsenme; yo también salí con la cabeza que me daba vueltas de tanta valiosa información; incluso meditaba, en las dos horas, tomando notas para mi artículo del próximo viernes y la clase con ustedes. Miren: el tema fue el art. 123 constitucional, apartado A, que regula las relaciones entre el capital y el trabajo; pero no el apartado B, el llamado apartado burocrático.
—¿Y tiene algo que ver con Sonora? —cuestiona Karla.
—¡Muchísimo! Recuerda que fueron los obreros huelguistas de la Mina de Cananea, con la de Río Blanco, Veracruz, los primeros presos y mártires del porfirismo, cuyos nombres lucen, con letras de oro, en los Congresos federal y locales.
—¿Qué tal? —comenta Angélica—, por eso es muy importante estudiar la historia del derecho en México, ¿no, profe?
—En efecto. Estudiarlo, fíjense muy bien, desde: la condición y muchísima sangre derramada de los indígenas esclavos en la negra noche de 300 años de la Colonia, pasando por la guerra de independencia, la guerra de reforma, los 30 años del porfiriato, la revolución, la cristiada y la guerra al narcotráfico de los dos últimos sexenios. “El subsuelo mexicano huele a sangre”, comentó un día el filósofo y político oaxaqueño fundador de nuestra Universidad y autor de su Lema, “El saber de mis hijos hará mi grandeza”, José Vasconcelos.
—¡Ay qué tétrico, Doctor! —musita Sarahí—, ¿será para tanto?
—Dispénsenme que haga este recuento, pero son datos duros y evidencias que están consignados en enciclopedias y libros. Recuerden: la Historia es la gran Maestra de la vida; y como inmortalizó Benito Juárez, en su digna respuesta a Maximiliano, el 28 de mayo de 1864, desde Monterrey, escuchen: “Pero existe una cosa que no puede alcanzar ni la falsedad ni la perfidia y que es la tremenda sentencia de la historia. Ella nos juzgará”.
—¡Wow teacher! —exclama Valeria—, ¿en serio?
—En serio, Valeria. Esos hombres de la generación de la reforma sí eran varones de verdad y, como escribió Andrés Henestrosa: “Nacieron, vivieron y murieron desnudos”, a pesar que por sus manos y arcas públicas pasaron miles de pesos en oro, de aquellos tiempos.
—¡Qué lección de ética pública! —comenta Fernando—, incluso el expositor habló de ella, ¿verdad?
—Escuchaste muy bien, Fernando. Demandó una mínima moral laica, de lo que ha adolecido la histórica y desigual relación laboral y jurisdiccional entre las empresas y los obreros, en lo individual y en lo colectivo.
—¿Ahí nomás? —observa Ruby—.
—No Ruby. La inmoralidad es una triste condición humana de todos nosotros, de tooodos, incluyéndome. El reto es cómo reconocerlo con humildad, arrepentirnos y ponerle un alto, un hasta aquí, para tener la cara de exigirlo a los demás y, sobre todo, a la clase política y a los gobernantes, en cuyas manos hemos depositado las contribuciones fiscales, los préstamos y empréstitos y los planes y programas de infraestructura y obra pública.
—¿Un ejemplo concreto, maestro? —me reta Melany.
—¿Concreto? Uy, demasiados. Ahí va —les advierto—: el salario mínimo…
—Es una de sus cruzadas personales en su portal, ¿no? —recuerda Tadeo.
—En efecto. El conferencista admitió que es uno de los rezagos históricos de la revolución, de la Constitución Política, de la Ley Federal de Trabajo y de los gobiernos federales desde el primer Presidente constitucional sacrificado, Don Venustiano Carranza.
—¡¿Cómo así?!, exclama Abidan.
—Fíjense, en el art. 123 de la Constitución se dispone que “los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer la educación obligatoria de los hijos”.
—¿Y en cuánto se fijó para este año?
—En $80.04 diarios, $2,400.00 al mes.
—¡No puede ser! —casi grita Angélica—, es una violación constitucional, ¿no cree?
—Flagrante, pero es lo que determinó legalmente, y lo ha hecho desde siempre previas encuestas del costo de la canasta básica, la Comisión (tripartita) Nacional de los Salarios Mínimos. Dura lex, sed lex (la ley es dura, pero es la ley), dice el aforismo latino, por cierto el favorito de los déspotas.
—¡Pa´ su mecha! ¿Y alguien reclama? —exclama Cristóbal.
—Entre otros, el Colectivo Acción Ciudadana Frente a la Pobreza denuncia que, alrededor de 7 millones de mexicanos —14% de la fuerza laboral— perciben un salario mínimo o incluso menos de uno y más de la cuarta parte son los únicos perceptores de ingresos de sus hogares. Que prácticamente la mitad de ellos viven en el estado de México, Chiapas, Veracruz, Puebla, la CDM y Oaxaca.
—¿Tenemos tiempo de que nos explique la tan esperada reforma, maestro?—acota Casandra.

—Desafortunadamente no, Casandra. El tiempo se pasa volando, quizá deberemos dedicar otra clase para desglosarla. Ahora quise nada más rescatar y trasmitirles la filosofía y espíritu que anima esta reforma, que la inyectaron juristas de la talla del Maestro de América y exrector de la UNAM, Don Mario de la Cueva (autor de la Ley Federal del Trabajo de 1931 y de las reformas de 1970), de J. Jesús Castorena, Alberto Trueba Urbina, Jorge Trueba Barrera, Néstor de Buen y otros más, en los que mi generación abrevó en la Universidad, pero hoy infortunada e ingratamente olvidados, por la nueva ola de la globalización.
—Pero ¿qué nos recomienda, como estudiantes? —casi suplica Fernanda.
—Por lo pronto cursar, con pasión, Derecho del trabajo y mirar un excelente video de uno de los investigadores de moda de la UNAM, Dr. Miguel Carbonell, “La reforma constitucional en materia laboral”, basado en el DOF del pasado 24 de febrero.
—Qué buena sesión tuvimos, profesor, después de dos siglos de independencia nacional y uno de revolución y de la Constitución política, ya deben “ver la suya” los obreros, —exclama Fátima.
—Tú lo has dicho, Fátima, ¿ahora o nunca?