Sonora, estancada en movilidad urbana; El reto: encontrar nuevas opciones de transporte

Con la reciente alza a la tarifa del transporte público urbano, una vez más y de forma desquiciantemente cíclica, se ha abierto el debate, un debate que aborda los mismos tópicos desde hace al menos dos décadas y que parece incapaz de encontrar alternativas
Por Imanol Caneyada
La movilidad de los habitantes de una ciudad impacta en la calidad de vida de los mismos, en el desarrollo de ésta, en el medio ambiente y en su competitividad. Cómo se desplazan sus habitantes, cuánto tiempo invierten en el desplazamiento y la calidad de estos desplazamientos son factores que harán de una urbe un mejor o peor lugar para vivir.
En el caso de las ciudades más importantes de Sonora, los diseños de políticas públicas para la movilidad de sus habitantes están estancados y en veinte años han tenido escasas variaciones; la apuesta de los gobernantes, tanto a nivel municipal como estatal, ha sido la misma una y otra vez, a pesar de los fracasos continuos y el ambiente de corrupción e impunidad en que se desarrollan.

Con la reciente alza a la tarifa del transporte público urbano, una vez más y de forma desquiciantemente cíclica, se ha abierto el debate, un debate que aborda los mismos tópicos desde hace al menos dos décadas y que parece incapaz de encontrar alternativas.
La doctora Liz Ileana Rodríguez Gámez, maestra investigadora del Colegio de Sonora, ha señalado en repetidas ocasiones que “uno de los principales obstáculos para hacer frente a esta problemática es la falta de información sobre los patrones de movilidad de los residentes”, es decir, quienes diseñan las políticas públicas para la movilidad desconocen totalmente las necesidades de los habitantes en cuanto a sus desplazamientos, y toman decisiones basados en la improvisación y la ignorancia.
Según la académica del Colson en su ensayo “Demanda y provisión del transporte público”, las inconsistencias en el transporte público reflejan la falta de información y planeación del sistema de trasporte, tanto por parte del Gobierno del estado como de los concesionarios y constituye uno de los temas críticos que requiere directrices de investigación.
Transporte privado motorizado
En Sonora, el modelo de movilidad urbana sigue los lineamientos de Estados Unidos, es decir, la exaltación del transporte privado motorizado (el automóvil).
Lo anterior ha provocado que en ciudades como Hermosillo, Obregón o Nogales el tránsito vehicular haya aumentado considerablemente creando embotellamientos y, por consiguiente, una movilidad mucho más lenta y problemática.
Con la entrada masiva de autos “chocolate” al país, Hermosillo, para 2014, estaba ya entre los tres municipios con más automóviles per cápita de México según el INEGI.
Por el contrario, las vialidades de la ciudad, su calidad, rediseño y eficiencia no han crecido al ritmo de las exigencias del parque vehicular.
El resultado es que los desplazamientos que hace menos de una década requerían de quince minutos, ahora se han duplicado.
Además de ello, expertos en movilidad de todo el mundo se han cansado de señalar que no hay ciudad que resista un crecimiento vehicular tan acelerado como el que vivimos y que la apuesta a viaductos, dobles pisos, vías rápidas, pasos a desnivel y puentes termina siendo rebasada rápidamente, por lo que son soluciones a muy corto plazo.
El otro modelo de movilidad, el europeo, debido a las circunstancias de sus urbes, ha elegido desde hace quince años al menos restringir el uso del automóvil en favor de transportes alternativos.
Así, en ciudades como Barcelona, Ámsterdam, Londres, Estocolmo o París, desplazarse en automóvil implica costos muy altos, tanto monetarios como de tiempo. Han privilegiado los carriles para el transporte público y la bicicleta, reduciendo considerablemente los destinados al automóvil; además, en las zonas de mayor concentración poblacional, estacionar tiene un alto costo, por lo que la gente se la piensa dos veces antes de sacar el coche de casa.
Este modelo ha sido adoptado en la Ciudad de México desde hace doce años.
En Sonora, las altas temperaturas han sido el principal argumento para sostener la movilidad de sus ciudades en el uso del transporte privado motorizado; sin embargo, hay factores culturales y sociales que hacen que el sonorense promedio asocie la posesión de un automóvil con un cierto estatus y desdeñe transportes alternativos.
Ello se manifiesta en los peligros que debe enfrentar un ciclista, un peatón o un motorista a la hora de circular por las calles de las grandes ciudades sonorenses.
A lo anterior hay que sumarle la falta de diseños urbanos que contemplen y privilegien estas formas de movilidad.
El resultado, ciudades que tienden al caos y la inmovilidad.
Las alternativas

Durante estos días en que el transporte público urbano fue noticia por el alza de sus tarifas, las quejas, protestas e inconformidades de los usuarios reincidían en lo mismo: el servicio es malo y lento, no vale lo que cuesta.
Por su parte, los concesionarios han alegado que con el alza de los combustibles, el crecimiento de la demanda y las supuestas exigencias de calidad plasmadas en la Ley de Transporte, el costo del pasaje era casi el doble del existente, siete pesos.
La solución inmediata ha sido una vez más la del subsidio: 180 millones de pesos anuales repartidos entre las ciudades más grandes del estado.
Si nos vamos al pasado inmediato, vamos a encontrar que ante las mismas quejas y cuestionamientos se tomaron las mismas soluciones sin solucionar nada en realidad.
En días recientes, circuló un video del ex alcalde de Hermosillo y ex candidato a la gubernatura Javier Gándara abonando en el debate.
El político panista señala la corrupción histórica existente en el otorgamiento de las concesiones del transporte público, privilegiando los intereses grupales y políticos y no el de la ciudadanía.
Esta verdad de Perogrullo, sin embrago, no ha impedido que sexenio tras sexenio se siga dando.
Curiosamente, fue el propio Javier Gándara el que hizo de la construcción de un metrobús en Hermosillo una de sus propuestas de campaña que lo llevó a la presidencia municipal.
Ya en el ejercicio de su cargo, argumentó que antes de desarrollar este proyecto era necesario que se solucionaran los problemas con los concesionarios y modernizar el transporte urbano existente.
Cuatro años después de que terminara el trienio de Gándara, en 2016, la Dirección de Transporte del actual gobierno anunció que preparaba un proyecto de metrobús para Hermosillo, concretamente en el sur de la ciudad, una línea que uniera Pueblitos con el Parque Industrial.
El proyecto se desarrollaría durante el 2017; a siete meses de iniciado el año, no ha habido noticias del mismo.
El metrobús, por sus características, implica una mayor movilidad de usuarios y mayor rapidez, desahoga el desordenado tráfico de unidades de trasporte e impacta menos en el ambiente.
El proyecto, desde hace ocho años al menos, sigue siendo un proyecto detenido por los intereses de los concesionarios.
Hace menos de una década, Hermosillo empezó a vivir un auge del uso de la bicicleta sin precedentes. Surgieron asociaciones y clubs que volvieron muy popular el uso de un vehículo que hasta ese momento estaba asociado con obreros y albañiles.
En parte por este auge, la ciudadanía empezó a demandar la construcción de carriles exclusivos para bicicleta o ciclovías.
La respuesta en las administraciones de Javier Gándara, López Caballero y la actual ha sido tímida y mal planeada.
Según datos del Implan, únicamente el 6% de las vialidades en la capital del estado cuentan con una ciclovía.
Además, la mayoría de ellas se encuentran deterioradas e impracticables.
En ciudades como Guadalajara, Ciudad de México y Puebla, el programa sustentable de renta de bicicletas ha sido exitoso y se ha convertido en una alternativa de movilidad urbana sana y económica.
Otro de los sistemas públicos de transporte que ha permanecido en la inmovilidad por décadas en Sonora es el del taxi.
Prácticamente sufre de los mismos problemas que el transporte urbano: es caro, las unidades están en mal estado, ofrece un mal servicio y es inseguro.
A diferencia del resto de alternativas, la entrada de Uber en la capital del estado y en Ciudad Obregón ha sacudido las intocables estructuras existentes y la competencia ha provocado que el inmovilismo endémico del servicio de taxis salga del letargo.
La oposición violenta al Uber por parte de los taxistas, que aún prevalece, ha cedido poco a poco al hecho de que se planteen, al menos, al mejora de las unidades y el uso del taxímetro, el cual impide la arbitrariedad de un servicio que a veces roza con lo delincuencial.
Así las cosas, si bien hay una ciudadanía dispuesta a probar formas de movilidad alternativas, la incapacidad del sector gobernante para diseñar políticas públicas basadas en el conocimiento en la materia y los fuertes intereses de los concesionarios tienen a las grandes ciudades de Sonora atrapadas en la inmovilidad, tanto real como en el debate.
[slideshow_deploy id=’701619′]