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Sonora querida: ¿Tierra consentida?

La historia registra a Adolfo De la Huerta como un ex presidente de México con una sólida formación política y moral, pero es importante saber que también tenía su vena poética y musical

Por Bulmaro Pacheco

Sabemos de excelentes compositores sonorenses por la obra de varios de los más sonados de ellos: Antonio Valdez Herrera de Cócorit, Rosendo Montiel de Guaymas, Manuel Rodrigo “El Yaqui” de Vícam, Leonardo Yáñez “El Nano” de Cananea, Manuel Acuña de Cumpas, entre otros muchos —algunos por desgracia anónimos—. Los mencionados son los más conocidos y con las canciones más populares.

Nada más hay que echarle un ojo a algunas de sus clásicas: Esta tristeza mía, Con mis propias manos, Renunciación, Tu camino y el mío, Yo quiero ser, Si acaso vuelves, La yaquecita, Flor de capomo, ‘El Moro’ de Cumpas, El tío Juan, Desolación, Mis ojos me denuncian y Échale un cinco al piano, para darnos una idea de los éxitos obtenidos por el talento sonorense de los mencionados.

En el pasado, Rodolfo Campodónico de Hermosillo dio lustre con la composición de uno de los valses más grabados y recordados: Club Verde.

Las composiciones de los autores sonorenses quedaron para la posteridad y son un componente importante de cualquier celebración.

También hay canciones de origen sonorense, pero que nadie sabe quiénes las compusieron (autores anónimos): El corrido de Joaquín Murrieta, El cuervo y el escribano, Niño perdido, El novillo despuntado y la Cárcel de Cananea, entre las más famosas (Rascón Valencia).

Por años, la polémica ha dominado sobre la autoría de dos de las canciones que más fama le han dado a Sonora: La barca de Guaymas y Sonora querida. Se han inventado versiones, autores y leyendas en los dos casos. También se ha tratado de quedar bien —aun políticamente— atribuyendo la autoría de la Barca de Guaymas al padre de un expresidente de la República, pero según la DG de derechos de autor, nunca hubo constancia de ello y por ahora la canción permanece con autor anónimo.

En el caso de “Sonora Querida”, hay una amplia coincidencia entre historiadores e investigadores sobre la autoría del expresidente Felipe Adolfo De la Huerta Marcor. Hay elementos en la biografía de Don Adolfo que abonan en la certeza de esa autoría: Su gusto por la música, su cariño por Sonora y sus experiencias personales en la intensidad de su vida.

La personalidad de Don Adolfo incluye varias facetas. Era un año menor que Álvaro Obregón y cuatro que Plutarco Elías Calles. A diferencia de ellos, De la Huerta se fue temprano al exilio a los Estados Unidos. Tuvo una meteórica carrera política entre 1911 y 1923. Pasó 11 años fuera de México y al regresar en 1935 volvió al servicio público. No se hizo rico en el poder ni dejó grandes propiedades. Obregón murió en 1928, Elías Calles en 1945 y De la Huerta en 1955.

También hay otras razones: De la Huerta era una personalidad prolífica. Era contador privado, político, músico compositor y un hombre muy culto.

Vivió con intensidad la política, la administración pública y el exilio, y se nutrió de experiencias que le permitieron ver Sonora aquí y allá, de cerca y de lejos, con sentimientos encontrados, convicciones y nostalgias, y una visión más general nutrida por intensas experiencias personales.

La letra de su autoría revela amor por la tierra, una nostalgia profunda por encontrarse lejos —contra su voluntad—, conocimiento de la historia, relato de hechos que marcaron sus actuación y la nostalgia por un pronto regreso, que en su caso hubo de esperar varios años. El siglo XX mexicano registra el exilio político de varios de sus presidentes: Porfirio Díaz, Huerta, León de la Barra, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles.

Sonora Querida, tierra consentida de dicha y placer

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Adolfo de la Huerta, fotografía tomada en Julio de 1922, pertenece a colección de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Felipe Adolfo De la Huerta Marcor nació en Guaymas en 1881, era un asiduo concurrente a las veladas y tertulias culturales que se organizaban en el puerto. Ahí se tocaba piano, se leían poemas, se cantaba ópera y se bebía vino, champaña y coñac del que dejaban los barcos que seguido arribaban al puerto con cargamentos de jamón, aceitunas, queso y alimentos procedentes de Europa. Esas actividades culturales le dieron a Guaymas una importancia política y cultural como a pocas ciudades de Sonora.

De la Huerta le empezó a tomar sabor al Sonora real y diverso desde que accedió al Congreso como diputado local. Fue en la XIV Legislatura (1911-1913) que representó al V distrito de Guaymas.

Ahí decidió con su voto la victoria de Álvaro Obregón en las elecciones para presidente municipal de Huatabampo, impugnadas ante el Congreso por los zurbaranistas. Ellos se habían conocido en las frecuentes visitas de Obregón al puerto en su calidad de promotor comercial.

De la Huerta era un buen liberal. Había luchado a favor de Madero, se afilió temprano al anti reeleccionismo y acompañó a José María Maytorena en su lucha por el gobierno estatal. Siempre conciliador, siempre capaz.

Muy bien apoyado y con buenas ideas, fue gobernador de Sonora en dos ocasiones: provisional, del 16 de mayo de 1916 al 31 de agosto de 1917, y constitucional del 1 de septiembre de 1919 al 1 de septiembre de 1923. Se intercaló con Plutarco Elías Calles, que se desempeñó como gobernador y comandante militar de agosto de 1915 a mayo de 1916 y constitucional de septiembre de 1917 a agosto de 1919. Fueron los gobernadores que en muy poco tiempo le dieron gran impulso a la educación pública en Sonora.

A partir de su arribo al Congreso local, desarrolló una agitada carrera política que lo llevó al gobierno estatal, a la Secretaría de Gobernación, al Senado, al consulado de México en Nueva York, al gobierno de Sonora en dos ocasiones y a la Presidencia (entre junio y diciembre de 1920). Asumió la Secretaría de Hacienda en el gobierno de Álvaro Obregón y se rebeló en 1923, cuando Obregón optó por Calles para sucederlo en la presidencia.

En marzo de 1924 salió a los Estados Unidos para radicar en Los Ángeles, California; “Donde vivió honradamente de su trabajo como maestro de bel canto y siéndolo de extraordinaria habilidad, pronto tuvo más discípulos de los que podía atender. Ni el ex presidente ni sus familiares sufrieron estrecheces, ni pidieron ni recibieron auxilio de nadie” (p.317 de sus memorias).

Extraño tu suelo, y sufro mi anhelo, por volverte a ver

Once años tuvieron que pasar para que De la Huerta regresara a México. En los Estados Unidos coincidió con un conjunto de personajes políticos que por las mismas razones habían optado por el exilio, y sabían a lo que se exponían en caso de tratar de pisar suelo mexicano.

“Todo exilio provoca sentimientos tristes, nostálgicos, derrotistas, por la pérdida del poder y el alejamiento forzoso de familiares y amigos, así como de lugares y pertenencias apreciados” (García Diego).

Nogales frontera por donde quisiera a mi suelo volver y Sonora querida yo diera mi vida por volverte a ver. En los años del exilio, la vía más rápida para acceder desde los Estados Unidos al territorio sonorense era el ferrocarril hasta Tucson y de ahí a Nogales. La ruta Nogales-Guaymas fue la primera que se construyó en Sonora, en el gobierno de Porfirio Díaz.

Cuenta José María Maytorena que estando él en Los Ángeles en calidad de exiliado, se le ocurrió en 1925 viajar a la Ciudad de México a realizar algunos trámites, “intentando infructuosamente la devolución de los bienes de la testamentaria” y se le ocurrió también solicitarle audiencia al presidente Plutarco Elías Calles […] “pero la respuesta del presidente fue haber enviado al inspector de policía Roberto Cruz, quien había participado en la lucha con Maytorena (eran muy amigos). El mensaje de Calles fue muy claro: “¡Ese mismo día debía salir Maytorena de la Ciudad de México! No salió ese día, pero logró la autorización para permanecer una semana más.”

Pablo González, su amigo también en el exilio y enterado del suceso, le escribe a Maytorena: “Es doloroso y amargo indudablemente, vivir en este destierro, pero es mucho más doloroso y sangriento recibir humillaciones en la propia tierra de los elementos que en otros tiempos nos fueron subordinados y a quienes llegamos a otorgar distinguida consideración […] la humanidad es así, miserable y falaz (sic) y nosotros no tenemos más que resignarnos alentando fe y esperanza en un futuro próximo, seguros de que cuando el turno se llegue, entraremos nosotros para que salgan ellos”.

Al regreso de De la Huerta del exilio en 1935, el presidente Lázaro Cárdenas lo recibe en audiencia y lo nombra visitador de Consulados. Posteriormente sería Director de Pensiones, cargos que le respetaron los sucesivos presidentes de México. Al final de su vida se dedicó al periodismo en las publicaciones Horizonte y Nuevos Horizontes.

Cuando otra vez vea a mi Cananea, feliz yo seré…

Don Adolfo le tomó cariño a Cananea a partir del conflicto laboral minero, precursor importante del movimiento revolucionario de 1910. También cuando en sus dos períodos de gobernador de Sonora fue apoyado por las organizaciones políticas de ese combativo municipio, de donde surgieron importantes figuras políticas como Manuel M. Diéguez y Fructuoso Méndez, quienes posteriormente acompañarían a De la Huerta en la rebelión de una parte importante del ejército en 1924.

Aquél Bacatete, donde el 17 yo me pronuncié…

Las buenas relaciones de Don Adolfo con la tribu Yaqui las iniciaron sus abuelos Torcuato De la Huerta y Josefa Armenta. Ellos vivieron un tiempo en Pótam y desarrollaron una buena relación con las autoridades del resto de los pueblos. En 1917 De la Huerta era gobernador de Sonora y había iniciado en julio de 1916 un programa de pacificación con la tribu, derivado de un intenso trabajo desarrollado con los gobernadores Matus, Mori y Espinoza. Dice Don Adolfo: “Los Yaquis sabían que los principales personajes militares de la época eran partidarios de que siguiera la campaña hasta el total exterminio de la raza (sic) Yaqui”. Después de pacientes negociaciones, fue en 1917 que De la Huerta se pronuncia en los terrenos de la tribu por la “restitución de las tierras de las que eran legítimos propietarios». “El Señor De la Huerta comunicó a Don Venustiano las bases sobre las cuales había hecho la paz con los yaquis y fueron totalmente aprobadas por el jefe”.

Gracias a esas relaciones, en 1926 cuando los Yaquis bloquearon en Vícam el paso del tren que conducía a Álvaro Obregón de Hermosillo a Cajeme, no faltó quien culpara a De la Huerta del suceso.

Hay otras partes de la letra que reflejarían el estado de ánimo y la nostalgia. De la Huerta como gobernador, vivió en Hermosillo en una casa de dos pisos frente a la Cervecería de Sonora, —terrenos que ahora ocupan los poderes legislativo y judicial— donde a decir de los vecinos era frecuente por las noches escuchar su magnífica voz que entonaba canciones frente al piano, quizá de ahí se deriva la expresión: “Bonito Hermosillo, pueblito sencillo en donde viví y Las noches aquellas, tan claras y bellas que están siempre en mi”.

La historia registra a De la Huerta como un ex presidente de México con una sólida formación política y moral. Como un personaje honrado y conciliador para los tiempos turbulentos que le tocó vivir. Importante saber que también tenía su vena poética y musical, un componente muy importante para la salud física y espiritual del político. Murió en 1955 y sus restos descansan en el Panteón Francés de San Joaquín de la Ciudad de México.

bulmarop@gmail.com