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Tengo a Sergio Mayer que me sube y me baja, ay…

Más allá de si Garibaldi es o no cultura, no podemos desdeñar la función social y política que tenía esta clase de entretenimiento en esa época, con la entonces todopoderosa Televisa creando productos basura para idiotizar a la gente

Por Imanol Caneyada

La polémica está servida. Una polémica sabrosa, de la que nos gusta tanto a los mexicanos: ¿debe el diputado Sergio Mayer presidir la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados?

La palabra cultura tiene un peso inmenso en nuestro imaginario. Es solemne, seria, pomposa, engolada, fatua, granítica; al mismo tiempo es ignorada, silenciada, vilipendiada, borrada del mapa social pero, sobre todo, confusa, muy confusa.

Por todo ello, los legisladores han enfrentado una ola de críticas en estos últimos días, primero, cuando le dieron al Partido Encuentro Social esta comisión que en términos parlamentarios se considera migajas, premio de consolación, y posteriormente, para enmendar la plana, terminaron por nombrar al ex integrante del grupo Garibaldi y productor y actor de “Solo para mujeres”, entre otras muchas cosas.

Los amantes de las conspiraciones han llegado al punto de asegurar que lo del PES era una estrategia para que a la hora de nombrar a Mayer no se hiciera tanto escándalo.

Como sea, en la plataforma Change.org circula una carta firmada por alrededor de siete mil artistas, académicos y promotores culturales de todo el país dirigida al presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara, Mario Delgado, solicitando rectificar la decisión.

La carta lleva por título “La Cuarta Transformación necesita a los mejores perfiles en cultura”.

Como siempre que se habla de cultura, la ausencia de una definición precisa que permita incluirla en un campo semántico enloda el debate.

De tal suerte que, en defensa de Mayer, Jaime Morales, integrante del próximo gabinete de la jefa de la ciudad, Claudia Sheinbaum, afirmó en su cuenta de Twitter que la televisión también es cultura.

Otras voces cercanas al actor y productor lo han definido como un ciudadano comprometido, sensible y dispuesto a trabajar para que la cultura llegue a los más marginados del país.

Pero Sergio Mayer es el mismo que no hace mucho declaró que con el salario de diputado que quedaría después de los recortes, no podría sostener su nivel de vida, por lo que seguiría trabajando en la televisión en los periodos de descanso.

En un país en el que el salario mínimo es de ochenta pesos al día, afirmar lo anterior no lo convierte precisamente en alguien muy sensible. ¿Qué tren de vida lleva el presidente de la Comisión de Cultura que no le alcanza con 90 mil pesos al mes, sueldo aproximado que les quedó a los diputados después de los recortes por austeridad?

Es difícil, ante las promesas de la Cuarta Transformación, olvidar a Sergio Mayer vestido de mariachi sexy cantando “Tengo una bolita que me sube y me baja, ay, que me sube y me baja”. Más allá de si Garibaldi es o no cultura (que no lo es), no podemos desdeñar la función social y política que tenía esta clase de entretenimiento en esa época, con la entonces todopoderosa Televisa creando productos basura para idiotizar a la gente. El grupo Garibaldi era parte de una estrategia que durante décadas funcionó perfectamente en este país, la de crear a través de la televisión un discurso ideológico hueco, despolitizado, plagado de falsos valores que construían en el imaginario colectivo una sociedad inexistente.

¿Con qué bagaje personal, ideológico y profesional impulsará Sergio Mayer desde la presidencia de la comisión políticas públicas para el urgentísimo acceso de la mayoría de los mexicanos al derecho a la cultura?

Tal vez, si la Cámara de diputados no rectifica, Sergio Mayer, a pesar de no ser Sócrates, con el tiempo nos calle la boca, está por verse.

He aquí un extracto de la carta firmada por miles de inconformes que, en buena medida, resume su postura:

Por ello es indispensable que quien tome decisiones relacionadas con los proyectos culturales a nivel nacional sea alguien que comprenda los procesos creativos implícitos en la manifestación artística, pero sobre todo, que entienda, gracias a su propia experiencia, que la creación y la divulgación de la cultura es inherente al desarrollo social, histórico y político de un país y sus diversas comunidades, y que su fin primordial no se concentra en entretener o divertir a las masas, sino en otorgar herramientas para promover un pensamiento y una relación sensorial con el mundo cotidiano en busca de visiones críticas y reflexivas sobre la realidad y la manera en que podemos transformarla…      

La pregunta que queda en el aire, como lo señaló el escritor Julián Herbert en su cuenta de Twitter, es si para la facción de Morena en el Congreso la cultura tiene el mismo valor que lo ha tenido hasta ahora, es decir, un adorno intrascendente, migajas legislativas, un requisito nada más.