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Vacía ébola las calles en Sierra Leona

Bajo un cielo plomizo que amenaza lluvia, Freetown se despereza como una ciudad fantasma. Las calles de la capital de Sierra Leona están vacías, peatones solitarios deambulan aquí y allá.

No se ve ni un solo vehículo privado. Sólo los coches de las ONG, los servicios médicos y los militares transitan a toda velocidad.

El Presidente de Sierra Leona, Ernest Bai Koroma, declaró el lunes una jornada de reflexión y oración ante el virus del ébola. Y todos se lo han tomado muy en serio.

Este país va adquiriendo poco a poco conciencia de la amenaza a la que se enfrenta. Con 646 casos registrados desde abril y 273 muertos, no es para menos.

En el aeropuerto, un médico recibe a todos los pasajeros con un termómetro. Antes hay que lavarse las manos con agua clorada.

Esta es la imagen que más se repite en la ciudad, cubetas de agua para lavarse las manos en las puertas de bancos, tiendas, oficinas de la Administración, hoteles.

Y gente desinfectando con pequeñas sulfatadoras que portan en sus espaldas. El miedo va en aumento.

En el último mes se ha detectado una decena de casos en Freetown, entre ellos dos personas muertas, y las autoridades sanitarias temen que lo peor puede estar por llegar, que las cadenas de transmisión estén ocultas y que habrá más casos.

Mariama Fofana es de las pocas que se atreve a salir.

«Nadie dice las cosas como son, mucha gente comenta que hay casas enteras en cuarentena. ¿Dónde están? ¿Por qué no informan bien?», se lamenta esta mujer de 43 años.

«Puedes estar hablando con alguien y ni siquiera saber que está enfermo».

Estos días de ébola se estrechan pocas manos en Sierra Leona, se va imponiendo poco a poco el saludo a mano alzada o el choque de codos, sobre todo entre el personal sanitario. Y el sistema de salud se reorganiza lentamente para hacer frente a este desafío enorme.

La muerte a causa del ébola de Umar Khan, el médico que estaba al frente de la atención a los pacientes de esta enfermedad, ha sido un auténtico toque de atención para todos.

La mayor parte del personal que trabajaba con él en el hospital de Kenema, en el interior del país, donde la enfermedad golpea con fuerza, ha abandonado su puesto de trabajo. Temen correr la misma suerte.

Un equipo de la Cruz Roja Internacional aterrizaba el lunes en Freetown con la intención de partir el martes hacia Kenema y montar allí un gran hospital específico para el ébola.

En el barrio de Aberdeen, Umaru Mohamed desafía a la reflexión ordenada por el Presidente y vende tarjetas de teléfono.

«Tenemos que vivir, todo no se puede parar por el ébola. Hay algo que huele mal en todo esto, no lo acabo de creer», dice.

Este es el reto de las autoridades sanitarias, concientizar a la gente de que el ébola, que para muchos es algo aún lejano o que ven en los periódicos, es real y puede aparecer cualquier momento.

Y, sobre todo, que al menor síntoma hay que ir al hospital.

«La mayor parte de la población acude al médico tradicional, no se fían. Otros huyen cuando ya están diagnosticados, esto agrava las cosas», explica Pino González, enfermera española de Médicos del Mundo, que está desarrollando un programa de sensibilización en el interior del país.

Una posible amenaza mundial

El Comité de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) discutirá mañana y el jueves sobre la situación del Ébola en Africa Occidental y dictaminará si el brote constituye una amenaza para la salud pública internacional, confirmó su portavoz, Tarik Jasarevic.

El vocero explicó que si el comité así lo considera, emitirá sus recomendaciones sobre las medidas que se deben toma para reducir la propagación de la enfermedad a otros países.

Según la organización, la cepa del virus es la más letal de la historia y la epidemia de la enfermedad es la más grande jamás registrada.

EL PAÍS