El correo, desde las diligencias hasta el e-mail
Corría el año 1834, el cartero temprano en la mañana salía a entregar las estafetas. Rápidas diligencias tiradas por seis briosos corceles, transportaban pasajeros. Eran indios yaquis los conductores
Por Enrique “Kiki” Vega Galindo
En 1914. Lomos de adiestradas bestias. Arados de punta de fierro, azadones, palas, horquillas, guarniciones, bestias de tiro. Monedas de oro y plata. La raya para los peones. Alforjas repletas de dinero. Vacas, siembras y haciendas. El camino real de la Iglesia Vieja. Por el camino los pasajeros cantando y silbando disfrutando el paisaje. La agreste montaña tupida de mezquites, palo fierro y bachatas. Cobijo de pájaros de mil clases y de animales de uña que parecen vigilar el mundo. Magueyes, pitahayas, y saguaros. Carrizales como murallas de esplendor verdoso, recreándose en las aguas de la acequia. A todo lo largo del río el aleluya de los peces.
En la Posta, chinos vendiendo cigarros retorcidos. Convoyes de cuatro carretas repletas de sandias. Lonches de virote con aceitunas y queso. Mujeres, hombres y niños, con botes repletos de tamales a la lumbre. Frutas de horno, dulces, gorditas, enchiladas, burros de machaca, tacos de tripa asada bañadas en salsa borracha. Guitarreros cantando. Vasos de cerveza a 5 centavos. El buqué de los excusados olorosos a orines y excremento. Peste de hediondas axilas sudorosas. Escándalos y gritos de mujeres pirujas. Niños zurrados llorando y mamándole las chichis a su Madre y bañándoselas con el líquido viscoso y pegajoso de sus mocos. Eructo de un iracundo comensal con olor a ajo y cebolla. Uno que otro pedo en el espacio. La parada de diligencias, el encuentro esperado de la pareja enamorada. Los cocheros contentos porque sus carruajes esta alquilados.
De Ures a Zamora y de allí a Hermosillo, el camino repleto de jacales, corrales con chivas, vacas y gallinas. Herreros, carroceros. Pastura y granos. Piso cuajado de boñiga. Ceibas y el Panteón de San Antonio. La vereda pasa por Las Pilas.
Hermosillo sinónimo de odio y muerte. El cartero temprano en la mañana sale a entregar las estafetas. Corre el año de 1834, las estafetas salían enviadas en rápidas y veloces diligencias tiradas por seis briosos corceles, transportaban pasajeros. Eran indios yaquis los conductores. El Correo estaba ubicado en una vieja construcción de adobe en lo que se conocía como La Iglesia Vieja (Santísima Trinidad del Pitic, hoy vaso de la Presa Abelardo L. Rodríguez).
En 1837, fue el encargado de esta Oficina Postal Don Gabriel Ortiz. En 1847, lo fue Don Francisco Escoboza. En 1877, lo fue Don José A. Varela. Salían las diligencias desde este punto y al llegar a Los Arrieros hacían el cambio de bestias, y con ellas llegaban hasta el Puerto de Guaymas. Otra bajaba de La Colorada, siguiendo la misma ruta.
El día 12 de Julio de 1880 se firmó un convenio para el traslado de correspondencia en las diligencias que procedían de Ures. Firmaron el contrato los señores: Mario Velasco y Manuel Enciso propietarios del Sistema de Transporte de Diligencias de Ures. Las salidas desde este punto eran los días: Lunes, Miércoles y Viernes, con regreso los días: Martes, Jueves y Sábados. El Correo les pagaba una renta mensual de $ 80.00 pesos oro.
El Señor Juan Moreno firmó un convenio con el Correo por un viaje que duraba seis días, y le pagaban al mes $150.00 pesos oro de renta mensual. Esta diligencia hacía el siguiente recorrido: Agua Mora, Pozo de Crisanto, Cúmaro, Baja Jito, Santa Ana, Santa Martha, San Lorenzo, Magdalena, Terrenate, La Mesa, La Viguita, Agua Caliente, La Casita, El Sibuta, Agua Zarca y Monumento.
La diligencia era el comedero de chismes, y el transporte de las noticias de boca en boca, que al final eran mentiras. El recorrido era largo, lo que servía para que los pasajeros con tanto ajetreo y rempujones del amor echaran sus flores, terminaran besándose y acariciándose en el trayecto.
El 16 de Junio de 1883, Don Manuel España, Administrador de la Oficina de Correos, abrió la ruta de El Pitic a Ures. El 20 de Febrero de 1888, el Administrador de la Oficina de Correos lo fue Don José María Prieto, quien cambió las oficinas ubicadas en la esquina de las Calles Yáñez y Garmendia, hacia la Calle Serdán donde antes se ubicó el Banco de Londres. Formalmente el día 20 de Septiembre de 1897, se nombró como su nuevo Administrador a Don Rodolfo Tapia. De las flamantes, nuevas y lustrosas oficinas a las que se denominó: Administración de Correos de la Calle Serdán. Ese mismo año firmaron un convenio para pagarle a Don Francisco Becerril, vecino y nativo de Villa de Seris, un peso con cincuenta centavos, plata maciza, para que diariamente recorriera y recogiera en su carruaje la Ruta del Correo de Villa de Seris, con rumbo hacia El Ranchito, de ahí a la Estación del Ferrocarril y terminar su recorrido en la Oficina de la Calle Serdán.
Para ese año El Correo ofrecía los siguientes servicios: Vales y Giros Postales, correo hacia la Ciudad de México, pertenecía a la Unión Postal Universal, hacia envíos de Primera Clase, y de Segunda Clase, recibía periódicos y revistas, todo tipo de impresos, muestras y catálogos comerciales, y el envió y recibimiento de paquetería y bultos de todo tamaño.
En 1905, se presentó un conflicto de intereses y ubicó temporalmente en un terreno, donde después estaría la famosa y popular Cantina “La Bohemia”. En 1913, Don Ramón Corral tomó las riendas de la Administración de Correos y la instaló en Palacio de Gobierno. En el año de 1917, después de la trifulca de la Revolución Mexicana, Don Rodolfo de la Huerta se hizo cargo de la Administración de Correos de Hermosillo.
En 1926, le pasó la Administración a Don Antonio Haro. En 1928, se encargaba de Administrar esta Oficina de Correos Don Eliseo Armenta y era a su vez el encargado de transportar el Correo en Diligencia que corría desde el Puerto de Guaymas hasta Nogales.
En el año de 1929, al no ponerse de acuerdo el Congreso Constituyente de Sonora, sobre quién y dónde se ubicaría la nueva Oficina Administrativa de Correos Nacionales, le fue entregado el Sistema Postal a Don Luis Maldonado Valenzuela, hombre distinguido nativo de Villa de Seris y además propietario de una Compañía de Diligencias, quien ubicó las Oficinas de Correo en el Palacio Municipal de Villa de Seris. Quedando asentadas en este histórico edificio: La Dirección General de Correos, nombrándose como su Administrador al Señor Francisco Félix Serrano (nativo de Villa de Seris). A su vez firmaron un convenio con La Wells Fargo de Arizona, para el envío de correo y pasajeros desde el Puerto de Guaymas hasta Tucson, Arizona.
La parada o posta para estas diligencias fue único en la residencia de Don Chiquillo Moreno (Hoy Casona de Los Durazo). Allí estuvo el Correo en el periodo de Don Ignacio Soto. Con la llegada al poder del Gobierno de Sonora Don Álvaro Obregón Tapia, quien gobernó desde el Primero de Septiembre de 1955, hasta el 31 de Agosto de 1961, se realizaron algunos cambios administrativos regresando las oficinas de correos al antiguo edificio de la Avenida Serdán con esquina Avenida Rosales.
En la actualidad las Oficinas de Correos están tiradas totalmente al abandono. Las grandes potencias económicas, financieras e industriales, basan su poderío en el Sistema de Servicio Postal y de Correos. En México, entre luchas sindicales y la falta de interés de nuestros representantes políticos, las oficinas de correos se han convertido en basureros. Las concesiones para el envió de correspondencia y paquetería, han pasado a manos de particulares apoyados por algún influyente y potentado político.
Nuestro Sistema Postal Mexicano es totalmente obsoleto, es más, podemos afirmar, que ya no existe. Que forma parte de nuestro pasado histórico. Si a esta situación anárquica le agregamos el ciber espacio y las redes sociales, se ha perdido el contacto humano. Nos quedamos en lo referente a las comunicaciones en la época arcaica. Ya no escribimos cartas, ni enviamos tarjetas postales, ni tarjetas navideñas.
Antes ir al Correo era una ilusión, el momento esperado. La pimienta molida que le daba sabor a nuestra existencia. Qué decir de aquellos hermosos y enormes yucatecos que nos cobijaban con su sombra, para bolearnos los zapatos. Ver pasar a las elegantes y hermosas muchachas, bien vestidas y contoneando su femenil figura, para deleitar nuestra vista con su silueta, dirigiendo sus pasos con rumbo a sus trabajos. Los vendedores de figuras de mezquite y palo fierro. El ajetreo. El chisme. Los gritos. Las rechiflas. El Correo era el punto de reunión de chachareros que vendían periódicos y revistas, sobres, tarjetas postales, hojas, plumas, llenar los giros postales, escribir telegramas, fritangas, tacos, hot-dogs, aguas de chía, limonada, horchata, fruta picada, mesitas con dulces, chicles, cigarros, café, pan de dulce, tamales, en fin una vendimia generalizada.
Pero, como han pasado los años, y no se nos borra de la mente, ni el olor a la correspondencia, la goma de las estampillas, el ruido de las clasificadoras, el ir y venir de la gente presurosa. Los amigos. Y por supuesto los vendedores que lo que menos tenían era higiene.
El Autor es: Sociólogo, Historiador, Escritor e Investigador.
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