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Bombardeo a Hermosillo en 1929

“El Molino empezaba a trabajar a las 10 de la mañana, al ritmo que sonaba el reloj, tan, tan, tan, tan despacio, se empezaron a escuchar las ametralladoras y luego las bombas cayeron en la estación”

Por Héctor Rodríguez Espinoza

La muerte de mi padre. El hecho más triste de mi época de estudiante de la secundaria fue cuando, el 15 de abril de 1958, durante el curso del tercer año, y después de un penoso y largo quebranto de salud, atendido esforzadamente por los doctores especialistas Gastón Madrid, Ramón Ángel Amante y Moisés Canale Rodríguez, murió mi padre, a la edad de 64 años.

Especial confianza tenía mi papá —lo trasmitía a su familia— en el Dr. Ramón Ángel Amante, médico familiar que lo visitaba a domicilio.

Es importante aquí citar un relato suyo que recreaba con mi papá, sobre interesante vivencia de niñez:

El Imparcial, el 28 de abril del 2002, Luz B. Arredondo publicó:

“Vivió Hermosillo domingo trágico”.

“Un domingo como hoy, 28 de abril, pero de 1929 ocurrió en la Capital del Estado una tragedia que pocos conocen, especialmente historiadores y académicos.

Serían como las diez de la mañana y de repente entraron a Hermosillo cinco avioncitos, chiquitos; los encabezaba un avioncito colorado que manejaba Pablo Sidar, era un piloto muy famoso en ese entonces”, señala Ramón Ángel Amante Echeverría.

Los recuerdos de la etapa posterior al asesinato del Álvaro Obregón cuando había sido electo Presidente de la República por segunda ocasión, vienen a la mente del hijo de Ángel Amante e Ignacia Echeverría, quien vivió en carne propia el primer y único bombardeo aéreo que ha sufrido Hermosillo.

El tiempo, 73 años de distancia, ha borrado la historia de la memoria de los hermosillenses; muchos testigos ya han muerto y los recuerdos en otros ya son inciertos.

Antigua estación de ferrocarril en Hermosillo.
Antigua estación de ferrocarril en Hermosillo.

Para el doctor Ramón Ángel Amante, de 82 años, las expresiones de asombro, dolor, perplejidad y coraje de la comunidad hermosillense siguen tan frescas como ese domingo.

Dos años antes, su mamá, la profesora Nachita E. de Amante, “doña Nachita”, había abierto un internado en el antiguo edificio del Banco de México, en ese entonces ubicado en la esquina Noroeste de las calles Porfirio Díaz y Tampico, ahora Garmendia y Obregón, donde está el bar “El Gran Taco”.

Su papá, Ángel Amante, hubiera sido jefe de Telégrafos y Comunicaciones de la República si a Obregón no lo hubieran matado, por ello se unió a las fuerzas Renovadoras, un movimiento militar opositor al Callismo que se gestó y promulgó en la capital del Estado como el “Plan Hermosillo”.

En el también llamado movimiento “Escobarista” ya que lo dirigía militarmente el general José Gonzalo Escobar, también participó el entonces gobernador del Estado Fausto Topete, quien se dice había huido días antes del bombardeo, pero él afirmó haberse quedado hasta ese momento.

El sábado, Ángel Amante partió hacia Los Ángeles, California, para salvarse de la “venganza” del general Plutarco Elías Calles quien había tomado las riendas del Ejército Mexicano para acabar con los rebeldes.

Como era domingo, los niños del internado, incluyendo a Ramón Ángel, fueron enviados al Cine Noriega, pero esa mañana había llegado un tren con tropas rebeldes al Gobierno federal, así que se desviaron a la estación del ferrocarril, que entonces se ubicaba frente al Molino Harinero “El Hermosillense”.

“Mi mamá nos dio 20 pesos, no me acuerdo qué película estaban pasando, pero preferimos ir a ver a los soldados porque mi papá se había ido un día antes, desterrado”, cuenta.

Repentinamente en el cielo de Hermosillo aparecieron los aviones Corsairs 02U-2M recién adquiridos por el presidente Emilio Portes Gil al Gobierno estadounidense para combatir a los “Escobaristas”.

“El Molino empezaba a trabajar a las 10 de la mañana, al ritmo que sonaba el reloj, tan, tan, tan, tan despacio, se empezaron a escuchar las ametralladoras y luego las bombas cayeron en la estación”, recuerda.

No sólo en la estación de ferrocarril sino en los patios de residencias, en el Molino, en el Cuartel del Catorce, en las calles, fueron cayendo las bombas.

Inmediatamente el grupo de niños, hermosillenses que estaban en los alrededores, vecinos y rebeldes empezaron a correr generándose un caos.

“Tiraban las bombitas a mano (los copilotos) y a veces explotaban y otras no; una de esas bombas le cayó a un señor yugoslavo que vivía aquí y vendía naranjas en la calle Monterrey; le cayó en la cabeza y lo mató con todo y caballo”.

El inmigrante yugoslavo era George Rafaelovich quien se encontraba en el carruaje que utilizaba para trasladar su mercancía cuando empezó el bombardeo.

Los niños corrieron por la calle Juárez y tras de ellos el avioncito colorado que piloteaba quien fuera novio de la hija menor del general Calles.

“Venía un señor (Miguel) Norzagaray junto con nosotros; donde estaba Tapia Hermanos por la calle Juárez se ‘durmió’ el amigo, yo no sé, pero se volteó, total que nos venía siguiendo Pablo Sidar, y los balazos le dieron en el pecho”, indica.

De la impresión el artesano se sentó y vomitó, recuerda puntualmente, después cayó hacia atrás muerto mientras los niños seguían corriendo buscando refugio sin que el piloto dejara de seguirlos.

“Di vuelta en una esquina, no sé si en la Serdán o la Campeche y entramos por el Mercado y el avioncito de Pablo Sidar detrás de nosotros, detrás de la gente, ni ahí nos dejó en paz porque en el techo de lámina del mercado se oían los disparos”, dice pausadamente.

Los sentimientos del niño que fue después, en el periodo 1976-1979, Presidente Municipal de Hermosillo eran de impotencia, “qué ganas de tener más años para poner salir a pelear”, expresa tras un suspiro.

A pesar de que algunos soldados rebeldes se defendieron, igual que militares del Cuartel del Catorce de Guerrero y Colosio, así como civiles que salieron a disparar a las naves del Ejército que tuvieron que volar bajo, el saldo para los bombarderos fue blanco, no así para el de la comunidad hermosillense que perdió a cuatro de sus residentes.

Las diferencias. En la escasa bibliografía que hay sobre el tema no se señala el nombre de los otras dos personas y hay diferencias sobre la hora de inicio del bombardeo así como de sus características.

Don Gilberto Escobosa Gámez

El cronista de Hermosillo, Gilberto Escobosa Gámez, sostiene que hay dos versiones, que hubo rebeldes que dispararon primero y que por otro lado se dice que había órdenes precisas a los pilotos de abrir fuego.

Lo cierto es que el 7 de abril, según el periódico “El Pueblo” en su edición 1301 informa de la muerte de dos aviadores en Naco en una acción similar que nunca quedó clarificada.

Amante Echeverría señala que cuando mucho los balazos duraron diez minutos, para entonces llegó al internado junto con los otros niños José Gutiérrez García, Mario Gámez Holguín y Jesús Torres Aguayo y le dijeron a “doña Nachita” que los militares les habían disparado.

—¿Los vieron entrar aquí? —preguntó la maestra.

—No, no nos vieron —recuerda el doctor Amante haber contestado mientras el avión de Sidar daba vuelta por el Cerro de La Campana y cuando veía gente en la calle tiraba “cuatro o cinco balazos.

“Entonces pusimos en los techos unas cruces con sábanas blancas y nos fuimos a vivir fuera de Hermosillo, a Villa de Seris a la casa de don Espiridión Almada que tenía una huerta de higos y de naranjas que era el único lugar donde cabíamos las 50 o 60 personas que tenía mi mamá, cuenta.

El 11 de mayo de 1930, Pablo Sidar murió mientras intentaba lograr la hazaña de volar sin escalas desde México hasta Argentina, sin que el pueblo hermosillense sufriera por su partida.

Los tiempos que siguieron al bombardeo fueron duros para la familia Amante Echeverría y el pueblo, el padre desterrado y las autoridades habían salido del país, mientras las fuerzas militares callistas recobraban el poder.

Según Amante Echeverría fue el 5 de mayo cuando ya de regreso en Hermosillo, presenciaron el ingreso de las tropas del general Calles; el diario local “El Pueblo” publicó el 3 de mayo la noticia que un día antes, 6 mil caballos con sus jinetes pasearon triunfantes por el lugar donde se creó el “Plan Hermosillo”.

El diario “El Pueblo”, propiedad de Israel González, no publicó la noticia ya que desde el 27 de abril había sido incautado por el Gobierno del Estado y no volvió a salir hasta el 2 de mayo de 1929, como consta en los ejemplares de la época en poder de la Hemeroteca de la Universidad de Sonora.

La edición del día se centró en noticias de Lázaro Cárdenas, de Manuel Ávila Camacho y del general Calles y en una dura editorial contra los rebeldes.

Meses después la noticia era la conformación del Partido Nacional Revolucionario el cual se dio por terminada la época de rebeliones y cuartelazos.

El señor Amante siguió durante un año más exiliado, hasta que doña Nachita fue a hablar con Plutarco Elías Calles.

“General, tienen a mi esposo desterrado en Los Ángeles y él no hizo más de lo que hubiera hecho usted —se le quedó viendo e insistió—: ¿Qué hubiera hecho usted?… No, pues hubiera seguido a mi jefe, fue la respuesta de Calles”, apunta Ramón Ángel Amante.

    

Fuentes: Memorias del VI Simposio de Historia y Hermosillo en mi Memoria, ambos de Gilberto Escobosa Gámez; ejemplares del mes de marzo de 1929 del diario El Pueblo, disponibles en la Hemeroteca de la Universidad de Sonora; Historia General de Sonora”.