GeneralPrincipales

Pedro Padierna, los Tazos y la Generación que se volvió adicta al plástico redondo 

La Historia que Sabritas no te contó

 

Por Alberto Moreno 

Nadie lo vio venir. Ni los sociólogos, ni los mercadólogos, ni mucho menos las mamás mexicanas.

Pero de pronto, a mediados de los noventa, cientos de miles de niños, pubertos y hasta uno que otro adulto estaban revolviendo bolsas de papas como arqueólogos hambrientos de poder. ¿La razón? Un disco de plástico con un dibujo impreso: el tazo.

Los tazos no eran juguetes. Eran símbolo de estatus. Moneda de cambio. Amuletos de poder.

Y detrás del fenómeno, un nombre que no aparece en los libros de historia pero debería: Pedro Padierna.

 

¿Quién es Pedro Padierna y por qué deberías conocerlo?

Pedro Padierna fue el CEO de Sabritas y más adelante presidente de PepsiCo México. Pero antes de que su nombre adornara tarjetas de presentación elegantes, fue el artífice de una de las campañas de marketing más brutales, adictivas y emocionalmente poderosas que haya vivido México: la introducción de los tazos.

¿Ideas millonarias? Hay muchas.

¿Ideas que se vuelven parte del ADN de una generación? Muy pocas.

Los tazos fueron una de ellas.

 

Los tazos eran el alma de las papas

Si eres generación noventera o inicios de los 2000, sabes perfectamente de qué hablo.

Ibas por unas Ruffles o unas Doritos no por el sabor, sino por el tazo. Y si te salía repetido, te ardías.

Había niños que abrían la bolsa en la tiendita y si el tazo no les gustaba, dejaban las papas.

(Sí, así de enferma estaba la adicción).

Cada serie era una droga distinta. Los Looney Tunes iniciaron la fiebre. Luego Pokémon desató la locura. Y después vinieron los metálicos, los 3D, los giratazos, los megatazos, los mastertazos… ¡Una orgía de plástico coleccionable!

¿El resultado? Millones de bolsas vendidas. Pero sobre todo: millones de infancias marcadas.

 

El marketing del deseo: ¿genialidad o manipulación?

Padierna entendió algo que hoy pocos ejecutivos comprenden:

No vendes papas. Vendes sueños. Vendes pertenencia. Vendes la sensación de que si no tienes el tazo que todos quieren, no existes.

Su equipo no necesitó campañas de influencers ni algoritmos. Bastó con que un niño sacara un tazo brillante edición limitada y lo mostrara como si fuera el Santo Grial para que se desatara la histeria en las primarias de todo el país.

Y sí, la mercadotecnia funcionó como un virus.

Sabritas no solo vendía botanas. Vendía mini dosis de felicidad, competencia, frustración y triunfo envueltas en plástico salado.

Y eso, aunque algunos digan que fue una manipulación emocional a menores de edad, fue una obra maestra del capitalismo cultural.

 

Testimonios de guerra: los recreos eran arenas de batalla

“Yo llegué a perder mi colección completa en un tazo de reto. Casi lloro. No, sí lloré.”

— Luis Carlos, 34 años, Hermosillo.

“Yo me robé un tazo holográfico de mi primo. A la fecha no se lo digo.”

— Martha, 36 años, Guadalajara.

“Jugábamos con una regla: el que tazo golpeaba el otro, se lo quedaba. Vi amistades romperse por eso.”

— Anónimo (porque todavía tiene enemigos por eso).

 

¿Por qué los tazos aún importan?

Porque son una cápsula del tiempo emocional.

Porque hablan de una época donde el coleccionismo no era digital, era físico, táctil y muchas veces doloroso.

Porque enseñaron de manera brutal lo que es perder, ganar, intercambiar, negociar, apostar.

Y porque detrás de cada colección hay una historia.

Tú también tienes la tuya. Lo sabes. Ese momento donde encontraste el tazo que te faltaba y sentiste que el universo se alineaba. O cuando se te cayó al excusado uno brillante y tuviste que tomar una decisión de vida o muerte.

(Sí, varios metimos la mano.)

Pedro Padierna no es recordado como Steve Jobs.

No sale en documentales de Netflix sobre “genios del consumo”.

Pero creó un universo simbólico que sigue vivo en la memoria colectiva de millones de latinoamericanos.

No fue solo una campaña. Fue una identidad generacional.

Y como toda buena historia de infancia, empezó con algo simple, absurdo y perfecto: una papa, una sorpresa… y un deseo redondo de pertenecer.

¿Y tú? ¿Jugabas o solo los coleccionabas? Cuéntalo. Que tu historia también vale oro. O mínimo un megatazo brillante.

*www.Facebook.com/AlbertoMorenoMarcaPersonal