DestacadaGeneral

Fausto Ibarra, un homenaje a su sonrisa

Por Imanol Caneyada/

Colegas y amigos, que en este caso es lo mismo, lo recuerdan a propósito de la exposición retrospectiva de su trabajo que se inauguró en Fotoseptiembre

Conocí a Fausto Ibarra en agosto de 2007. En ese entonces yo colaboraba en el suplemento cultural “Perfiles” de El Imparcial. Me encontraba entrevistando a un escritor local (si la memoria no me falla, a Manuel Llanes) en el desaparecido VIPS del bulevar Rosales.

Entró cargado de cámaras y flashes ―siempre cargaba muchas cámaras y flashes―, con una sonrisa franca que tiempo después descubriría que era su sonrisa, su talante, su manera de encarar la vida y el trabajo.

Creo que nos presentamos fugazmente; él hizo su trabajo como acostumbraba a hacerlo, diligente, en silencio y eficazmente; luego desapareció y yo seguí en lo mío.

Pasaron un par de años. Nos cruzamos en el campo de batalla varias veces y siempre me saludó con esa cordialidad que Fausto no necesitaba explicar ni explicarse.

Fue en el 2009 cuando mi esposa y yo nos mudamos a una privada de Villa Bonita. Casualmente, frente a nuestra casa, vivía un antiguo compañero y muy amigo de Fausto: el también fotógrafo Javier Sandoval.

Muy pronto, los vecinos de la privada comenzamos a organizar carnes asadas y reuniones a las que Fausto y su inseparable esposa Claudia procuraban no faltar.

Reuniones que se prolongaban hasta la madrugada y en donde aprendimos a querer a Fausto. Solía observarnos a todos como desde una distancia socarrona; era de risa fácil y escasa palabra, pero aguda y puntual.

Al respecto, su valedor Javier Sandoval recuerda:

“En las innumerables y extensas reuniones bohemias en casa… ya cuando al día siguiente el sol nos desvelaba… Claudia, su esposa, le invitaba a pasar a retirarse de estas largas y amenas tertulias, a lo cual Fausto exclamaba: ―¡Ves, güera (Cecilia Chavarín), cómo se pone la Claudia, dile algo, ya se quiere ir! Esto a horas donde la gran mayoría de las personas iniciaban ya su vida laboral”.

Es el mismo Sandoval quien continúa con el recuerdo:

4 FAUSTO IBARRA-9
Inauguración de la exposición fotográfica Fausto Ibarra In Memoriam

“Tuve la fortuna de conocer a Fausto hace 15 años, él trabajando para el periódico Cambio Sonora y yo para El Imparcial; prácticamente nos iniciábamos en los medios al mismo tiempo; rápidamente hubo un clic, pues la relación que en un principio fue de trabajo, después pasó a ser de camaradería y finalmente de una gran amistad.

“Coincidimos en repetidas ocasiones en eventos sociales y del medio del espectáculo, nunca faltó el ‘nos vemos después del evento’ al lado de los demás fotógrafos que en esos tiempos cubríamos la fuente, mostrando en todo momento gran compromiso por su profesión y respeto por sus compañeros de trabajo.

“Lo curioso del caso es que siendo Fausto un gran fotógrafo, mi mayor reconocimiento hacia él es como una gran persona y un excelente amigo, siempre dispuesto a ayudar a quienes lo rodeaban, brindando en toda ocasión la mejor cara y su inigualable sonrisa”, concluye Javier.

La sonrisa, su bonhomía, es una constante en el recuerdo de quienes convivieron con él; y es que era muy fácil querer a Fausto.

La fotógrafa Edith Cota, compañera y amiga de Fausto, lo rememora así:

“Cuando alguien ya no está nos esforzamos por hablar de sus cualidades, de lo bueno que era y de los recuerdos que nos dejó; con Fausto esto no significa esfuerzo, él era así. Lo recuerdo solidario, sonriente (sí, su sonrisa es algo que no olvidaremos). Alguien apasionado de su trabajo, la foto era su vida. Lo conocí en Watanabe, punto de reunión de fotógrafos, en esos momentos cuando socializabas esperando a que salieran tus rollos, trabajaba en el periódico Cambio. Fausto el amigo, el cómplice, quien en la guardia te ofrecía su buen humor, su disposición, siempre su disposición al trabajo; recuerdo la última vez que expusimos, no pudo asistir porque en el trabajo no le dieron permiso. Hoy, Fausto, te recordamos con mucho cariño, gracias por tus imágenes, gracias por compartirnos esa pasión por la foto”.

El medio del periodismo y la comunicación es muy propenso a la fatuidad, a la vanidad, al egocentrismo, a la envidia y la mala leche. No digo nada nuevo. Fausto, en su callada e incansable labor como fotógrafo, había encontrado ese punto de humildad de quien sabe que le sobra talento y no necesita gritarlo.

Por eso, aquellos que trabajaron con él, terminaron siendo inevitablemente sus amigos. Es el caso de la periodista cultural Liliana Chávez, quien compartió con él muchas horas de trabajo en la redacción de El Imparcial:

“Fausto era compañía. Trabajaba hasta tomar todas las fotos necesarias para reflejar la realidad, la suya y la que los demás buscaban. Permanecía de pie, alegre de simplemente estar, hasta que la fiesta terminaba. Sabía escuchar hasta que el dolor del otro ya no tenía palabras. El día que lo vi por última vez no dijo nada que no pudiera decir otro día cualquiera; sin la muerte encima, simplemente sonrió”.

Todo este cariño y respeto se vio reflejado el pasado miércoles 25 de septiembre, en la inauguración de la exposición fotográfica Fausto Ibarra In Memoriam, celebrada en el Kiosco del Arte, ubicado en Alatorre y José Gutiérrez, en la colonia Pitic de Hermosillo.

Al respecto, uno de los principales promotores y amigo entrañable de Fausto, el fotógrafo Alonso Castillo, comenta:

“La exposición tiene alrededor de 40 imágenes divididas en dos etapas, la de Nogales y luego la de acá en Hermosillo; incluye desde seguridad pública hasta espectáculos.

Al principio se pensó en ponerle Más allá de la mirada, con la idea de compartir las historias que el Fausto platicaba sobre sus propias fotos, anécdotas, etc. Va incluido el levantón que le pegaron los federales cuando tomó la detención del secretario de seguridad pública en Nogales, el motín del Cereso, del que decía que las balas silbaban cuando le pasaban cerca y otras cosas. Hay una de un narcotúnel de la que a veces él platicaba, cuando se metía en las alcantarillas de Nogales. Ahora con lo de la exposición salió que en una de esas, Claudia tuvo que tirar la ropa que Fausto traía puesta porque apestaba a rayos…”

No es ningún secreto que a los seres humanos la simplificación de la muerte y su capacidad para borrar nuestro paso por esta realidad, nos aterra. Pero cuando se deja una profunda huella como la de Fausto, tanto en el terreno humano como profesional, estamos cerca de la inmortalidad. Desde allí, quiero imaginar que nos sonríe, socarrona, tiernamente.

Leave a Response