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Anti-política y proceso electoral en Sonora

Por Jesús Susarrey/

El encono hacia candidatos trasciende los equipos y se instala en la sociedad.

El rechazo sistemático e irracional de propuestas electorales.

Los sistemas democráticos pretenden la coexistencia civilizada de diversas fuerzas políticas y el cambio ordenado y pacífico de quienes gobiernan. En Sonora ambas dinámicas presentan debilidades y amenazas futuras que debieran tener centralidad en la toma de decisiones políticas. Sabemos que el escenario extremo de anulación de la elección a gobernador, por ejemplo, puede agravar el ambiente de crispación y división con la consecuente parálisis social que dificultaría igualmente la coexistencia de la diversidad política.

Con menos intensidad, pero lo mismo podría vaticinarse si persiste la confrontación que trascendió ya la esfera de los candidatos y se expandió hacia una parte de la sociedad civil que muestra un justificado descontento con la política y con escepticismo rechaza sistemáticamente toda propuesta. Las discrepancias y la incapacidad deliberativa paradójicamente han instalado el proceso electoral en la lógica de la anti-política o fuera de la de la democracia liberal.

La pulsión anti-establishment

No es una visión catastrofista, el escenario de mayor probabilidad, aún con resultados reñidos, es que el 7J los sonorenses elijan Gobernadora o Gobernador y el posible conflicto post electoral que no sería novedad sea procesado por la vía judicial. El tema es la pulsión anti-establishment de algunos actores políticos y sociales que con razón desean cambiar el orden de cosas establecido y de otros que en el impulso arrasan a candidatos, partidos e instituciones y trastocan los procedimientos democráticos. La contraparte son quienes se aferran a cambiar la manera de procesar los asuntos públicos y los paradigmas que la sustentan.

Si la democracia supone un método para tomar decisiones en una sociedad, en Sonora hay más descalificación e intentos de imposición de visiones que deliberación y negociación. Pero el despropósito ya no es de sólo de los candidatos y la sociedad política, es de la sociedad civil y lo justifica el escepticismo que generan años de promesas incumplidas y de exhibición de desaseos, ineficacia e impunidad. Basta que la propuesta sea de la candidata Claudia Pavlovich o de Javier Gándara para que simpatizantes del contrario la rechacen o para que sin distingos y discusión la ciudadanía la descalifique.

La política reino del mal y la sociedad reino del bien

El discurso presupone que la política es el reino del mal y la sociedad el del bien. Algo de razón asiste pero también algo de extremismo y desde luego que la culpa mayor recae en la sociedad política. Cierto que la democracia como forma de gobierno y como procedimiento decisional presenta disfunciones que impiden su eficacia y el control de los poderes públicos. El fenómeno es complejo, describirlo rebasa los alcances de un artículo periodístico, pero quizá valga la pena reflexionar y ordenar algunas categorías para dimensionar su impacto más allá del 7J.

Sistema representativo sin partidos: salto al vacío

Cuestionar la dominancia de los partidos, la probidad y pericia de los candidatos, rechazar los proyectos planteados, incluso pugnar por la reinvención de todo el orden establecido es válido, de eso se trata en democracia liberal. Modificar la forma de gobierno es un derecho del pueblo, establece la Constitución, pero suponer un sistema representativo sin partidos y una democracia sin instituciones es un salto al vacío. La democracia directa es hoy una utopía, como también lo es una democracia sin conflicto y una sociedad monolítica en donde todos están de acuerdo en todo.

Que se impugnen propuestas y trayectorias con argumentos enfocados desde el bien común es motivo de celebración, pero trastocar el procedimiento democrático con descalificaciones sin sustento y en función del interés particular es ignorar que la democracia es un complejo institucional que aglutina intereses diversos y antepone el general; que el quehacer político es convencer, pactar, negociar, tolerar, incluir, sumar, no imponer. La bien ganada mala fama de la sociedad política no anula la opción ni tampoco valida a la sociedad civil para hacer lo contrario.

Un sujeto virtuoso más que un liderazgo

La sensación es que más que un liderazgo institucional con contrapesos, un gobierno controlado y compartido, se busca al sujeto virtuoso, un proyecto respaldado en forma unánime sin importar si las ideas que lo sustentan sean compartidas. Hay quienes incluso añoran al caudillo redentor o la imposición autoritaria pero ágil y eficaz. Poco se ha analizado por ejemplo la ineficiencia del Congreso para exigir cuentas y vigilar al Ejecutivo. Las cúpulas empresariales citan a candidatos para escudriñar sus propuestas pero ignoran a quienes pretenden ser Legisladores.

La evaluación de alternativas electorales se contamina con el encono y el descrédito. Más que información para decidir parece que se trata de destruir la narrativa del candidato. Difícil negar por ejemplo que un gobierno honesto y eficaz es un reclamo generalizado, que la propuesta sea subestimada es una inventiva del marketing. Negar la trascendencia del rechazo al continuismo es otra. Las excesivas campañas de desprestigio generaron animadversión hacia los candidatos, los estrategas fueron advertidos de que una vez posicionada en el imaginario colectivo, difícilmente podía ser revertida y controlada. La disputa es general, los simpatizantes de uno temen el triunfo del otro, parte de la sociedad civil cuestiona a los dos y una mayoría ciudadana toma distancia del conflicto.

Además de las impresumibles acciones del día “D” poco puede hacerse y la decisión la tomaran los electores indecisos. Bien harían los equipos de campaña en asumir un compromiso para distencionar el periodo post electoral —y con ello con la democracia— dimensionando con precisión las consecuencias de descarrilar la jornada electoral; de no admitir la derrota y el triunfo del adversario; de judicializar sin sustento para negociar y no para el conteo justo de los votos o de arengar a la sociedad a la desobediencia. Para la sociedad civil la ruta conveniente será sin duda mantener en agenda la exigencia de una democracia funcional, aquella que las alternancias a nivel federal del 2000 y 2012 y la del 2009 en Sonora prometieron.