DE PRIMERA MANO

De Primera Mano | Los hijos imitan… Lo bueno y lo malo

Por Francisco Javier Ruiz Quirrín

ESTE DICHO popular es muy certero: “La palabra convence pero el ejemplo arrastra”. La educación se mama en casa. Un niño comienza a actuar de acuerdo a lo que ve en casa. Un niño imita.
Y al paso de 12 a 15 años, el nuevo adolescente se rebela. Eso no es novedad, pero si el joven se ha formado de acuerdo a valores espirituales y morales con los que ha crecido en el hogar, lo más seguro es que su rebeldía la encamine a propósitos responsables.
Sin embargo, el mundo que hoy viven los niños y los jóvenes es muy distinto al que nos tocó vivir a quienes nacimos tres o cuatro décadas antes de que terminara el siglo XX.
En la actualidad, un pequeño de seis años conoce el funcionamiento de una computadora, de un dispositivo móvil. Hoy está al alcance de las nuevas generaciones un universo de información, como jamás lo imaginamos apenas 20 y 30 años atrás.
Y aquí viene el primer cuestionamiento: ¿Por qué si la nueva generación tiene mucho más información que la anterior, sabe menos?
Hay quienes opinan que la diferencia estriba en que el sistema educativo tradicional obligaba a los jóvenes estudiantes a pensar. Los jóvenes “millenials” han logrado avanzar en sus estudios pero gracias a que sólo con aplastar una tecla, copia la difícil tarea escolar.
Pero la nueva generación vive además un fenómeno del que podría ser víctima ahora mismo y transmitirlo a sus sucesores: La tecnología les acerca el mundo, pero les aleja de su entorno, de su familia, de sus amigos, de su ciudad, de su Estado, de su Nación.
Los más pesimistas aseguran que muchos jóvenes hoy están engrosando las filas de una “generación zombie”, viviendo su propio mundo hundido en su dispositivo móvil.
¿Ese es el mundo que se vive en nuestros días? La respuesta es afirmativa. Sin embargo, hay sentimientos humanos que ningún dispositivo hará variar en ninguna época. Primero, la espiritualidad. La existencia de un Ser Supremo donde orbitamos todos y todas nuestras acciones, nos acerca a buscar a nuestra manera, la bondad y la perfección. Nos ayuda a corregir nuestros errores.
El otro sentimiento que está inmerso en nosotros es el amor. El amor de madre ha sido y seguirá siendo por los siglos de los siglos, el amor de madre. Porque una madre entrega todo su amor a los hijos, sin esperar nada a cambio. El padre y su amor por su familia, le obliga a ser un proveedor y poner las herramientas necesarias para que sus hijos sean personas de bien.
El amor de una pareja, permitirá que la familia no desaparezca y que la humanidad continúe multiplicándose. Si alguno de ellos no cumple con el rol que le ha tocado vivir, la sociedad tiende a la degradación y enseguida viene su propia destrucción.
Si los valores que fomentan las bondades de nuestra sociedad se están perdiendo, es que alguno de los actores está fallando.
Si nuestra generación de padres de familia ha permitido que los hijos nos secuestren, que sean unos tiranos, unos egoístas dispuestos sólo a recibir y a no dar, sin respeto a sus amigos, a su familia, a sus maestros, a sus adultos mayores, es que en algo fallamos. Sin duda alguna.
Y si ha proliferado el mal, ha sido porque nos hemos olvidado del bien y la espiritualidad ha sido relegada. Dios, ese Ser Supremo, no tiene lugar en el corazón de la maldad.
No hay vuelta de hoja. Cada uno de los habitantes de este mundo tenemos nuestro propio rol y estamos obligados a cumplirlo en aras de construir un camino hacia la paz, la dignidad, la justicia y la felicidad.
Ayer domingo, Día del Padre, fue una espléndida oportunidad para recordar lo grande que muchos padres han sido en la medida en que han logrado hijos trabajadores y exitosos. Si lo han logrado es que cuando menos, se han acercado a cumplir su rol y con su ejemplo han logrado ser imitados. Sembraron árboles y se preocuparon porque sus ramas no se torcieran.
Todos los árboles nacen naturalmente viables. Si se tuercen y se les dejó, jamás sus ramas enderezarán. Vaya desde aquí también nuestro reconocimiento a todos esos padres que han antepuesto los grandes valores de la familia por encima de las debilidades y tentaciones, que nos empujan a nuestra propia degradación.

HOY LUNES el presidente municipal de Hermosillo, Manuel Ignacio “Maloro” Acosta, anunciará a su hombre de mayor confianza en la administración, Jorge Suilo Orozco, como nuevo comisario general de policía y tránsito, en relevo de Fernando Beltrán Pérez… Han sido dos “cocos” especiales con los que el alcalde “naranjero” ha tenido qué luchar desde palacio municipal… Uno es el escenario desastroso de las calles… Miles y miles de baches, cientos de calles, avenidas y boulevares, destruídos por el abandono del pasado reciente… Bueno, en este aspecto –habrá qué admitirlo-, el panorama es otro… Poco a poco se ha reconstruído la ciudad y los “cráteres lunares” forman parte de una pesadilla que ha quedado atrás… Pero la parte más sensible es la de la inseguridad en la capital de Sonora… Será el tercer personaje que “Maloro” utiliza tratando de ser eficaz y eficiente en el combate a la delincuencia… Al designar como titular del área a quien ha sido su secretario del Ayuntamiento, es resultado del pensamiento en el sentido de que los casos más exitosos en esa delicada misión han surgido de profesionales que no son policías… Otro “volado” al aire, del que esperamos todos que caiga la moneda y de una vez por todas se establezca un antes y un después en los resultados que la ciudadanía exige… Estaremos pendientes.