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Editorial | El peligro de la Infodemia

Como en las guerras, la primera víctima de esta epidemia con rango de pandemia mundial es la verdad, porque la información clara y comprobada se pierde en medio de un bosque de datos, hechos falsos y rumores, cumpliéndose la premisa de comunicación de que a mucha información, desinformación. ¿Y por qué la verdad y nosotros somos víctimas de la desinformación y la rumorología? Primero, porque dudamos de la fuente que genera la información oficial. Y también porque estamos bajo los efectos de otra premisa de comunicación, que señala que el medio es el mensaje. O sea, que creemos más en el mensajero que en el propio mensaje. Esto se agrava porque los mensajeros resultan ser nuestros seres más cercanos a través de las redes sociales. Si a través del Facebook o del chat familiar del WhatsApp llega un mensaje con el like o retuiteado por un hermano o un amigo cercano, no dudamos en su veracidad, aunque de origen sea rumor, falsas noticias o fake news, provocando en nosotros confusiones y angustias, que se reflejarán en emociones de pánico, enojo o falsa alegría.

Cuando hay una sobreabundancia de información falsa, sea dolosa o bienintencionada y se genera una rápida propagación entre personas contagiando el miedo o bien otra emoción, la Organización Mundial de la Salud llama a esto “Infodemia”. El analista, académico y consultor de la OMS, Mario Riorda, define este término como: “un serio problema de desinformación que aumenta la propagación producto de la desinformación a escala masiva. Técnicamente, es una epidemia de mala información, o bien mala información que posibilita una epidemia vía datos falsos, errados o maliciosos que se propagan por redes sociales”. Y en el caso del Covid-19, aumenta su propagación porque es una enfermedad nueva, desconocida y que no sabemos hasta ahora cómo se comporta realmente y como se pueda curar. Lo desconocido siempre provoca temor.

Como toda epidemia nueva, la infodemia producida por el Covid-19 no se puede contrarrestar por dos razones fundamentales: Primero, porque en una crisis el nivel de credibilidad de muchas instituciones, incluyendo el gobierno, baja considerablemente, porque creen que solo maneja información intencionada para sus intereses.  En segundo, que siempre van detrás de la información que fluye hacia la sociedad, lo que hace que la comunicación social se vuelva reactiva.  Tardan demasiado tiempo en tomar decisiones, porque todo lo ven desde una óptica política y electoral.  Llegan a extremos ridículos de fijarse en colores y logotipos, cuando la gente lo que quiere es información directa, pero sobre todo oportuna y completa, por dura que sea. Como ejemplo, en este momento un enorme porcentaje de mexicanos cree que están ocultando un número verdadero de víctimas y de la verdadera estructura hospitalaria. En cambio Alemania donde sus gobernantes hablaron duro y con la verdad, han podido controlar el número de muertos.

Aparte, lo que mueve las infodemias son el conjunto de información maliciosa o falsa, pero de alto impacto emocional. Incluso, la que crea falsas esperanzas como el anuncio de una vacuna o de una cura milagrosa. O tratamientos fantásticos atribuidos a médicos extranjeros, como el de tomar agua cada 15 minutos. Absurdos, pero por aparecer en la red le damos credibilidad. El problema es que los comentarios de café ahora se llevan a los chats de conversaciones en redes sociales.  Y el chisme se va repitiendo en docenas de veces. Como el rumor de unos jovencitos que fueron a un torneo estudiantil a Querétaro y según los rumores llegaron infectados. Nada más falso, pero como eso es posible, pues existe la probabilidad de que sea cierto.

No debemos olvidar que las crisis y las infodemias son movidas por las emociones.  Y mientras la gente reacciones con el estómago en lugar de usar el cerebro, todos seremos contagiados de este virus de comunicación.  Basta que en el rebaño y en el grupo social uno de asuste, para contagiar el susto a los demás, sin saber qué fue lo que pasó.  Y ese es el gran problema, la falta de confianza hacia las autoridades, por sus posturas contradictoria. Ejemplo, mientras un subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, pide a la gente mantenerse en casa y guardar sana distancia social,  su jefe el presidente Andrés Manuel López Obrador en un video promueve que la gente salga, que se reúna, que vaya a restaurantes y fondas.  Esto crea enorme confusión porque al final no sabemos a quién creerle. Bueno, los que tienen un dedo de frente lo saben, pero hay otros apasionados que creen en la palabra presidencial como dogma de fe.  Pero ahí no para la confusión, porque al siguiente día se anuncia la fase dos de la campaña contra el coronavirus y ahora el presidente López Obrador cambia de postura.

Lo más grave, que en lugar de preparar una verdadera estrategia de comunicación hacia la población, se pierden en debates estériles y en convocar a las confrontaciones y el odio entre los mexicanos al confundir todos los términos, porque no es lo mismo una fake news a una false news. De acuerdo con Natalia Aruguete, especialista en agenda mediática y política, lo que se vive en este momento es una epidemia de noticias falsas o false news, más que de fake news. La diferencia entre ambos términos es que los fake tienen una finalidad política y son producto de una operación en redes. En cambio las noticias falsas sean mal intencionadas o no, buscan llenar vacíos de información que dejan las autoridades y los especialistas, y que se alinean con las creencias que tiene la población.  Por eso tienen tanta veracidad ante la gente, por muy absurdas que sean. Lo más grave, que hay gente que las reenvía y comparte de buena fe.

Sumen a esto las teorías de la conspiración que no pueden faltar en una situación de este tipo. Esto lo promueven grupos que consideran que todo evento catastrófico o espectacular es producto de una conspiración. En el caso del Covid-19, ya corren las versiones conspirativas de que se trata de un arma biológica desarrollada en China para luego usarla como instrumento de dominación económica, pero que se les salió de control. Como esto hay docenas de versiones por demás absurdas, pero que en una mente asustada y desinformada puede causar un fuerte impacto, al grado de que termina avalando la información y por lo mismo compartiéndola.

Qué sugieren los especialistas para tratar de contener esta infodemia. Son seis consejos por demás sencillos: Uno: No creas todo lo que ves en las redes y todo lo que te llega en los chats de WhatsApp. Dos: Checa la fuente para saber quién generó esa información. Que no diga que un médico japonés asegura tal cosa pero sin decir quién es. Si existiera pusieran el nombre y donde trabaja. Tres: Importante, no compartas cadenas, audios o videos que hicieron personas que no conoces y que tus conocidos le dieron like o solo retuitearon. Pregúntales la fuente antes de compartirlo. Cuatro: Aprende a informarte. Selecciona fuentes confiables y con esas mantente informado y actualizado. Cinco: Utiliza el sentido común para poner el primer filtro a lo que recibes y luego busca el sustento de esos mensajes. Seis: Cuídate de la información que busca generar emociones como miedo o enojo, porque puede ser una trampa.

Así como todos estamos expuestos de alguna manera a contraer esta enfermedad que ha provocado miles de contagios y muertes en el mundo, así lo estamos también de ser víctimas de los virus informativos maliciosos. Por eso, hay que seguir el consejo de las abuelas, que en boca cerrada no entran virus y en oídos cerrados, no entran mentiras.