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El carnaval chino en Hermosillo

Todo fue un derroche de elegancia, multicolor. Dos orquestas tocaban sin cesar. La belleza de la mujer hermosillense brillaba en todo su esplendor. Al despertar la gente de su sueño carnavalesco se dieron cuenta de que la ciudad había sido tomada por los chinos

Por Enrique “Kiki” Vega Galindo.

Para el año de 1882 el auge de los negocios en Hermosillo avanzaba con firmeza hacia los cuatro puntos cardinales, la mayoría de los comercios se centraban en el centro de la naciente ciudad. Existían hoteles, panaderías donde vendían y abarrotaban a la población con pan telera, dobladito, virote, francés, virginia, torcido, semitas, vainas, coyotas y pan de huevo.

Las calles se empezaron a empedrar para evitar que se levantara el polvo. También se adornaban con banquetas de piedra mármol para que por allí caminaran los peatones. Cada casa pintaba y adornaba su exterior, y diariamente barría el frente de su acera. Poco a poco y lentamente iban apareciendo vehículos motorizados que se mezclaban con las carretas, carruajes y diligencias que eran jaladas por asnos, caballos, machos y mulas.

El entonces Juez de Primera Instancia Licenciado Miguel A. López giró la orden de que para mantener limpias las calles y excusados o letrinas se compraran dos carretas jaladas por burros para uso exclusivo del Ayuntamiento, que se encargarían de recoger la basura.

En este álgido e histórico año arribaron a Hermosillo, de diferentes puntos de la República Mexicana y la Sierra Sonorense, artistas especializados en la fabricación de joyas de oro y plata. Talabarteros, fusteros, espueleros, tejedores de cabestros, además de otro tipo de trabajadores como lo eran: preseros, carreteros, hacheros y los malamente llamados: “Mallates” encargados de limpiar los excusados y recoger el excremento.

Por órdenes del Gobernador Carlos R. Ortiz, el 29 de Octubre de 1882, impuso que todos los presos deberían de cargar las piedras para construir la cárcel donde serían encerrados. Pero también se suscitó una lucha encarnizada por el control y dominio político del Estado de Sonora entre las bandas integradas por Ramón Corral y Luis Emeterio Torres. Quienes a punta de balazos corrieron y desterraron a Carlos R. Ortiz y toda su gente. Corral y Torres pusieron en la gubernatura a: Antonio Escalante (duró 5 días), Cirilo Ramírez (duró 3 días), Manuel Escalante y Fontes (duró 2 días). Posteriormente acomodaron como Gobernador Interino a Felizardo Torres. Los problemas políticos asentados en la capital hermosillense, obligaron a que los poderes y autoridades oficiales cambiaran temporalmente de domicilio a la margen sur del Río Sonora a Villa de Seris.

En 1899, Don Ramón Corral ya con los pelos de la mula en la mano es el nuevo y flamante Gobernador de Sonora. Quien lo celebra con la organización del Primer Carnaval de Disfraces. Conocido como “La Quema del Mal Humor”. Invirtió en tal festejo la exagerada y estrafalaria suma de dinero de $23,000.00. El atractivo central del carnaval lo fue un tribunal compuesto por 12 enmascarados de negro con blanca calavera al centro quienes deliberan como adefesios sobre personajes de la clase política y los malos manejos de dinero y poder de las administraciones públicas de Hermosillo. Critican al luto muertorio, la tristeza, la desesperación, y el dolor horripilante. Cada situación era enjuiciada y se dictaba una sentencia o veredicto que terminaba en una cascada de risotadas y aplausos. Posteriormente se dio inicio a la marcha de los alegóricos carruajes presentados en forma original, novedosa y llamativa. A su alrededor, 30 jóvenes vestidos de pingüinos. Música, aplausos, cuchufletas y risas, invadían el torrente humano que perseguía la procesión.

Todo el evento fue un derroche de elegancia, distinción multicolor. Dos orquestas tocaban sin cesar. La belleza de la mujer hermosillense brillaba en todo su esplendor, al coronar a la Reyna, princesas y damas de honor, vestidas con elegantes atuendos. Al día siguiente el carnaval y las sonrisas reinaban en todo Hermosillo. En 1900, al despertar de la gente de su sueño carnavalesco se asombraron y dieron cuenta de que la Ciudad había sido invadida y tomada por Los Chinos quienes se encargaban de controlar los aspectos económicos y políticos, e impusieron como nuevo Alcalde Municipal al Señor Dr. Alberto G. Noriega.

Los chinos bien organizados empiezan hacer quebrar a los comerciantes de la competencia. Los chinos paulatinamente desde 1880 a 1890 se empezaron a colarse en Sonora, pero principalmente asentarse en Hermosillo. Ellos fueron quienes financiaron el carnaval de 1889, a su vez empezaron a organizar el Carnaval de Guaymas. Anteriormente en este carnaval solo participaba la gente adinerada de origen francés y español. Pero los chinos lo hicieron accesible al populacho, a quienes vendían cascarones de huevo, papel china picado, serpentinas, espanta suegras, disfraces, máscaras, dulces, frutas, cerveza, vinos, puros, cigarros, fósforos, pan, carne y todo tipo de comestibles.

Desde el año de 1880 los chinos empezaron a llegar procedentes de San Francisco y Sinaloa. Fueron traídos forzosamente para trabajar en la construcción del Ferrocarril de Sonora, eran coreanos, manchurianos y cantoneses. Se distinguían por usar largas trenzas, batas de burda tela, sombreros de tule de pequeña copa y chancletas de madera tosca. Trabajaban día y noche. Su especialidad era lavar y planchar ropa. Hacían comida y trabajos domésticos. Estos chinos estaban obligados a cumplir un contrato de 3 meses con la compañía constructora de la vía férrea, al terminarlo se iban a vivir a los pueblos mineros, donde llegaba primero uno, luego otro, y al rato una banda u oleada grande. Encargados de acaparar u ocupar todas las actividades domésticas.

Los chinos son extremadamente ahorrativos, para el año de 1900 Sonora era un Estado chino. En el año 1912 un solo chino era dueño de todo el Estado de Sonora, su nombre: Sun Yat Sent, propietario de todas las carnicerías, y el principal acaparador del ganado para sacrificio. Desde 1945 el Señor José María Arana empezó su lucha anti-china. Para 1923 el poderío asiático sonorense se dividía en dos bandos: El Kuo-Ming-Tang, propietarios del Hotel de Anza, y el Chee-Kung-Fong, con oficinas en la esquina de las calles Yucatán y Garmendia. Este mismo año Don Alejo Bay decretó la Ley Anti-China. Los chinos fueron expulsados de Sonora.

Pero para el año de 1933, los chinos financiaron la campaña política de Rodolfo Elías Calles, hijo del Presidente de la Republica Don Plutarco Elías Calles. Los hermosillenses resentidos con la supuesta “elección” de Rodolfito, y al enterarse de que los chinos lo habían impuesto, irrumpieron con violencia atacando tanto los edificios del Palacio Municipal como el Palacio de Gobierno. La violencia en manos de los inconformes estalló en una revolución social, la turba embravecida, saqueó oficinas, casas, casinos y guaridas de los chinos donde se escondían a fumar opio. La pelea fue encarnizada, agarrándose a patadas, pedradas, puñetazos, palazos, mordidas y amenazas. Los chinos se “fueron”, pero pronto regresaron.

Los chinos dueños de Villa de Seris fueron: En el barrio La Loma había la tienda de un chino de nombre Alfonso, después se puso ahí Nacho Villaescusa. Cerca del changarro de Marcos Peralta a un lado del Templo de la Candelaria donde vive Don Pancho Peralta. Enfrente de la Plaza Zaragoza había otra tienda propiedad del chino “Jovori”. A espaldas de la Iglesia un chino se dedicaba hacer huaraches de mezclilla, y se llamaba José, su casa estaba donde actualmente vive el Doctor Alfredo Valdés Ramos.

Enfrente del Molino Grande vivía el chino Luis dedicado hacer sombreros de palma que llevaba a vender en las cantinas y billares. “El Ferrocarril” fue una tienda de chinos, la cual en la arrebatinga de la Ley Anti-China cayó en manos de Alberto Peralta, y en seguida puso la cantina Pancho Félix. El Batuquito fue una gran hacienda y estas tierras eran propiedad del chino conocido popularmente como: “El Chanate” (era muy prieto). El único japonés fue el Toño, quien hacia cubiertos de dulce, melcochas y pirulís, fue el Papá de Doña María Okada esposa de Jesús Olea. Doña Victoria Okada fue la partera de todo el pueblo.

Los chinos de este risueño pueblo, se unieron a la mafia siciliana que dominaba los Estados Unidos, y sembraban amapola, para extraerle el opio y producir heroína.

Los de Villa de Seris fueron grandes agricultores y sembraban principalmente hortalizas en Hermosillo, que por aquellos lejanos años era solamente la parte norte del Cerro de la Campana, el Mercado Municipal y parte del centro histórico. En sus milpas en un surco sembraban tomate, en la otra amapola, en otro cilantro, en la otra amapola y así sucesivamente. En sus casas celebraban sus fiestas, ceremonias religiosas y a fumar opio. Bastantes chinos mexicanos nacieron de los matrimonios con mujeres tanto de Villa de Seris como de Hermosillo. Muchos de ellos nacieron y murieron en estas tierras, en el viejo Panteón de Villa de Seris existieron grandes tumbas de chinos, y las hay diseminadas por todo el Estado de Sonora.

 

*El Autor es: Sociólogo, Historiador, Escritor e investigador.

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