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El PRI, XXII asamblea y sucesión…

Por Bulmaro Pacheco

Cuando se dio la desbandada provocada por la salida del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros en 1987, los adversarios del PRI no tardaron en extenderle el acta de defunción, alegando que el partido se había agotado y que tanto sus métodos como sus estructuras estaban condenadas a su desaparición.

Carlos Salinas de Gortari, el candidato presidencial del PRI ganó la elección de 1988 a Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel J. Clouthier.

Fue una primera llamada con 6 millones de votos para el llamado Frente Democrático Nacional, y de hecho la última elección federal organizada bajo el esquema de la vieja Comisión Federal Electoral presidida por el Secretario de Gobernación. La llamada “caída del sistema” aceleró las reformas.

Las tensiones post electorales amainaron con la convocatoria del nuevo gobierno a una reforma electoral, concesiones a las oposiciones y con la fundación del PRD en mayo de 1989, entre otras.

En julio de ese año, el PRI perdió la primera gubernatura estatal. Baja California pasó a dominio del PAN, donde llevan 28 años. Eso también contribuyó a bajar la presión política herencia de la elección de 1988.

Las reformas emprendidas en el sexenio de Salinas impactaron lo político (IFE, Derechos Humanos), lo económico (TLCAN) y lo social (Programa Solidaridad). Los temas políticos del PRI que se atoraron en la XIV Asamblea Nacional en 1990, se concentraron principalmente en los requisitos para acceder a la candidatura presidencial de cara a 1994.

Con eso, continuaron las tensiones por el método de la sucesión presidencial y se inició el debate por los llamados “candados”, que exigían un cargo de elección popular previo a quien aspirara a la candidatura presidencial.

En 1991, con Luis Donaldo Colosio de presidente del CEN del PRI en las elecciones intermedias, el PRI ganó 290 distritos electorales federales.

De las gubernaturas en juego, el gobierno negoció con el PAN la de Guanajuato, provocando que Ramón Aguirre ya no tomara posesión, entrando al relevo Carlos Medina Plascencia (PAN) (1991-1995).

Ahí surge la figura de Vicente Fox, quien compitió contra Aguirre y ganaría después a Vásquez Torres para provocar hasta hoy, 26 años de PAN.

En 1992 el PRI pierde Chihuahua ante Francisco Barrio Terrazas (PAN), que había competido contra Fernando Baeza en 1986.

Ese mismo año, el gobierno —ante las presiones cardenistas— negocia Michoacán con el PRD y sacrifica a Eduardo Villaseñor Peña (PRI), que había ganado la elección estatal.

Esas llamadas “concertacesiones” con la oposición y la frecuente remoción sexenal de gobernadores de estados (17), debilitaron al PRI en las regiones.

En noviembre de 1993, el PRI postula a Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial. Desde Lázaro Cárdenas, ningún ex dirigente nacional del partido había logrado la candidatura. Manuel Camacho, el jefe de Gobierno del DF, tensa la sucesión con su manifiesta inconformidad por la decisión que favoreció a Colosio, y el clima político se enturbia.

El 1 de enero de 1994, al tiempo que entra en vigor el TLCAN estalla la rebelión indígena en Chiapas. El proceso electoral lo resiente y la situación política nacional se altera notablemente. Acusaciones contra el PRI y su candidato. Las izquierdas son rebasadas por los guerrilleros chiapanecos, y el PAN trata de montarse en el conflicto.

El 23 de marzo es asesinado Luis Donaldo Colosio en Tijuana. El presidente Salinas logra controlar la crisis política y el PRI elige como candidato a Ernesto Zedillo, coordinador de la campaña.

De nuevo y como en 1988, al PRI sus principales críticos le volvieron a extender su acta de defunción (el crimen cierra el ciclo del PRI, dijeron). Algunos llegaron a señalar que México regresaba a etapas de violencia política de antaño, cuando los problemas “se arreglaban a balazos” (Fuentes).

En la elección de agosto de 1994, Ernesto Zedillo gana con 17.1 millones de votos (contra 9.1 de Diego Fernández de Cevallos y 5.8 de Cuauhtémoc Cárdenas) con una participación del 77.1 % del padrón electoral, que entonces registraba  45.7 millones de electores potenciales.

En septiembre de 1994, es asesinado el secretario General del PRI José Francisco Ruiz Massieu. Nuevamente y a pesar de la victoria del PRI en la elección presidencial, resurgen las versiones de la muerte del partido. Empieza el debate político, y a 19 días de tomar posesión el nuevo presidente ocurre el llamado error de diciembre, ocasionando fuga de capitales, inestabilidad financiera y devaluación del peso. El clima político se tensa, el expresidente Salinas culpa a la “nomenklatura” del PRI del asesinato de Ruiz Massieu, y se da el primer enfrentamiento público con un expresidente de la República.

Todo 1995 es inestable, y más que el certificado de defunción del PRI, ahora las izquierdas —con severas críticas hacia el nuevo gobierno— a través de Cárdenas anuncia de nuevo la necesidad de un “gobierno de salvación”.

En 1995 el PRI pierde los gobiernos de Jalisco, Guanajuato y nuevamente Baja California. En 1997 pierde la Ciudad de México y la mayoría en la Cámara de Diputados; también pierde Nuevo León y Querétaro.

En 1998 y 1999 las derrotas del PRI en gubernaturas de dan en cascada: Zacatecas y Aguascalientes, Baja California Sur, Nayarit y Tlaxcala.

En el 2000 se pierde la Presidencia de la República y los gobiernos de Morelos y Chiapas. Vicente Fox le gana a Francisco Labastida por 2.5 millones de votos. De nuevo, —y ahora sí—, dijeron los críticos que el PRI llegó a su final. Lista ya su acta de defunción al salir del Poder el gobierno que lo sostuvo y al perder la Presidencia por primera vez en su historia.

En 2001, ya con Fox en la presidencia, el PRI  pierde Yucatán y Michoacán. En 2003 San Luis Potosí, y Guerrero en 2005.

En 2006 Roberto Madrazo hace caer al PRI al tercer lugar en la elección presidencial (el 22.2 % de la votación: 9.3 millones de votos).

Entre 2009 y 2010 el PRI pierde Sonora, Sinaloa, Puebla y Oaxaca.

En 2012, Enrique Peña Nieto regresa al PRI a la Presidencia con 19.2 millones de votos y el 38.2 % de la votación.

Entre 2013 y 2016, el PRI pierde por primera vez Tabasco, Quintana Roo, Veracruz, Tamaulipas y Durango. 27 entidades ya con alternancia partidista en el poder. Solo y sin cambio —hasta ahora—, Coahuila, Estado de México, Colima, Hidalgo y Campeche.

De esas  27 alternancias en gobiernos estatales registradas entre 1989 y 2016, el PRI perdió gubernaturas con ex priistas que cambiaron de partido en 15 estados. Los más notables: Núñez, Rosas Aispuro, Mario López, Gabino Cué, Ángel Aguirre, Yunes y El Bronco entre otros.

Entre 1989 y el 2016 El PRI se ha recuperado en 16 estados. En 5 los —entonces opositores—, han prolongado su dominio: BC 28 años, Guanajuanto 26, BCS 18, Morelos 17 y la Ciudad de México 20. El PRI tardó 18 años en recuperar Jalisco y 12 San Luis Potosí.

La nueva conformación: Al 2017, el PRI gobierna en 16 entidades, el PAN 11, las izquierdas cuatro y uno Independiente.

Desde 1989, cuando se funda el PRD, nuevos partidos políticos (algunos como desprendimientos del PRI) aparecen en el escenario nacional: Verde Ecologista, Del Trabajo, Convergencia (Movimiento Ciudadano) y Nueva Alianza. Todavía sobreviven.

Corolario: En 1988 por la fractura creada por la llamada Corriente democrática al PRI lo dieron por muerto. En 1994 por el asesinato de su candidato presidencial y la crisis de Chiapas. En 1995 por las tensiones políticas y la crisis económica, y en el 2000 por la derrota en la elección presidencial.

Ahora, de nuevo aparecen los agoreros que predicen —ahora ya no el resurgimiento del acta de defunción del PRI— sino su “segura” derrota en la elección presidencial del año próximo.

Los más catastrofistas hablan de que será la derrota definitiva del PRI y de la que difícilmente podrá reponerse. Así lo dijeron también en 1994.

¿Hay razones para prever una debacle del PRI con tanta seguridad para los próximos comicios del 2018?
¿Hay razones para prever una debacle del PRI con tanta seguridad para los próximos comicios del 2018?

Con una tendencia al determinismo político, dan por hecho la victoria de las izquierdas y le reservan al PRI el tercer lugar en la próxima contienda presidencial. ¿Argumentos?: El desgaste del gobierno federal, las derrotas en las gubernaturas, la corrupción pública, el desprestigio del partido y el debilitamiento de sus liderazgos. Los argumentos, si uno se fija bien, son los mismos que se utilizaron en el pasado, y parte de los personajes que le desean al PRI la muerte son los mismos (que antes militaron en la organización Alianza Cívica) que se montaron en la crisis de 1994, para tratar de forzar un cambio en circunstancias turbulentas.

¿Hay razones para prever una debacle del PRI con tanta seguridad como lo hacen ahora esos personajes, incluida su desaparición?: Esta afirmaciones las han realizado al calor de los procesos electorales del 4 de junio.

Amarran la suerte del PRI a los resultados del domingo. La suerte del PAN, Morena y el PRD no parece interesarles.

Hay datos fríos que muestran otras cosas: El fraccionamiento de cinco alternativas de voto—o seis si se anima el bronco—, para el 2018 en lugar de las tres, que se presentaron en el 2006.

Las divisiones en las izquierdas, que le quitarán votos a su principal abanderado. La crisis en el PAN por las tensiones que generan tanto su dirigente nacional como expresidente Felipe Calderón. La irrupción de un candidato independiente, que también y seguramente le restará votos a alguno de los favoritos, y la candidatura del PRI —que al momento no la conocemos— y que seguramente se decidirá pasando la XXII Asamblea Nacional de agosto, con un personaje sin alta carga negativa y que pudiera unificar al único partido político que en este momento no muestra fisuras ni desbandadas ni enfrentamientos.

Tiene razón Luis Javier Garrido cuando cita a Duverger al decir que: “La organización de la mayor parte de los partidos reposa esencialmente en prácticas y en hábitos no escritos, y el PRI no constituye una excepción”. Y cierra: “Hay que subrayar en fin que la historia del Partido de la Revolución es parte fundamental de la historia mexicana”. Razón de más.

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