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Entrevista Imposible a Don Ramón: «El Corazón escondido de la Vecindad»

Por Alberto Moreno Sin Corbatas

Este es un ejercicio literario que busca evocar el cariño a uno de los personajes más entrañables de la televisión latinoamericana: Don Ramón, el vecino flaco, bigotón, siempre desempleado, siempre endeudado, pero eternamente querido. Esta entrevista es imposible, sí. Pero también es profundamente real en nuestros recuerdos. Aquí no habla Ramón Valdés, el actor. Habla Don Ramón, el personaje. Y lo hace desde el rincón más nostálgico de nuestra memoria colectiva.

Alberto: Don Ramón, gracias por recibirnos. ¿Cómo está usted? ¿Hace cuánto no da una entrevista?

Don Ramón: Pues mire joven, entrevistas no doy desde que no me alcanza ni pa’ comprar periódico. Pero si va a hablar bonito y no va a cobrar renta, entonces le contesto lo que quiera… nomás no me ande acusando con el señor Barriga.

Alberto: Quiero hablar con usted, no con el actor. Usted es el que vivió en esa vecindad, el que crió a la Chilindrina, el que le debía siempre al señor Barriga. ¿Quién es Don Ramón en realidad?

Don Ramón: Soy un padre soltero que hace lo que puede, y a veces ni eso. Soy el que se enoja fácil pero se le pasa rápido. Soy el que tiene las manos llenas de trabajos que no duran y el corazón lleno de recuerdos que no se van. A mí me tocó duro, pero nunca me faltaron las ganas de seguir. Porque tengo a la Chilindrina, y porque, aunque no lo diga, ese escuincle del Chavo también me tiene agarrado del alma.

 

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Alberto: Hablemos del Chavo. ¿Qué representa él para usted?

Don Ramón: El Chavo… ese chamaquito me sacó más canas de las que ya tenía. Pero también me enseñó que el cariño no se compra ni se alquila, como la renta. El Chavo me recuerda a mí mismo cuando era niño: sin padre, sin madre, sin rumbo. Por eso nunca lo corrí a gritos de verdad, nunca le pegué. Me desesperaba, sí. Pero lo entendía. El Chavo es el hijo que no tuve y que la vida me puso enfrente, a su manera.

Alberto: ¿Y la mamá de la Chilindrina? Nunca la vimos, nunca se habló mucho de ella…

Don Ramón: [Se queda en silencio unos segundos.]
La vida tiene ausencias que duelen más que cualquier deuda. La mamá de la Chilindrina era una mujer buena, valiente, pero se fue muy pronto. No hablo mucho de ella porque todavía me tiembla la voz. La Chilindrina tiene sus ojos. A veces, cuando me regaña, también tiene su genio. La extraño, claro que sí. Pero me dejó la razón más grande para seguir: mi hija.

Alberto: Usted siempre parecía desempleado, pero ¿en qué trabajaba realmente?

Don Ramón: ¡Uy, joven! ¿En qué no? Fui carpintero, peluquero, boxeador, plomero, vendedor ambulante, albañil… hasta llegué a cuidar coches aunque no tenía ni uno. El problema no era trabajar, era que en esa vecindad uno trabajaba más para pagar los platos rotos del Chavo que para comer. Pero nunca me faltó el oficio, solo el sueldo fijo.Don Ramón era el verdadero protagonista de "El Chavo del 8" – Publimetro México

Alberto: ¿Y por qué le caía tan mal Kiko?

Don Ramón: No es que me cayera mal… ¡bueno, sí me caía gordo! Pero no por maldad. Lo que pasa es que su forma de presumir todo me recordaba lo que no podía darle yo a la Chilindrina. Su pelota nueva, su bicicleta, su mamá vestida de gala hasta para ir al mercado. Yo… yo vivía con lo justo. Y cuando alguien te lo restriega en la cara con cada “¡chusma, chusma!”, pues arde, ¿no?

 

Alberto: ¿Y doña Clotilde? La «Bruja del 71″… ¿nunca le dio chance?

Don Ramón: [Ríe con nostalgia.]
Mire… doña Clotilde era buena mujer. Solita, como uno. A veces sí me ablandaba. Me hacía de comer, me tejía gorros, me cuidaba cuando tenía gripa. Pero… ¿casarme yo? ¡No, joven! Si apenas podía mantener una olla con frijoles, menos iba a poder con dos corazones. Le tengo cariño, sí, pero siempre supe que mi destino era andar ligero de equipaje, aunque me pesaran los recuerdos.

Alberto: ¿Y la renta? ¿Alguna vez la pagó?

Don Ramón: Claro que sí. Una vez. Creo. O a lo mejor fue un sueño. No sé. Lo que sí sé es que el señor Barriga siempre llegaba justo cuando estaba por conseguir trabajo. Tenía un radar, yo creo. Pero nunca me sacó, eso se lo reconozco. Creo que, en el fondo, él también sabía que yo era parte de esa vecindad, aunque no pusiera un centavo.

El Chavo del 8: el capítulo perdido de una serie de Chespirito que revela quién es la madre de La ChilindrinaAlberto: ¿Extraña la vecindad?

Don Ramón: Cada día. Aunque me haya dado dolores de cabeza, ahí estaba mi familia: mi hija, el Chavo, la Popis, Ñoño, Kiko con todo y sus cachetes inflados, hasta el profesor Jirafales con su eterno ramo de flores. Todos éramos parte de algo más grande que nosotros. Éramos una familia disfuncional, sí… pero una familia al fin.

Alberto: Si pudiera regresar en el tiempo, ¿cambiaría algo?

Don Ramón: No, joven. Ni siquiera mis deudas. Porque lo que viví me hizo quien soy. Y porque, aunque me fui sin hacer ruido, sé que muchos todavía se ríen, se enternecen, o se enojan conmigo. Eso es más de lo que cualquier hombre pobre puede pedir.

Alberto: Don Ramón… gracias por esto. Le juro que se sintió como volver a casa.

Don Ramón: [Sonríe con los ojos, como siempre.]
Gracias a usted, m’ijo. Y ya sabe… si ve al señor Barriga, dígale que ya casi le pago. Casi.

 

 

 

Epílogo:

En un rincón polvoriento de la nostalgia, Don Ramón sigue vivo. No en las repeticiones de televisión, sino en las carcajadas de nuestros padres, en los recuerdos de nuestras infancias y en los valores que nos enseñó sin darnos cuenta: la dignidad del pobre, el amor del padre soltero, el compañerismo, la sencillez. No se fue. Solo se escondió en el corazón de Latinoamérica para siempre.