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Las mujeres en la calle… y en la historia

Por Bulmaro Pacheco

¿Cuántos problemas o cuántas crisis han ocurrido en México sin que el gobierno y las autoridades las hayan previsto o esperado?

¿Cuántos problemas se han presentado en los cuales el gobierno ha tardado en interpretar lo que ha pasado, y en los hechos se les ha dificultado entender lo que significaban esos problemas?

Ni los servicios de inteligencia, ni los sistemas de previsión de conflictos han aportado la irrupción de las crisis, que algunas naciones han enfrentado; un crimen político, un acto terrorista, una movilización social inesperada, un levantamiento en armas, etcétera.

La primera gran crisis del sistema mexicano que sus autoridades batallaron para entender y procesar, fue la movilización estudiantil de 1968. Se habló de conspiraciones externas; de boicot a las olimpiadas; de responsables políticos, como el expresidente del CEN del PRI Carlos Madrazo Becerra; de un enfrentamiento entre los presidenciales que aspiraban a suceder en el cargo a Gustavo Díaz Ordaz; y de una serie de insinuaciones y con eso se evitó entrar en materia sobre las verdaderas razones de la movilización social, a pesar de lo que estaba pasando en Francia y en otras naciones.

El tiempo mostró la inconformidad de un amplio sector social liderado por los estudiantes con el esquema de desarrollo económico y político seguido hasta entonces, cerrazón política del gobierno, represión de movimientos sociales importantes como el de los ferrocarrileros, maestros y médicos y violencia urbana y rural en el sur de México impulsada por movimientos guerrilleros.

El conflicto manejado con suma torpeza se volvió inmanejable y culminó con una sangrienta represión. Carlos Madrazo moriría en un accidente aéreo en junio de 1969. El candidato presidencial fue el secretario de Gobernación de Luis Echeverría.

Por diversas razones 1968 fue un año muy complicado en el mundo, por las movilizaciones juveniles y por las protestas en naciones avanzadas como Francia, Argentina y los Estados Unidos. México, por diversas razones, no fue la excepción. La masificación de la educación, el  acceso a los medios de comunicación masiva, y los cambios generados después de la Segunda Guerra Mundial provocaron cambios importantes en el comportamiento político juvenil mundial.

El 10 de junio de 1971 el gobierno se sorprendió por la violencia con que trataron a estudiantes que se manifestaban a las afueras de la Escuela Normal de la Ciudad de México. El hecho alcanzó dimensión internacional por los periodistas golpeados por los llamados “halcones”, encargados de atacar a los manifestantes con varas de bambú y armas de fuego.

El gobierno tardó en procesar la información y también en ese caso utilizó la teoría de las “conspiraciones”. Se trataba dijo, de intereses creados que no querían que el nuevo gobierno despegara, según los voceros de entonces. Se destacaba el reformismo de Echeverría y se hablaba ya de los “emisarios del pasado”, por lo que le tocó pagar con su renuncia al ex presidente del CEN del PRI, Alfonso Martínez Domínguez, regente de la Ciudad de México, con apenas siete meses en el cargo.

En los ochenta del siglo pasado pocos previeron las rupturas en el SNTE y el nacimiento de una nueva organización con alto impacto en movilizaciones y presiones políticas en el sur de México, con largo alcance: La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Cuando se sospechaba de un levantamiento guerrillero en Chiapas —en el gobierno minimizaron y negaron el hecho—, y todos se sorprendieron con el levantamiento organizado por el EZLN el 1 de enero de 1994. Sobraron también versiones encontradas sobre sus orígenes.

Nadie suponía ni imaginaba el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, como tampoco del secretario general del PRI José Francisco Ruiz Massieu (6 meses después).

Se suponía que desde el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón Salido (1928), México ya había resuelto institucionalmente los mecanismos de relevo del poder por la vía pacífica. No fue así.

Avanzados los noventa se da el movimiento social de los deudores de la banca, que desembocó en la organización llamada “El Barzón”. Los dirigentes de éste movimiento serían después legisladores y dirigentes partidistas.

En lo que va del siglo XXI, las revueltas que más han marcado a México   han sido: las llamadas autodefensas en el sur; las luchas ambientalistas; las de los jóvenes. Mención especial merecen los movimientos #YoSoy132, surgido en la campaña presidencial del 2012, y el de los jóvenes de la Escuela Normal de Ayotzinapa en 2014. Todos sorprendieron por su dimensión y alcances.

A partir de la reforma constitucional que le otorgó el derecho al voto en 1953 para la elección federal de (1955) la mujer mexicana mostró una amplia presencia política.

México se estaba quedando atrás en una reforma tan importante. Poco antes, las mujeres votaban en contadas entidades federativas y solo en elecciones municipales. Se pensó que se había cumplido con el compromiso histórico con ellas. Y no era para menos. El derecho al voto de las féminas ya se había aprobado en Uruguay en 1918, Cuba 1934, Chile 1944, Argentina 1946 y en los Estados Unidos en 1920 —pero solo para las mujeres blancas—, las de color votarían hasta 1965.

Vendrían temas importantes como la paridad de género en las instancias de representación política y en la administración pública para la participación de las mujeres, donde lograron la paridad en la integración del Congreso de la Unión, la mayoría de los Congresos estatales y en algunas entidades como Sonora, el 50% en la integración de los ayuntamientos. Esa fue una respuesta a la lucha contra la desigualdad histórica en la representación política que tanto partidos como gobiernos fueron resolviendo gradualmente.

Sin embargo, lograda la equidad de género en política y la representación  a través de los partidos, las mujeres crearon a sus propias organizaciones y sus propias banderas de lucha. Sus propios liderazgos. La paridad de género y el acceso a posiciones políticas solo fue una etapa. No era todo.

Otros problemas surgieron —como las muertas de Ciudad Juárez— y nuevas demandas de lucha hicieron a las mujeres salir a las calles y protestar: La violencia machista, el escandaloso asesinato de mujeres periodistas y alcaldesas sin respuesta. Una larga cadena de muertes y un clima de impunidad que sorprende a tirios y troyanos.

Con el advenimiento de un nuevo gobierno de izquierda en 2018, se pensó que se iba a dar un giro al tema y un nuevo enfoque público a las demandas del feminismo así como una nueva interpretación del fenómeno social naciente en parte, por la integración del gabinete con mujeres en puestos clave: Gobernación, Contraloría, Trabajo, Medio ambiente, Energía, Bienestar y otras. Casi todas de la academia, del poder legislativo y del terreno de la lucha social pero el ser parte del gobierno las transformó y —como el caso del padre Solalinde— dejaron la combatividad para otra época y se han sometido a la disciplina oficial.

La llamada nueva “revolución moral” de las mujeres, se está haciendo por otro lado y en su intensidad y crecimiento ha rebasado al gobierno y a los partidos. A ese movimiento se han sumado importantes organizaciones públicas, privadas  y liderazgos de todo tipo

El gobierno federal ha reaccionado acusando a las mujeres en lucha de estar manipuladas por los “conservadores” (sic)

¿Cuándo, en México el movimiento conservador ha enarbolado banderas del lucha progresistas, de justicia y libertades como las que ahora encabeza el movimiento feminista? Nunca.

De nuevo el prejuicio, otra vez el no entender, otra vez la teoría de la conspiración y el complot, que se utilizara en el pasado para dar una versión sesgada e interesada de una crisis que aparece como imparable. 

Ahora resulta que a cualquier problema social, médico, financiero  o político se le quiere meter en la camisa de fuerza del neoliberalismo o del Conservadurismo. ¿No hay más explicaciones? ¿Y la historia qué?

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