Principales

Lecciones de la política | La dignidad de Carlos Armando Biebrich (I de VIII)

Por Héctor Rodríguez Espinoza, publicado el 6 de noviembre de 2015

Hace seis años, el Lic. Carlos Armando Biebrich presentó su bien documentada auto biografía (He vivido con dignidad: 2014, 352 pp.), de tiraje limitado, es lectura política obligada para justipreciar una interesante época y un protagonista, en esa rueda de la fortuna. Comparto trozos representativos Y que usted lector juzgue:

AÑO 1967

Candidato a la gubernatura de Sonora Faustino Félix Serna, surgió una resistencia en la capital del Estado, como efecto de las reiteradas divisiones de los sonorenses decepcionados de sus gobiernos que no atendían sus reclamos. Sin un programa definido, solo con manifestaciones públicas por las calles y un vandalismo impune, es rechazada su candidatura, “Faustino no” fue el grito colectivo que se generalizó por el norte de Sonora. El candidato y el gobernador Encinas dispuestos al diálogo, pero súbitamente del interior de la Universidad de Sonora provino la impugnación organizada. Aquella insurgencia juvenil que llevó a Luis Encinas de rector … a gobernador se revertía, ahora sus banderas eran contra la imposición del PRI. Mientras tanto yo acompañaba al candidato por todos los pueblos y ciudades, redactaba sus discursos, hablaba en su nombre, escribía en los periódicos y consultaba con los reporteros.

Crecía la inconformidad fortalecida por la resistencia de los universitarios, acantonados en los edificios, declarándose en huelga permanente. Sus comités editaban órganos informativos que circulaban por la ciudad y en Navojoa, Magdalena y Santa Ana. La huelga se sumaba al conflicto político electoral de los priistas. Los estudiantes de Derecho habían organizado un comité a favor de Acosta Romo y se propagó en el campus la especie de que el PRI había entrado en la Universidad de Sonora, lo que orilló al comité de lucha por la autonomía a declarar la purga entre los estudiantes considerados “orejas” por priistas, faustinistas y encinistas, extrayendo de los archivos sus fotografías ampliadas y exhibidas en las rejas de rectoría.

La organización de padres de familia en apoyo de sus hijos estudiantes se introdujo al campus y organizaba marchas, colectas de acopio de víveres para los muchachos.

Hermosillo se volcó hacia la Universidad al grito “Faustino no”. Después de la convención del PRI a favor de Félix Serna, la violencia recrudeció: 80 escuelas de todos los niveles fueron paralizadas, 50 agrupaciones sociales apoyaron a los estudiantes, los huelguistas piden la caída del gobernador Encinas y no paran su huelga de hambre. Fue suspendido el desfile obrero del 1 de mayo por temor a agresiones de los estudiantes. El país atento a los acontecimientos políticos de Sonora. Como parte de un proceso histórico hacia una expresión de generación  y cambio estructural de pesadumbre. El verano anterior hubo huelga en la universidad Nicolaíta de Morelia, Michoacán, se exigió la desaparición de los poderes del Estado que encabezaba Agustín Arriaga Rivera, dirigente juvenil del PRI de 1950-1952. Un año después, el 19 de septiembre el ejército asalta la UNAM, en Europa los jóvenes rebeldes en París y Checoslovaquia se organizan en la revolución de mayo. Aparecían en San Francisco (EUA) los hippies, movimiento juvenil opositor a la sociedad industrial y pacifista con su lema de “Amor y Paz”.

El pronunciamiento estudiantil de la Universidad de Sonora se constituyó en la conexión generacional de estos movimientos juveniles, el 2 de octubre de 1968 ocurre la tragedia de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el batallón Olimpia al mando del General José Hernández Toledo es parte; escuadrón que había participado el 17 de mayo de 1967 en la toma de la Universidad se Sonora, terminando con ello la huelga que dividió a los sonorenses por una coacción social y desarticulada de las decisiones del  PRI.

Similar a aquella circunstancia fueron las marchas multitudinarias de la ciudad de México, los padres de familia apoyando a sus  hijos, los mítines relámpago y los enfrentamientos en el zócalo, quema de automóviles  y cierre de comercios del centro. Similar, digo, a las acciones que los estudiantes sonorenses predijeron, en su tiempo.  Algunos seguían aferrados a la candidatura  de Fausto Acosta Romo, ya sin liderazgo manifiesto y escondido de las masas ciudadanas; fisgó desde la barrera de la escena del conflicto con satisfacción, pero sin presencia, y el PAN ausente en la historia de Sonora; de todos modos, con astucia y  oportunismo, aprovecha coyuntura de inconformidad y postula formalmente la candidatura de Gilberto Suarez Arvizu, un sesentón originario de Opedepe, normalista y abogado que había sido Secretario de Gobierno, Gobernador interino en ausencias de Román Yocupicio (1937-1939), Presidente del Supremo Tribunal, fundador de la Universidad de Sonora, colaborador del regente Ernesto P. Uruchurtu y esposo de la ameritada profesora Guadalupe Ortega. Concentrando el antagonismo popular de Hermosillo al norte, se agrupa y decide por el candidato Suarez Arvizu, hombre opaco, gris personalidad y beneficiario colateral de los que disentían.

Llega a las urnas el primer domingo de julio, inaugurando nueva etapa en la vida ciudadana sonorense.

Los cuestionados resultados de la votación otorgan el triunfo a Faustino Félix y por primera vez en la historia política de México el PAN se apodera de Hermosillo, la capital, llevando al triunfo a Jorge Valdez Muñoz como presidente. Campaña cruenta, en la que sólo el valor personal del candidato del PRI, su audacia, exponiendo sin medida su integridad personal como su vida, pudo enfrentar con valentía aquel rechazo popular que finalmente le fue posible contener. Mucho influyó la espectacular operación militar que ese mayo sofocó la huelga y el movimiento estudiantil. De todo lo sucedido, el secretario de Gobernación Luis Echeverría informaba con utilitaria fidelidad, al presidente Díaz Ordaz, quien no restó ni regateo su apoyo a Faustino Félix, lo contrario, pues ya lo conocía por las buenas referencias de Alfonso Martínez Domínguez,  sobre el cumplimiento de su trabajo en el Congreso de la Unión, fue más determinante y definitivo su respaldo para el triunfo.

No solo bastó ese apoyo, si no que en plena campaña de Faustino Félix, recibí lo prometido por el presidente Díaz Ordaz que no se olvidó de mí, me invitaba a ser diputado federal en condiciones de escoger distrito, a su “jilguero” sonorense, que siempre agradecí. En esa tensa situación política decidí que se me postulara por el IV con cabecera en Navojoa. Notable fue el contraste, a partir de Guaymas hacia el sur hubo aceptación a las decisiones del PRI. Asistí al candidato a Gobernador por todo el Estado, pero con énfasis en los valles del Yaqui y del Mayo, comunidades de alta densidad y rendimiento electoral, las había conocido y valorado haciendo amigos, cuando fui  secretario del Ayuntamiento de Cajeme.

La sucesión en el gobierno estatal había dividido a los sonorenses, lo que tuvo consecuencias muy marcadas y difíciles de rebasar, los enconos llegaron a guardarse para mejor oportunidad, aunque nadie quería se repitiesen. Menos en las altas esferas del PRI que no admitió haberse equivocado ni haberle fallado a la ciudadanía, pero no lograba entender qué estaba sucediendo. El rechazo no obedeció a la garantía de un adversario con personalidad y liderazgo, lo que falló fue la estrategia de conocimiento de los nuevos procesos democráticos que la soberanía popular empezaba a requerir. Ya germinaba en las universidades públicas (simiente del análisis  y la crítica responsable por un compromiso social), en la clase media, en obreros y campesinos, la democracia posible  establecida en la Constitución General.

Para las mayorías, esencialmente para la juventud, las decisiones políticas unipersonales debían terminar. Los postulados de la Constitución eran declarativos. La exigencia popular disponía que tuviera vigencia el “Sufragio Efectivo, No Reelección”, ansiada bandera maderista. La primera máxima relegada a una circulación de oficios burocráticos, comunicaciones y textos de la Federación a los municipios, pasando por las entidades federativas, sin excluir las celebraciones patrias y sus discursos emblemáticos.

El “Faustino No”, más allá de afrontar una imposición política, desde Hermosillo para el resto del país, ya que era una exigencia de acabar con decisiones populares de un partido político que debía renovarse. El ejemplo de los sonorenses obligó al sistema a rectificar, de la pretendida imposición de Fausto Acosta Romo, se liberó la decisión de apoyar al rector de la Universidad Luis Encinas, considerado un triunfo irreversible. Notable fue el contraste, de Hermosillo a la frontera con EUA, llegando a la Sierra ganadera. Había prendido el “Faustino No“ en sus habitantes, en cambio en el sur a partir de Guaymas la aceptación a las decisiones del PRI fue sin disputas, lo que me impulsó a pronunciar, en un discurso de mi campaña a diputado federal,  que “Sonora con larga historia de independencia y autonomía en sus decisiones, orgullosa de haber sido factor definitivo en el triunfo de la revolución, aportó hombres, fusiles, ideas y propuestas para derrotar a la dictadura porfirista y huertista y poner firmes cimientos al México de instituciones que vivimos”.

En la visita de Faustino Félix a Cananea, rodeados de los lideres mineros –obedientes a cuanto candidato priista surgía del centro-, entramos a su auditorio de plenarias. Distanciados de su comité directivo disciplinado los trabajadores llenaron las butacas del  recinto. Pero afuera una multitud enfurecida –consciente de su herencia  histórica- empezó a tirar piedras y botellas de vidrio al techo de lámina del auditorio. El ensordecedor estrepito y sus gritos impedían escuchar a los oradores al micrófono, en tanto los dirigentes incómodos en el presidium nomás se echaban miradas en un ambiente de miedo y preocupación. Faustino Félix, ante el azoro de los acompañantes y los jaloneos de su musculoso ayudante de seguridad, Coronel Quin, que trataba de impedírselo, se levanta y pide serenidad  con sus manos diciendo: “¡Vámonos afuera!”.

-“¡Espere don Faustino, es peligroso!”- le piden los dirigentes sindicales.

– ¡Quédense, yo voy!- les responde en su compostura y firmeza.

Don Faustino sale del recinto y los enardecidos opositores, sorprendidos con la tranquila presencia del candidato, guardan silencio todavía con piedras en las manos.

– Aquí estoy con las manos limpias, ¿qué se les ofrece?, hablemos como hombres aunque me rechacen…

– Señor candidato, es que no nos dejaron entrar a su acto, por eso reclamamos nuestro derecho a expresarle nuestras demandas.

– Aquí estoy, platiquemos, pero hombre ya dejen esas piedras que pueden lastimar a sus compañeros.

De esta manera, con un valor que desconocían, Faustino Félix enfrentó a varios lugares de la inconformidad popular, aunque en Santa Ana, Hermosillo y otros lugares apedrearon el viejo autobús de campaña. El PAN, único partido con registro nacional y estatal, sostenido por unos cuantos ilusos bondadosos que en añoranza evocaban el “bregar de eternidad” de su fundador (1939) Manuel Gómez Morín, ex rector de la UNAM y unos de los creadores de la ley del Banco de México. Mantenían un ambiente familiar el lánguido membrete de AN, que formalmente registro la candidatura de Gilberto Suárez Arvizu a la gubernatura. Ramiro Oquita tenía presente a su padre Don Ramón Oquita Montenegro, surgido de las entrañas de la mina de cananea, obrero sindicalizado, maestro socialista, que había fundado PNR (PRI), diputado local en 1933-1935, acompañó a Jacinto López en 1949 en la proeza de ser candidato del Partido Popular al Gobierno y contra “la política social del Alemán”. Los priistas les gritaban “comunistas criollos” y el gobernador Abelardo L. Rodríguez los tildaba de “quinta columna roja”.  Se trataba de una confluencia política de intereses  ideológicos diversos en la que el PRI recién formado (1946) no alcanzaba aun concretar su liderazgo.»

…(Continuará)