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Los aztecas cobraban piso

Por Franco Becerra B. y G.

Los mexicanos experimentamos una extraña reacción ante quienes rebasan la media para destacar en alguna actividad humana.

Negamos sistemáticamente los logros ajenos, o en el mejor de los casos… los menospreciamos.  

Parecería que en el imaginario popular subyace la idea del pueblo dominado por hombres barbados que montados en briosos caballos andaluces, avanzaron disparando sus arcabuces contra indígenas que se defendieron penosamente con arcos y flechas. 

La historia usted la debe conocer, y si no es así: refresco su memoria.  

Ninguna invasión ha sido pacífica, la española no fue la excepción.

Al arribar Hernán Cortés a estas tierras, los aztecas sometían a los pueblos vecinos exigiéndoles elevados tributos, por lo que Totonacas de Cempoala, los Tlaxcaltecas y los Cholultecas, hartos de la tiranía no dudaron en aliarse a las huestes de Cortés y unidos, derrotar a los tiranos. 

En otras palabras: “A los aztecas que cobraban piso… ¡les dieron piso!”.  

A ese pasaje de la historia se le conoce como “La conquista de México”, tema para interminables simposios y el otorgamiento de cientos de becas.  

Por lo tanto, me limito a señalar que al emperador Cuauhtémoc se le recuerda a lo largo del país con garbosas esculturas; se le rinde un homenaje permanente en anchas avenidas e importantes delegaciones; un pueblo de Chihuahua lleva su nombre, los Cárdenas Solórzano bautizaron a su hijo con el nombre del emperador azteca.

Tenemos a un crack del futbol investido de gobernador.  

Bueno, hasta cuando apuramos una cerveza regiomontana aparece la imagen del guerrero de bronce en posición de ataque.

Celebro que honremos la memoria de Cuauhtémoc, sin embargo, no olvidemos que entregó Tenochtitlán a los españoles. 

Desconozco si le quemaron los pies en una pira, o aquello fue una estrategia de la industria editorial mexicana para vender millones de estampitas y cumplir con la tarea escolar de los infantes de mi generación.

En cambio a la imagen de don Hernán se le trata mal y a su memoria se le saca la vuelta.

El Conquistador de México es algo así como el pariente pobre al que las buenas conciencias prefieren negar.

¿Será que los mexicanos simpatizamos con el derrotado, como un acto de bondadosa solidaridad? 

El análisis a fondo del tema corresponde a los estudiosos de la sociología la historia y la psicología. 

En todo ello pensé después de escuchar los comentarios de los reconocidos historiadores Ignacio Almada Bay y José Rómulo Félix Gastélum, durante la presentación del libro “8 mil años de historia” que escribiera mi amigo el historiador Humberto Valdés Ruy Sánchez, quien le rinde un valioso tributo a la memoria de un gigante de nuestra historia nacional: el general Álvaro Obregón Salido, el astuto militar sonorense que jamás perdió una batalla, es decir: “El Ulises Mexicano”.

Humberto Valdés Ruy Sánchez, autor del libro “8 mil años de historia” que rinde tributo a la memoria del General Álvaro Obregón.

El libro “8 mil años de historia” con un prólogo de Álvaro Obregón Luken, nieto del general, se presentó el domingo 27 de octubre en el marco de la Feria del Libro de Hermosillo 2019.  

La edición de este libro fue posible gracias a una afortunada co-producción entre el Instituto Sonorense de Cultura y la familia Bours Castelo, familia que se ha pronunciado en repetidas ocasiones por ser fiel admiradora de la vida y obra del general Obregón.

La Fundación Eva Rodríguez de Camou apoyará en la difusión y distribución de una muy digna edición impresa en los talleres de Primera Plana de la ciudad de Hermosillo.

El general sonorense vuelve a estar presente en la memoria histórica de los mexicanos. Habrá que recordarlo las veces que sean necesarias, pues en las batallas del Bajío la aguda inteligencia de Obregón derrotó a la poderosa División del Norte comandada, en ese momento equivocadamente por Francisco Villa.

En los más encarnizados momentos de la batalla de Santa Ana del Conde, Obregón perdió el brazo derecho por la metralla villista.

Es la valentía del líder que se batía en los campos de batalla al lado de sus fieles tropas sonorenses.

El Gral. Álvaro Obregón es por lo tanto un vencedor.   

Le propongo rematar con una aventurada analogía.  

Cuentan que en la famosa carrera “El zaino de Agua Prieta” venció con holgura al “Moro de Cumpas”. Caballo perdedor que ganó la inmortalidad con el corrido de Leonardo Yañez “El Nano”.

A Villa se le han rendido homenajes con la edición de más de cien libros; ha sido el personaje central de una decena de largometrajes y algunas obras teatrales.  

Todo lo anterior me lleva a concluir que me parece extraña, muy extraña la afición de los mexicanos por venerar a los derrotados.

Lo dicho: tema para la academia.