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¿Morena es el viejo PRI?… ¡Brincos dieran!

En la auto llamada 4T: ¿A qué horas ha habido consultas con las oposiciones para las reformas políticas desde el 2018? Todo ha sido amenazas, advertencias, violación del proceso legislativo

Por Bulmaro Pacheco

Me quedo con la afirmación de Porfirio Muñoz Ledo: “Hasta ahora, el PRI ha sido el único partido político que ha construido tramos importantes de la historia de México”.

Los que simplifican la historia y niegan el pasado solo reconocen como “avances” los promovidos por ellos desde que llegaron al Poder, como si todo lo demás hubiera sido tiempo perdido y no hubiera servido para la construcción de México.

¿Y la modernización política de México que les permitió llegar al Poder? ¿Y los avances en alfabetización? ¿Y el combate y erradicación de enfermedades? ¿Y la moderna infraestructura carretera construida en años? De eso no dicen nada.

Así les pasó a Fox y Calderón cuando, a partir de la victoria del PAN en el año 2000, se la pasaron hablando de “los 70 años perdidos” y les dio por elaborar una supuesta nueva narrativa de la historia de México —a partir de sus gobiernos—, que no tardó en ser desbancada por la realidad y los condujo a dejar el Poder por la vía electoral, apenas a los doce años de haber llegado.

Igual sucedió en los gobiernos estatales que ganaron —salvo excepciones como Baja California y Guanajuato—, porque a pesar de la larga tradición histórica del partido formado en 1939, poco entendieron de las complejidades de gobernar México atendiendo a sus características y, más todavía, al desconocer a fondo las realidades y fuerzas que históricamente incidieron sobre los procesos sociales y políticos.

Esa corta visión quizá se debió a que no todos eran militantes originales, como lo fueron sus fundadores, y el partido empezó a poblarse de oportunistas en la medida que fue obteniendo éxito electoral en estados, municipios y en lo federal —aunque después de una derrota muchos de ellos se daban de baja del padrón partidista sin mayores explicaciones —.

Eso contribuyó a la pérdida de identidad y lealtades, que debilitaron al PAN en las regiones; pero que, con todo y sus problemas y sus recurrentes crisis y fracturas, se mantiene como uno de los tres partidos nacionales con mayor estructura.

Con Morena y su ascenso al Poder a partir del 2018 ha pasado casi lo mismo. Tanto en lo federal como en los estados y municipios que gobiernan les da por repetir el mismo discurso y manejar la misma narrativa: «Todo tiempo pasado para México fue peor», hasta que ellos legaron para encabezar la transformación (sic). Y agarran parejo contra los gobiernos del PRI y del PAN, con especial obsesión hacia el expresidente Felipe Calderón, a quien —un día sí y otro también— lo acusan de robarles la elección del 2006, aquella que se resolvió apenas con el 0.56% de diferencia y tantas tensiones sociales y políticas ocasionara.

Prefieren echarle la culpa al pasado —tanto de causas como efectos— ante la incapacidad de resolver cada problema que quieren abordar o enfrentar, en lugar de atenderlo con las soluciones prometidas en las campañas y les dieron votos.

No les importa que esos problemas se presenten en sus períodos de gobierno después de adquirir la responsabilidad al protestar cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes con todos sus efectos, y velar por el interés general —y no partidista—, al que juraron «servir y dedicarle todos sus esfuerzos y energías» (sic).

Para todo siempre hay un pretexto: Si se trata de la educación, es el pasado con sus «mal llamadas reformas»; si se trata de problemas de salud, «nos dejaron un tiradero». Si el problema atañe a seguridad, «es la crisis de Calderón y García Luna», y así sucesivamente. Todo problema sin atender se reduce para ellos a una tensión permanente entre los conservadores y el poder público. Y como corolario señalan que los «»conservadores» quieren regresar por sus fueros para seguir robando» (sic) o «esos que saquearon al país, […] quieren obstaculizar la «revolución de las conciencias»» (?) —iniciada, según ellos, cuando Morena llegó al Poder en el 2018—.

Después de comparar el estilo de hacer política, algunos han llegado a catalogar las conductas y acciones de Morena como «el viejo PRI», enmarcadas por un presidencialismo exacerbado y la centralización del poder sin diálogo con los adversarios. Pero habría que recordar que la normalidad democrática en México tuvo su origen con las reformas realizadas entre 1977 y el 2014, que incluyeron siempre las propuestas de la oposición, entre otras: La representación proporcional y la creación de nuevos partidos y la creación de instituciones electorales.

En la auto llamada 4T: ¿A qué horas ha habido consultas con las oposiciones para las reformas políticas desde el 2018? Todo ha sido amenazas, advertencias, violación del proceso legislativo, (no cambiarles ni una coma), utilización de la justicia para tratar de ablandar adversarios y embajadas y consulados para los adversarios que caen en la cooptación. ¿Cuál nueva política?

El PRI nació en 1929 como PNR para unificar y para atender los pleitos políticos entre las diversas facciones actuantes que afectaban la gobernanza, y no para dividir. El PAN nace en 1939 como un referente opositor a las políticas post revolucionarias, y para luchar por una mayor democracia. Las izquierdas se unificarían en un partido político hasta 1989 —la fundación del PRD— con una mayoría de ex priistas, y que avanzó notablemente hasta su crisis y agotamiento que dio lugar a la formación de Morena en 2014 con una gran mayoría de ex militantes del PRD. De hecho, el PRD se vació casi en su totalidad para dar lugar a la formación de Morena, con participación electoral a partir del 2015.

Morena no puede ser el llamado «el viejo PRI». El PRI nunca sorteó candidaturas ni privilegió los sistemas de parentesco o familiar para postular gobernantes. Morena no cuenta con las estructuras que al PRI le sirvieron para impulsar la estabilidad política y modernizar a México. Tampoco cuenta con los mecanismos de conciliación política que al PRI de entonces lo llevaron a impulsar los principales cambios —mediante el diálogo y la consulta— que hasta ahora le sirven a México para procesar sus conflictos. ¿Podría Morena ahora presumir a un Jesús Reyes Heroles, un Jaime Torres Bodet, un Antonio Ortiz Mena o un Pedro Ramírez Vázquez? por mencionar solo a algunos de los constructores de la modernidad mexicana. Están a años luz de eso.

Con el tiempo y mediante la movilidad política fruto de la expansión del sistema educativo y su amplia infraestructura, el PRI fue eliminando los cacicazgos que en algún tiempo limitaron su acción política. Esos tiempos, de hijos, familiares y hermanos en el Poder han vuelto y se han intensificado con Morena, cuando todos pensábamos que se habían erradicado. Por voz de los principales dirigentes de Morena nos enteramos de que aspiran a ser un partido único, como lo fue el PRI de 1929 a 1939, y eso sí que se ve muy difícil. La historia se repite, decía Marx, primero como comedia y después como tragedia… A como van, quizá nos estemos acercando más a lo segundo.

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