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Nacho Ruiz… in memoriam

Por Bulmaro Pacheco

Cuando Ignacio Ruiz Rábago y Dolores Serrano Barbeytia vieron nacer en Huatabampo a su hijo Ignacio Antonio, en julio de 1924, su tío Francisco Roque (hermano de doña Dolores), con el grado de general, ocupaba la cartera de secretario de Guerra y Marina en el gabinete de Álvaro Obregón.

Obregón, muy amigo de don Nacho (hermano menor, le decía). En la presidencia municipal de Huatabampo en 1911 comenzó su meteórica carrera política que después de nueve años lo llevaría a la Presidencia de la República.

Obregón, como regidor, profesor, agricultor, comerciante, músico, promotor, y funcionario municipal, en su pueblo adoptivo compartió, departió, imaginó y soñó en la casa de Nacho y Doña Lola sobre el Valle del Mayo y la Revolución que se asomaba.

En las tertulias cotidianas participaban lo mismo Benjamín Hill que Serrano, Ramón Ross, Flavio Bórquez e Ignacio Velderráin.

Se tomaba coñac Hennesy y se jugaba “paco”, se leía el periódico Regeneración, de los Flores Magón, se analizaba y se discutía acaloradamente a Madero y sus propuestas democráticas. También las de sus opositores porfiristas de ahí mismo.

La familia de Serrano —de Don Rufino Serrano y Micaela Barbeytia— con 16 hijos, habían llegado a Huatabampo del rancho “El Toro”, ubicado en la comunidad de Santa Ana, cercana a Choix, Sinaloa, una comunidad que desapareció cuando fueron construidas las grandes presas del Valle del Fuerte.

Los Ruiz Rábago venían de la comunidad minera de Báucarit (casa de barro) situada en El Quiriego. Por su parte, los Obregón, también arribaron desde la Hacienda de Siquisiva (Paredón Colorado), una propiedad agrícola cercana a Tesia, en Navojoa. Tres orígenes, tres biografías y un nudo histórico de más de tres décadas.

Ignacio Ruiz Serrano fue el tercero de los hijos: le precedieron Dolores (1919), Rafael Reynaldo (1920), Consuelo (1927) —que nació un día después del asesinato y recibió ese nombre por el consuelo que significó para la familia agraviada por la muerte del hermano Francisco—. Llegarían después Enrique Rigoberto (1929) y Francisco Laureano (1932).

Dolores, casada con Víctor Manuel Romo Ruiz, moriría muy joven por complicaciones durante un parto, en 1951.

Nacho Ruiz terminó sus estudios básicos en Huatabampo, y como era una época cuando en Sonora no existía institución de educación superior alguna, se fue a estudiar a Guadalajara al Instituto de Ciencias —lo que hoy es el ITESO—, y después a México a la Escuela Bancaria y Comercial; una institución que la asociación de banqueros y el Banco de México habían creado ante la crisis de cuadros preparados, para enfrentar el incipiente desarrollo económico del México de los cuarenta del siglo pasado.

Regresó posteriormente a Huatabampo, para dedicarse de lleno a la agricultura y a la expansión de los sistemas de almacenamiento utilizados por los agricultores para enfrentar eventualidades. Dirigió entonces la empresa Almacenes de Depósito del Bajo Río Mayo, cuando todavía no había presas y el ferrocarril de Navojoa a Yavaros (inaugurado en 1926) aceleraba el desarrollo al conectar a Huatabampo con el resto de la región.

Nacho se casó a los 25, con Rosa Emma Love Mendívil, en 1949. La conoció cuando ella se desempeñaba como secretaria de “Casa Bierly”, una empresa de maquinaria agrícola en Ciudad Obregón.

Con ella se estableció en la Hacienda Fuente Sauco, adquirida por su padre en 1934 (nombre de una comunidad garbancera en España) y que sería un centro activo de la política local por años. Con Rosa Emma —la incomparable benefactora de Huatabampo— realizó innumerables obras sociales y asistenciales en cuanto organismo social o  club de servicio se creaba en el pueblo. De las más importantes: La nueva iglesia del centro, inaugurada en 1955, y la fundación del Colegio Sonora.

Nacieron sus hijos: Ignacio (1949), Guillermo Enrique (1950), Rosa Margarita (1952), Elsa María (1953), Ligia (1954), Carlos (1956) y Javier (1958).

En un medio donde la política atrajo desde siempre la atención de su padre (preso en la penitenciaría de Hermosillo en 1915 por apoyar a Obregón contra Maytorena), Nacho acepta ser regidor del ayuntamiento de 1955 a 1958, en la presidencia de Jesús C. Ibarra.

Pudo ser alcalde en el siguiente periodo —de hecho ya lo habían llamado del PRI estatal para comunicarle la decisión—, pero a última hora se lo impidió una disposición del Congreso local, aprobada ex profeso para limitar las aspiraciones de un candidato enemigo del gobernador Obregón en Guaymas, ya que aspiraba pasar de regidor a presidente municipal. Nacho se retiró y le dejó el lugar a Víctor Manuel Romo Ruiz alcalde de 1958 a 1961.

Con la muerte de su padre en 1962, Nacho, ya con 34 años, no volvió a insistir en la política y canalizó sus energías a la agroindustria, al consejo de administración del Banco Agrícola Sonorense, al liderazgo empresarial, y al servicio social.

Varios dirigentes se unieron para crear la IASSSA (Industrias Agrícolas del Sur de Sonora) en 1966. Una iniciativa empresarial innovadora que le permitió a los agricultores de la región una mayor organización para protegerse ante las eventualidades crediticias, comerciales y climáticas de la agricultura.

Luego aplicó su innovadora gestión financiera y administrativa al frente de la Unión de Crédito de Huatabampo, y la salvó de las recurrentes crisis en que estaba envuelta.

A partir de su permanencia en la Unión de Crédito, trató con intensidad a Jorge de la Vega Domínguez, segundo de a bordo de Carlos Hank González, en la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO). De la Vega sería después director de la empresa, gobernador de Chiapas, secretario de Comercio, de Agricultura, embajador en Canadá y presidente del CEN PRI. Con De la Vega, Nacho Ruiz impulsó un buen número de negociaciones difíciles pero provechosas para sus representados.

A don Nacho le gustaba —con ligera emoción— contar la anécdota de su encuentro en Canadá con el embajador De la Vega Domínguez, pero también con —ironías de la vida— un exitoso profesional, nieto del general Arnulfo (Robles) Gómez (asesinado por la misma causa que Serrano), experto en comercio exterior y que por esos años se desempeñaba como consejero comercial de México en Canadá. Al ver al joven Arnulfo (Ramón) Gómez, dice éste que Nacho le expresó: “Todos los días de mi vida, he escuchado tu nombre”. Y no era para menos, el tío de Nacho y el abuelo de Arnulfo fueron asesinados con un mes de diferencia en 1927, por la misma causa: Se opusieron a la reelección presidencial de Obregón.

Las negociaciones constantes y su enorme tesón, lo proyectaron a nivel estatal con su llegada al liderazgo de la entonces poderosa COAES (Confederación de Organismos Agrícolas del Sur de Sonora). Entró al relevo de Gaspar Zaragoza, de 1973 a 1976; años cruciales y muy difíciles para la política agropecuaria sonorense por la caída del gobernador Biébrich (1975) y por la expropiación de tierras en el sur de la entidad (noviembre de 1976).

Nacho libró importantes batallas; nunca se arredró y su autoridad moral prevaleció. Nunca nadie lo acusó de actuar con fines particulares. En sus negociaciones con la federación siempre prevalecieron las demandas locales; como botón de muestra, resulta memorable la batalla que libró ante Conasupo a favor de los productores locales de grano, y a pesar de las turbulencias, el desánimo y los tiempos difíciles, siguió ideando proyectos.

Fue electo vicepresidente de la Unión Nacional de Productores de Hortalizas. Sus contactos con los funcionarios federales y estatales de entonces, dieron pie a la creación en 1981 de un largo sueño acariciado por los productores regionales: la empresa “Yavaros Industrial”, para buscar agregarle valor a la producción agrícola y pesquera (tomate y sardina) y realizar las actividades agrícolas regionales sobre bases de mayor certeza y seguridad, transformando con ello en alternativas viables de empleo y desarrollo la realidad económica de una región sumamente pobre.

Son muchas las cosas buenas que se pueden decir de don Nacho Ruiz: Sus proyectos, iniciativas, anécdotas, aportaciones y virtudes. Su austeridad, discreción, paciencia, sentido social, fino sentido del humor en corto, y permanente solidaridad por todo lo que significara progreso para Huatabampo. También su manera de llevar con discreción y señorío las crisis y enfrentar los problemas.

A mi juicio, don Nacho representó de su generación al  último de los estoicos. Su forma de vivir con discreción; su forma de asumir los triunfos y tragedias, las altas y las bajas de la vida; su capacidad de ser amigo y mantener la amistad con tirios y troyanos; su innata constancia y su vocación social en el manejo de sus pasiones: la agricultura, su familia, la agroindustria, las becas para estudiantes pobres y los apoyos frecuentes en especie a las familias en pobreza de los barrios y colonias de Huatabampo.

Su ejemplo lo continuó su esposa Rosa Ema, hoy de 92 años. Una mujer con una formación humana y espiritual sólida que le ha permitido asimilar los tremendos golpes de la vida que le han significado la pérdida de sus hijos; Billy (1973), Don Nacho en abril del 2011, Rosy (2014) y Carlos, apenas el pasado 23 de septiembre.

Murió Don Nacho los  87 años,  siempre como un gran ser humano y un ciudadano activo y realizado en la vida. Nacho Ruiz, en su largo peregrinar por la vida —muchas veces como un héroe anónimo— vivió e impulsó el cambio, y con el tiempo se le recuerda con nostalgia como un referente reconocido por sus iniciativas, su trabajo por la comunidad, su creencia en el progreso y por ser emprendedor. Lo recordamos hoy, junto con sus familiares, a propósito de los inicios de noviembre y los fieles difuntos.

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