DestacadaHéctor Rodriguez Espinoza

Fundación de la Escuela de Derecho y de su Bufete Jurídico Gratuito

(Primera Parte)

Debemos comprender y vivir, en su justa dimensión filosófica, nuestro lema, tomado de Ulpiano: Vivir honestamente, no dañar a otro y dar a cada quien lo que le corresponde

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I. Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez. El entonces Director, en su 5° aniversario, recordó:

En 1953, el Rector de la Universidad de Sonora, Ingeniero Aguirre Palancares, tuvo mucho interés, desde que se hizo cargo del puesto, de fundar la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales. Un grupo de jóvenes bachilleres egresados de la Preparatoria de nuestra Alma Máter y sus padres estuvieron interesados en ello, a afecto de hacer sus estudios en Sonora, sin necesidad de emigrar a México o a otras ciudades del interior. La idea fue muy bien acogida por todos dentro y fuera de la Universidad. El Consejo y el Patronato Universitario la acogieron con entusiasmo.

No hubo titubeos significantes. El Ingeniero Aguirre, al principio, auscultó para reafirmar su propósito, invitó a la Asociación Sonorense de abogados, que presidía el Lic. Carlos Cabrera Muñoz y a sus miembros. Se planteó al celebrarse su IX Convención anual, los días 22, 23 y 21 de mayo de 1953, en los muros de la Universidad. No se aprobó la idea, fundamentalmente por la penuria económica de la Universidad, pero quedó latente. El Ingeniero Norberto Aguirre, en septiembre de ese año y al tener conocimiento de esas inquietudes, convocó a sus componentes a una asamblea en el Salón de Juntas del Consejo Universitario, a principios de octubre, se puso de manifiesto, por mayoría considerable, la necesidad y conveniencia de abrirla y como informó que el problema económico dejaba de ser obstáculo, sólo le restaba pedir la cooperación de la Asociación para su creación, decidida en esa reunión.

En sesión del Consejo Universitario, el quince de octubre de 1953, el Rector presentó el proyecto, turnándose a la Comisión de Grados y Revalidación de Estudios. En sesión extraordinaria de 22 de octubre se dio cuenta al Consejo con el dictamen de dicha Comisión, que aprobó su apertura, aprobado por el Consejo, informando el Rector que a partir del día siguiente, 23 de octubre, quedaría abierta la inscripción para el primer año y se procediera a preparar la ceremonia de inauguración, fijándose el 3 de noviembre siguiente y una Comisión que formularía el programa para el acto: Licenciado José María Oceguera, profesor Ernesto López Riesgo y estudiante Luis Ruiz Vázquez. En sesión ordinaria del Consejo, el 19 de noviembre de 1953, el Rector informó que la Facultad de Derecho había comenzado a trabajar en sus materias del primer curso desde el 4 de noviembre, como Director y catedrático el señor licenciado Enrique E. Michel y designados como maestros para diferentes materias, licenciados Abraham F. Aguayo, Fortino López Legazpi, Miguel Ríos Gómez y Alfonso Castellanos Idiáquez.

Se inscribieron: Beatriz Eugenia Montijo, Josefina Pérez Contreras, J. Guadalupe Aguilar Cons, Héctor Acedo Valenzuela, Raúl Encinas Alcántar, Jesús Enríquez Burgos, Oscar Figueroa Félix, Pedro Flores Peralta, Carlos Gámez Fimbres, Francisco Arturo Lizárraga García, Rodolfo Moreno Durazo, Héctor Migoni Ramírez, Fernando Moraga Luna, Enrique Moraila Valdez, Ignacio Navarro Rodríguez, Rogelio Rendón Duarte, Manuel Rubio González, Rodolfo Rogers Mendoza y Fernando Romero Dessens.

La escuela comenzó a funcionar con entusiasmo y éxito desde el principio. La Dirección tuvo siempre un decidido apoyo de las autoridades de la Universidad. Todos los catedráticos y los alumnos fundadores, trabajaron con dedicación y gran sentido de responsabilidad: habiéndose iniciado las clases a principios de noviembre, transcurridos ya dos meses del año lectivo, hubo necesidad de esforzarse, y para cubrir los programas, en pleno verano continuaron trabajando. Los exámenes los tuvieron hasta fines de agosto.

El primer año terminó con 17 alumnos. El segundo se abrió con 27 en ambos cursos para concluir con 22. El tercero se inició con 29 en total, para concluir con 23. El cuarto se inició con 60 en total, para concluir con 44. El quinto se abrió con 64 para concluir con 58 y el sexto se abrió con 87 alumnos entre regulares e irregulares, que demuestra la forma ascendente de ingresos, no sólo en razón del aumento de los cursos, sino del arraigo y aceptación que iba teniendo dentro y fuera del Estado.

No hubo problemas económicos. La Escuela estaba instalada, en los primeros años en un ala del edificio nuevo de Agricultura: cinco maestros, incluyendo el Director, y diecinueve alumnos y cinco materias del primer año.

El propósito fue formar abogados útiles a la colectividad sonorense.

En octubre de 1956 se presentó cierta crisis en la Universidad, con motivo de un conflicto entre el Gobierno del Estado y el Rector Aguirre; en un plan de delicadeza característico de él, optó por presentar su renuncia para evitarle problemas a la Universidad. Entró el Lic. Luis Encinas a la Rectoría. El Licenciado Michel presentó, a su vez, su renuncia a la Dirección y el licenciado Encinas y el Consejo Universitario estimaron que podría desempeñar el cargo el Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez y entró en octubre de 1956 hasta el 15 de enero de 1966. Él había sido representante de la Universidad de Oaxaca, entonces Instituto, para la colocación de la primera piedra, el 12 de octubre de 1941 e ingresó a la Universidad en la Escuela Secundaria con Civismo, primero y segundo, en enero de 1943.

En 1956 tenía la Escuela menos de tres años de vida. Estaban todavía en la situación crítica de carecer de edificio propio. Se las ingeniaban con dos o tres salones prestados.          

Los alumnos fundadores, entusiastas, punteros, abrieron el segundo año que fundaron con los mismos maestros fundadores. Al iniciarse el tercero vino la situación crítica, porque ya no era posible que todos los maestros que estaban se pusieran a dar todas las materias de tercero. Algunos, en cooperación, como Castellanos, además de dar I y II de Civil, aceptó Constitucional, que ya la había impartido en Comercio; y posteriormente aceptó, para la apertura de Cuarto, Garantías y Amparo, pero no era posible abarcar tanto. Lo hacían con el deseo de mantener la Escuela abierta, que no se fuera a clausurar, en tanto iban encontrando elementos de buena voluntad que fueran cooperando; a medida que llegaban elementos nuevos, entusiastas, pero no todos cooperaban. La Dirección encontró dificultades, les hablaba a funcionarios, a abogados litigantes suplicándoles que impartieran alguna cátedra. Algunos por falta de vocación, otros por falta de tiempo, se negaban. Tropezaban con situaciones difíciles, a pesar de que había manera de cubrir los sueldos. Pero no había suficiente deseo de servir. Había escasez de elementos.

En octubre de 1956 se pasó la Escuela a la planta alta del edificio principal. El Rector se percató de los problemas y en viaje a México se propuso buscar maestros jóvenes, entusiastas, dedicados, bien recomendados, para impartir aquellas materias para las cuales no era fácil encontrar maestros aquí: Internacional Privado, Internacional Público, Filosofía del Derecho. Obtuvo que vinieran los licenciados Carlos Arellano García, David Magaña Robledo y Cipriano Gómez Lara. Salvaron una situación crítica.

Del grupo de diecinueve muchachos fundadores solamente se quedaron cuatro para quinto año: Josefina Pérez Contreras, Beatriz Eugenia Montijo, Oscar Figueroa Félix y Rogelio Rendón Duarte. La mayoría, por temor a la crisis, falta de maestros, se fueron a México: Raúl Encinas Alcántar, Francisco A. Lizárraga, Carlos Gámez Fimbres, Jesús Enríquez Burgos, entre otros. De biblioteca no tenían más que un librerito con unos cincuenta libros y Códigos. La Escuela había cogido impulso, a pesar de las peripecias. Se niveló la situación; hubo más oportunidad con otros Maestros y fueron saliendo de la crisis.

Se tomó a la Facultad de Derecho de la Nacional de México como modelo en todo, programas íntegros. Con el tiempo introdujeron modificaciones.

Durante el ciclo 1956-1957, la asistencia de los maestros alcanzó el 68% con relación a las clases que debieron darse. En el ciclo 1957-58, subió al 88% y en el siguiente alcanzó el 94%, reveladoras del creciente entusiasmo.

La Biblioteca inició sus servicios en 1954 y para 1958 contaba con un número considerable de volúmenes.

En 1958 colaboraban los Licenciados Roberto Reynoso Dávila, Miguel Ríos Aguilera, Fortino López Legazpi, Mario Gómez Mercado, José Antonio García Ocampo, Abraham F. Aguayo, Manuel V. Azuela, Miguel Ríos Gómez, César Tapia Quijada, Carlos V. López Ortiz, José María Oceguera Ochoa, David Magaña Robledo, Cipriano Gómez Lara, Carlos Arellano García, Alfonso Castellanos Idiáquez y doctor Jesús Salazar Acedo.

El once de noviembre de 1957 se abrió el Bufete Jurídico gratuito a cargo del licenciado Carlos Arellano García como Director, para que los alumnos de 4° y 5° cursos llevan su práctica bajo supervisión, substituyéndose la clase de Práctica Forense que producía resultados exiguos; y proporcionar servicios gratuitos a todas aquellas personas carentes de recursos y que por no poder pagar un abogado particular, quedan a merced de no poder hacer valer sus derechos ante los Tribunales.

Po lo pronto, debemos comprender en su justa dimensión filosófica nuestro lema, tomado de Ulpiano: VIVIR HONESTAMENTE, NO DAÑAR A OTRO Y DAR A CADA QUIEN LO QUE LE CORRESPONDE.

II. Dr. Carlos Arellano García

A petición mía, me envió sus recuerdos y vivencias:

“Muy Estimado y fino amigo: Una agenda exageradamente sobrecargada me permite hasta ahora dar respuesta a su atenta misiva en la que me pide algunos recuerdos sobre la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Sonora. Lo hago con sumo agrado en virtud de la estimación y admiración que le profeso, por su importante aportación cultural y literaria en beneficio del querido Estado de Sonora.

…V.- El Bufete Jurídico Gratuito.

Para que la materia de Práctica Forense no fuera teórica, fue iniciativa importante del Licenciado Luis Encinas, crear el Bufete Jurídico Gratuito, que se inauguró en noviembre de 1957. Se instaló en una pequeña casa que había en la esquina izquierda, enfrente del edificio principal de la Universidad. Al Bufete quedaban adscritos automáticamente los alumnos del cuarto y quinto años de la carrera. Se me designó Director y llegamos a tener treinta consultas, siete audiencias y presentación de diez demandas por día. Fue el Bufete sumamente útil para que muchos alumnos aprendiesen la práctica profesional de la abogacía. Tuvimos asuntos muy interesantes, como puede verse si es que conservan el archivo del Bufete de aquella época. En septiembre de 1961 hube de dejar el Bufete por ser incompatible con el cargo de Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia que se me confirió y que desempeñé hasta septiembre de 1967.

…Muy calurosamente le felicito por sus aportativas inquietudes sobre Reseña Histórica de la Escuela de Derecho y sobre Deontología. Le sugiero consultar el libro de actas del Consejo Técnico de la Escuela de Derecho, donde puede encontrar material útil y fidedigno.”

(Tomado de Evocaciones de un Universitario, Héctor Rodríguez Espinoza, 2015)

—¿Qué nos puede compartir, maestro, de la génesis y evolución del Bufete Jurídico hasta nuestros días? —me preguntó la Doctorante María Elena Gálvez, hace tiempo.