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Sistema inmunológico  y/o inmunodeficiencia

Debido a los cambios de clima, la sobrecarga del estrés actual es vital que debemos mantener nuestro sistema inmunológico sano para no tener problemas de salud
Debido a los cambios de clima, la sobrecarga del estrés actual es vital que debemos mantener nuestro sistema inmunológico sano para no tener problemas de salud

Por Redacción

Debido a los cambios de clima, la sobrecarga del estrés actual es vital que debemos mantener nuestro sistema inmunológico sano para que funcione de manera adecuada de esa forma no tendremos problemas de salud.

Este sistema es vital ya que es responsable tanto de combatir los microorganismos que causan las enfermedades como para controlar el proceso de curación. Es la clave para combatir todas las agresiones que sufre nuestro organismo desde un pequeño corte hasta los virus.

Se ha dicho que inclusive el envejecimiento podría relacionarse más con el funcionamiento del sistema inmunológico que con el paso del tiempo.

Recuerde la sobrecarga de estrés ya sea laboral, familiar o económico, debilita el organismo y se vuelve susceptible a prácticamente cualquier clase de enfermedad.

Algunos de los síntomas, son fatiga, desgano, insomnio, infecciones frecuentes, inflamaciones, reacciones alérgicas, cicatrizaciones lentas de las heridas u operaciones, diarrea crónica e infecciones repetitivas que demuestran que está proliferando anormalmente algún microorganismo del cuerpo, como aftas orales, candidiasis sistémica o infecciones vaginales por hongos, herpes, etc.

Las estadísticas indican que los adultos de nuestra sociedad pueden presentar dos resfriados al año en forma promedio. Las personas que contraen un número más alto de resfriados, y otras enfermedades  infecciosas posiblemente tienen algún problema del sistema inmunológico o inmunodeficiencia debido al sobregiro de cargas emocionales.

Si comprendemos algunos aspectos básicos del sistema inmunológico y su funcionamiento, así como el gran papel que desempeña en nuestra salud, nos permitirá asumir la responsabilidad que tenemos todos y cada uno con nuestra propia salud.

Por eso nuestra misión consiste en identificar aquello que es propio (es decir de manera natural pertenece al organismo) y lo que es ajeno (lo que es extraño o peligroso), y luego destruir lo que no le conviene al organismo.

El sistema inmunológico se diferencia de los demás sistemas del organismo en que no es un grupo de estructuras físicas, sino un sistema de interacciones complejas que involucra muchos y diferentes órganos, estructuras y sustancias entre ellas los glóbulos blancos de la sangre, la médula ósea, los vasos y órganos linfáticos, las células especializadas de varios tejidos corporales, y las sustancias especializadas presente en la sangre, llamadas factores séricos. Todos esos componentes deben trabajar juntos para proteger al organismo contra las infecciones y las enfermedades.

El sistema inmunológico humano funciona desde el nacimiento, pero con algunas deficiencias. Esto se debe a que la inmunidad se va desarrollando a medida que el sistema madura y que el organismo aprende a defenderse contra los invasores llamados antígenos.

El sistema inmunológico tiene la capacidad de identificar y recordar antígenos específicos con los cuales ha estado en contacto, y lo hace a través de dos mecanismos fundamentales la inmunidad mediada por células y la inmunidad humoral.

En el caso de la inmunidad mediada por células, glóbulos blancos llamados linfocitos T identifican y destruyen  células cancerosas, virus y microorganismos como bacterias y hongos. Los linfocitos T, o células T, maduran en las glándula timo (de ahí la letra T). En ella aprenden a distinguir lo propio de lo ajeno es decir lo que deben tolerar y lo que deben destruir. El timo pequeño ubicado detrás del esternón, es una de las principales glándulas del sistema inmunológico. En él todas las células T se programan para identificar diferentes tipos de invasores enemigos. Pero el timo no convierte en células T a todas las que podrían llegar a serlo. Las que están mal programadas (por ejemplo las que se equivocan y toman como propio lo que es ajeno son eliminadas. Las que cumplen los requisitos se liberan en el torrente sanguíneo para buscar y destruir antígenos que corresponden a su programación. En parte esas células atacan los antígenos mediante la secreción de citoquinas, una clase de proteínas. El interferón es una de las citoquinas conocidas.

La inmunidad humoral se basa en la producción de anticuerpos. Los anticuerpos no son células sino proteínas especiales cuya estructura química encaja en la superficie de antígenos específicos.

Cuando los encuentran, les causan daño  a las células invasoras o alertan a los glóbulos blancos para que  los ataquen. Los anticuerpos los produce otro grupo de glóbulos blancos, los linfocitos B, que los fabrica la médula ósea, donde también maduran. Cuando uno de ellos encuentra un antígeno particular, crea un anticuerpo para combatirlo y guarda una copia para poder reproducirlo en caso de que sea vea expuesto al mismo antígeno en el futuro. Para que esto funcione es necesario que todas las células B tengan la capacidad de producir una cantidad infinita de anticuerpos distintos para atacar al antígeno que encuentren. Esto es posible gracias a un mecanismo conocido como genes saltarines. Dentro de las células B, los genes que definen la estructura química de la proteína que se va a producir se barajan y se mezclan en una cantidad astronómica de combinaciones distintas. En consecuencia, cualquier célula B puede producir una molécula de anticuerpo para combatir prácticamente a cualquier invasor.

La inmunidad humoral es lo que hace posible que el organismo se inmunice.

Los glóbulos blancos de la sangre son considerados la primera línea defensiva del organismo. Son más grandes que los glóbulos rojos, se pueden mover independientemente en el torrente sanguíneo y pueden atravesar las paredes celulares. Esto les permite movilizarse rápidamente hasta el lugar de la lesión o de la infección. Los glóbulos blancos tienen varias categorías y a cada una le corresponde una función específica.

1.- Neutrófilos: Son los más abundantes y su función es ingerir y destruir microorganismos, como bacterias.

2.- Eosinófilos: Ingieren y destruyen combinaciones antígeno-anticuerpo (que se forman cuando los anticuerpos interceptan antígenos) y moderan la hipersensibilidad  (reacciones alérgicas) produciendo una enzima que descomponen la histamina. Las personas que padecen alergias suelen presentar niveles altos de eosinófilos en la sangre, porque su organismo intenta disminuir la reacción alérgica.

3.- Basófilos: Al entrar en contacto con antígenos segregan compuestos como heparina o histamina.

4.- Linfocitos: La tarea de los linfocitos es desarrollar clases específicas de inmunidad. Tres de las más importantes son linfocitos T, los B y NK. (natural  killer, destructoras naturales).